Niñero por obligación

Episodio 49: "Amor"

 

ALESSA DIGIORNI

 

Su mano se entrelaza con la mía y siento mis mejillas doler con la sonrisa inmensa que se me dibujó en el rostro durante toda la velada, vamos de regreso al hotel luego de una maravillosa cena donde él reservó todo el piso del elegante restaurante que tuvimos para nosotros solos durante algunas horas.

 

Subir por el ascensor es escuchar mi corazón latir en mis oídos con premura, retumba tan fuerte que siento que me saldrá por la boca. No emito palabras, ambos subimos en silencio mientras acariciamos nuestras manos con delicadeza. Nuestros dedos se rozan en un juego silencioso de anhelo, donde el desespero quiere tomar partida, al menos de mi parte.

 

Lo deseo en todas partes de mi cuerpo, fantaseé con este escenario desde hace mucho tiempo y quiero que hoy se haga realidad.

 

—¿Qué tanto piensas? —su voz me hace girar mi cabeza hacia él. Me sorprendo cuando me lo encuentro tan cerca que nuestras narices se rozan.

 

—¿Yo? ¿Pensando? —me señalo sintiendo que mis latidos se apresuran el doble—. Yo no estoy pensando nada —observo como él asiente con gestos divertidos y las cejas en alto.

 

—¿Segura? ¿Entonces porque mejor no me besas mientras llegamos a la habitación? —él me toma de la cintura y yo por inercia enredo mis brazos en su cuello. Su boca no me da chance de responder, me ataca con rapidez y yo gimo al sentir como su lengua experta invade mi boca por completo.

 

Tiemblo, me siento como una hoja temblorosa porque sé lo que ocurrirá hoy y lo deseo tanto que creo que me voy a derretir.

 

—Tengo calor, quiero… me duele —jadeo dejando su boca a un lado, boqueo cuál pez fuera del agua en busca de oxígeno mientras siento como sus besos se riegan desde mi mejilla, se pasean por mi quijada y llegan a mi cuello, besando sin reservas con una sensualidad que hace que mis piernas flaqueen.

 

—¿Quieres alivio? Yo puedo darte todo el que quieras, lo que pidas… lo que desees porque eres mi reina y como mi reina, debo complacerte en todo porque eso me da placer por igual —habla con una voz tan ronca que quiero que esta maldita caja llegue rápido a nuestro piso.

 

Yo solo asiento sin emitir palabras algunas, me entrego a sus brazos mientras prueba la piel de mi cuello con una apetencia que me encanta. Su olor, su toque me encanta.

 

No hay charlas de por medio, el ascensor al fin se detiene y entre risas deseosas nos adentramos a la habitación. La puerta se cierra y con ella soy estampada contra esta mientras sus labios vuelven a caer sobre los míos con rapidez.

 

Mis manos se cuelan por su traje y quito el saco con rapidez. Ambos nos dedicamos a quitar cada prenda de ropa para que no estorbe, nos queremos sentir y las ganas se nos notan.

 

Su mano se empieza a colar por mi vientre y sin vergüenza alguna, porque él ya me ha visto en ropa interior, dejo que lo haga. Muerdo mi labio deseosa porque sé a donde va su mano.

 

—¿Lo quieres? —indaga y yo chasqueo mi lengua para asentir.

 

—No me hagas esperar, siento que me quemo por dentro —espeto y gimo enseguida cuando sus dedos calientes tocan mi zona sur. Ataviada de tantas sensaciones me abandono a gemir como una posesa. Un grito emana de mi garganta cuando me carga con agilidad y me guinda en su cuerpo hasta que siento como soy dejada sobre la suave colcha.

 

—Al fin serás mía, mi mujer —besa mis labios y con una mirada totalmente oscura me llena de besos dejando una línea desde el valle de mis senos hasta mi vientre. Yo bajo mi vista y lo observo mientras respiro con rapidez, siento las cosquillas llenar mi vientre.

 

—¡Alessandro! —su nombre sale de mis labios cuando deja besos que me hacen contraer más. El tiempo pasa y siento las caricias que me da, la manera delicada pero ruda en la que me trata y me fascina sentirme tan segura cuando se trata de estar con él.

 

El momento llega y de manera inesperada, me gira haciendo que quede sobre él. Puedo observar como se miran sus mejillas sonrojadas, sus labios rojos e hinchados y su mirada brillante.

 

Mi corazón late con más fuerza.

 

Alessandro es precioso, es fuerte, viril. Es… delicioso.

 

—Tú serás quien guie, busca tu placer. Dolerá la primera vez, pero luego no te querrás despegar de mí —aclara y yo asiento, debo tener las mejillas tan rojas como las suyas. Observo como envuelve su falo con el látex mientras siento que cada vez las ansias me consumen más.

 

»Soy todo tuyo, Alessa Digiorni. Desde que todo inicio, desde la primera vez que me tocaste en ese tribunal. Ahora consuma lo que iniciaste, déjate caer —murmura y yo le hago caso. Le hago caso y poco a poco me deslizo mientras le doy tiempo a mi cuerpo de que se adapte a él y a su tamaño.




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