ALESSANDRO SANTORO
—¿A dónde vamos? —indaga Alessa, yo la observo complacido. El vestido le queda precioso y ni hablar de esos bellísimos tacones que adornan sus delicados pies y te terminan de dar ese toque elegante que me hace babear.
—Solo respira, no estés nerviosa —respondo apretando su mano. Ella me devuelve el apretón a medida que siento su tacto frío—. Es una sorpresa —agrego en un intento de calmarla un poco.
—Eso no ayuda, solo me pone más ansiosa —responde. Yo suelto una leve carcajada que la hace sobresaltar.
—Perdón, me entran los nervios —explica y por supuesto que lo sé. He invertido mucho tiempo de mi vida observando sus gestos, sus manías… todo. Y no es acoso, es que ella es una cosita preciosa que me genera curiosidad, amor, deseo.
—No te preocupes —me acerco y dejo un delicado beso en su hombro. Una venda cubre sus ojos y hace contraste con sus labios. Respiro deleitado, ella es simplemente maravillosa. Estoy pendejamente enamorado de ella, esa es la verdad.
A medida que más nos acercamos, mis nervios son más grandes, sin embargo, tengo la sensación de que esta velada será maravillosa.
He dedicado mucho de mi tiempo pensando en esto, planeando cada detalle, pagando mucho dinero para reservar el piso completo y que este sea un momento digno de ella.
Porque esto estuve esperando. Ser digno de la mujer que vio en mí lo que nadie vio y ahora que tengo la oportunidad, no pienso desperdiciarla.
(…)
El auto se detiene y dejo escapar un suspiro de mi cuerpo. Alessa se remueve inquieta y yo aclaro mi garganta en medio de un carraspeo.
—Hemos llegado —le digo—. Pero aún no te puedes quitar la venda, yo te guiaré. Solo debes confiar en la manera en la cual te guiaré —murmuro posando mi mano sobre su rodilla.
—Siempre confío en ti —espeta en seguida—. Pero… —objeta y una sonrisa se forma en mis labios, ya va a comenzar—. ¿No crees que hace mucho calor? Dios mío, de repente me entró un calor —sisea echándose aire con su mano, yo dejo salir la carcajada que tenía atrapada.
Se ve tan tierna.
—Oye, respira. ¿No quieres tener el antifaz? ¿Te sentirías más segura si no lo llevas? —indago dispuesto a despojarla de ello.
—Pero, arruinaría la sorpresa. Así que no, déjame respirar profundo y salimos ¿bien? No es que no quiera salir así, es que me pone nerviosa lo que sea que me espera allí —habla temblorosa.
—Deberías… digo, es algo muy inesperado. Algo que estoy seguro de que ambos anhelamos.
—No me ayudas para nada, para nada —hace especial énfasis, yo aprovecho para abrir la puerta y finalmente salir del auto.
—Ven, vamos ya. Solo respira y confía. Por una vez, olvida tus nervios y disfruta del momento, las sensaciones, el ambiente y la compañía —la tomo de la mano a medida que la ayudo a salir del auto.
—No, siempre los olvido cuando estoy contigo. Los momentos, las sensaciones y el ambiente no importan cuando estás a mi lado, Alessandro —refuta rápidamente. Yo me detengo para posarme frente a ella. Me pisa levemente y una disculpa automática sale de sus labios.
—No te preocupes, solo quiero darte un beso de nuevo —agrego tocando suavemente su quijada, mis dedos sienten el calor que emana su suave piel y justo mi boca con la suya en un delicado beso—. Eres Luz, Alessa Digiorni. Y por eso, hoy… quiero hacerte una petición muy especial —digo esas palabras que tanto practique frente a mi espejo.
La rodeo con lentitud y poco a poco quito la venda que descubre sus ojos. Un jadeo instantáneo sale de sus labios y yo me quedo detrás de ella, sosteniéndola de la cintura.
—Alessandro —titubea y tiembla, su preciosa boca imagino que esta abierta en un gran circulo—. Oh por Dios —jadea cuando observa como dos pequeños cuerpos se acercan a nuestro frente y se posan delante de nosotros con mucha rapidez y con una energía muy característica de ellos, extienden aquel papel que contiene la pregunta que tanto esperé por hacerle.
—Cuando todo esto empezó, cuando empecé a sentir estos sentimientos tan… fuertes por ti. La impulsividad me quería ganar para darte el título de novia. Sin embargo, mi razonamiento lógico me dijo que una mujer tan maravillosa como tú, merece a un hombre digno. Y en ese momento yo era un simple niñero envuelto en un problemón que sabemos, no fue mi culpa —tomo un respiro y ella se da media vuelta para posar sus ojos cristalizados frente a mí, abre su boca para hablar, pero yo soy más rápido y poso mi dedo sobre sus labios—. La cosa es, Alessa, que hoy, en una de las ciudades que tanto deseaste visitar, te pregunto. ¿Quieres finalmente ser mi novia y mudarte a vivir conmigo? —indago—. Pero antes de que me respondas, quiero que escuches un par de razones realmente buenas por las cuales debes aceptar ser… —ahora es ella quien pone su dedo sobre mi boca.
Editado: 01.09.2022