Niñero por obligación

Episodio 43: "Busqueda"

 

ALESSANDRO SANTORO

 

—¡Tío! ¡Tío! —escucho las voces de mis sobrinos, esos que vienen hacia mí con esa típica euforia que los caracteriza. Tiran la puerta con escándalo y yo lo único que hago es hacerme un espacio en mi silla para que ellos me salten encima.

 

—¿Qué ocurre? ¿Qué hicieron ahora? —indago mientras los observo con sospecha, ellos ríen mientras mueven sus manos restándome importancia.

 

—¡Estuvimos haciendo negociaciones con algunos de tus socios! —chilla Nicci sabionda, yo abro mis ojos para empezar a negar con incredulidad.

 

—¿Qué ustedes qué? —grito a medias en un hilo de voz mientras me levanto de mi lugar para observarlos en reprimenda.

 

—Tío, ellos aceptaron. No te preocupes —agrega ella, como si nada—. Antes quería ser doctora, ahora solo quiero tener la profesión que tiene mi tío favorito —inquiere con mucha ternura, yo entorno mis ojos hacia ella, luchando por dentro para no consentirla.

 

—¡Es cierto, tío! Queremos ser como tú —yo solo toco sus cabezas y cuando estoy a punto de decirles que está bien que quieran ser como yo, pero no está bien que hablen con desconocidos, una llamada entrante en mi teléfono me hace tomarlo sin siquiera preguntar quién es.

 

»Alessandro Santoro —es lo único que digo mientras espero que respondan por la otra línea.

 

Cuanta formalidad —la voz de mi preciosa inunda todo mi sistema, haciéndome relajar en ese mismo instante.

 

—Lo siento, estaba por darle una charla a mis sobrinos y no vi quien llamaba —murmuro mientras me alejo de ellos, quienes están entretenidos con mi computador. Observo el ventanal a medida la melodiosa voz de mi abogada me llena de la paz que necesito. El trabajo me tiene ofuscado constantemente.

 

No te preocupes, te entiendo. Este nuevo trabajo es agotador, pero me ayuda mucho la ganancia que me deja —murmura lo que ya sé. Sonrío orgulloso de su esfuerzo.

 

—Eres la mejor abogada del mundo entero y me siento muy orgulloso de cada logro que has tenido en el corto plazo de dos semanas… ahora cuéntame ¿Cómo te preparas para el viaje? —cuestiono mordiendo mi labio mientras observo la ciudad desde el enorme ventanal.

 

Eso justamente quería preguntarte… ¿Cuántos días serán? Debo solicitar el permiso y además, empacar la ropa necesaria.

 

—Si me lo preguntas por la ropa, prefiero que no lleves nada… ya sabes —espeto coqueto mientras ella chilla al otro lado de la línea.

 

¡Alessandro! —grita bajito yo río sonoro.

 

Ella sabe lo que ocurrirá en ese viaje, lo sabe.

 

—Nos vamos tres semanas —informo ahora con más seriedad, deleitándome con la idea de ver sus mejillas sonrojadas a causa de mis palabras.

 

¿Tanto tiempo? —agrega sorprendida.

 

—Sí, quiero pasar tiempo de calidad a tu lado y llevarte a conocer muchísimos lugares. Te aconsejo que desde ya hagas una lista de todos los sitios a los cuales quieres ir —la incito mientras doy una mirada de repaso a los gemelos. Esos que se miran sentados en tranquilidad mirando videos por internet.

 

No creo que me vayan a dar el permiso por tantos días — lamenta y lo que no sabe, es que ya ese permiso está concedido, pero no le digo nada si quiero conservar mis pelotas.

 

—Inténtalo, si no te lo permiten, nos vamos por menos días —incito sabiendo la pura verdad.

 

Por supuesto que lo voy a intentar… espero que sí. Muero por conocer la Torre Eiffel, te voy a dejar. Te amo —se despide con cariño, yo le lanzo un beso a través del teléfono y ella empieza a reír mientras aprovecho de decirle que también la amo. Que es la mujer de mis sueños y que, por supuesto, aquel monumento no será la única torre que verá, también verá la torre de Alessandro Massimo Santoro.

 

«Potente», chista el ego dentro de mí. Claro que si… intenso.

 

El pitido de colgado suena y yo alejo el teléfono para ver mi foto de fondo de pantalla. Son ellos, los tres. Alessa, Lucas y Nicci con una gran sonrisa perfecta. Quienes me hacen feliz como nunca. Una voz por el intercomunicador me llama la atención y corro cuando observo una pequeña manita a punto de contestar.

 

No sé cómo fue que me ocurrió enseñarles eso. Niego a la par le abro mis ojos, ella alza sus cejas y vuelve al asiento con un puchero de enojo que no logrará manipularme en lo absoluto.




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