Ninja Oscuro (naruto Uzumaki)

Prólogo

La cuarta gran guerra había llegado a su fin y con ella la mayor amenaza, Akatsuki, aquella sangrienta organización estaba exterminada como sus miembros.

Las cinco aldeas ninjas podrían respirar paz al fin. Pero junto a la alegría de algunos se sumaba la tristeza de otros por sus seres queridos caídos en combate.

Llantos desgarraban el aire de quienes no podían asimilar la idea de muerte de familiares y amigos mientras la lluvia intentaba lavar el polvo del mal que hubo destruido a esas familias.

Naruto caminaba por los escombros en busca de sobrevivientes y heridos pero solo muerte veía. Ninjas que fueron padres,hijos, hermanos, esposos, amantes yacían sin vida allí en medio del lodo envueltos en sangre.

Destrucción. Muerte. Pérdida. Desolación. Su aldea se había vuelto tan oscura como el corazón de la noche. No podía sonreír, simplemente no podía.

Sus lágrimas humedecieron su rostro fundiéndose con la lluvia que abrazaba su cuerpo y el frío congelaba su alma.

Seguía caminando por esos escombros como un autómata, un ente sin vida.

Sus heridas eran insignificantes en comparación con la de esas personas. ¿Ganadores? Una sonrisa irónica se le dibujó en su rostro al pensar en ello.

Aquí no había ganadores sino perdedores. Todos, sin excepción alguna, habían perdido algo. Nadie gana en una guerra. Esa lección la había aprendido demasiado bien. Sentía el dolor en carne propia.

- ¡Neji! - escuchó gritar a Hinata - ¡No! - su dolor desgarraba el alma del ninja rubio quien en silencio se acercó a ella y como único consuelo colocó su mano derecha en el hombro de ella. 
- ¡Naruto! - Ella lo abrazó con fuerza y lloró con todo su ser. Recién pudo ella llorar a su primo.

Naruto podía sentir los temblores de la dulce ninja pero solo atinó a abrazarla.

No podía hablar, tenía un nudo en la garganta y misteriosamente tampoco podía llorar. Ni gritar ni siquiera lamentarse.

Luego de unos instantes Naruto se apartó de ella para mirar el cuerpo sin vida de su amigo, aquel que poseía un gran poder y que tenía un gran futuro que fue destruido abruptamente por esa guerra.

Neji. Recordó cómo la oscuridad estaba haciendo presa del joven ninja en el pasado pero gracias a su ayuda había podido regresar a la luz. Naruto frunció el ceño. Neji no debió morir, esto era muy injusto.

Siguió su camino ignorando a todos. No podía seguir mirando los cadáveres de quienes fueron sus amigos.

No podía soportar los lamentos de quienes seguían con vida. Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por voces conocidas.

En un sector del lugar estaban reunidos los ancianos y otras personas desconocidas para él. Tras acercarse un poco pudo escuchar lo que decían:
- Con el fin de la guerra se acabaron los problemas pero...será difícil resurgir.
- Las cinco aldeas ninjas están en igual situación.
- Pero Konoha perdió fuerza y eso el resto de las aldeas lo saben.
- No, no necesariamente
- ¿Qué? ¿A qué te refieres?

- Somos la única aldea que conserva a su jinchüriki ¿Lo olvidan? El nueve colas sigue estando vivo y con nosotros. 
- Es nuestra mejor arma -
Sonrieron malignamente los allí reunidos mientras planeaban usarlo a él como un arma sin vida alguna. 
- Aguarden - dijo otro - ¿Cómo lograremos la obediencia y lealtad del nueve colas si su portador es tan... problematico?

- Salvó a la aldea ¿No? 
- Esa era su obligación, su deber. No es una azaña. No es como los demás ninjas de konoha. Él siempre será la re-encarnación de Kurama. 
- Me temo que los aldeanos ya no opinan lo mismo.

- En ese caso tendremos que hacer que vuelvan a pensar así. ¿Alguna objeción?
- Ninguna - dijeron a coro los demás.
- Bien, está decidido. Se lo notificaremos al señor feudal entonces.

Naruto estaba helado. Atónito. ¿Cómo era posible que esos imbéciles pensarán tal cosa? ¿Acaso no tenían corazón? ¿No veían el dolor de la gente por las consecuencias de la guerra?

Además querían usarlo como arma, no era concebido como una persona. Después de todo lo que hizo por la aldea. Y los aldeanos...ellos...Corrió alejándose lo más que le fue posible de allí.

Sentía que no podía respirar. El aire comenzó a faltarle y la visión se le fue nublandose. Las fuerzas lo abandonaron y llegó a un punto en el que no pudo seguir.

Trastabillo y cayó rodando por una colina hasta quedar inconciente. La lluvia mojaba su cuerpo y la tierra lo camuflaba ocultandolo de los demás. Sus sienes palpitaban. La oscuridad se apoderó de su persona.

- ¿Qué pasa muchacho? - la voz de Kurama retumbó en su mente - ¿En serio te sorprende eso? 
- Kurama. 
- Ellos nunca nos verán como otra cosa que no sea arma monstruosa. Es sabido 
- Creí que...sería diferente

- Vamos muchacho, en el fondo lo sabías. 
- Yo...
- Sabías que no importaría nada de lo que hagas, para ellos tu esfuerzo no es nada. Lo sabías ¿Por qué crees que te has sentido diferente entonces?

Lo sabía mucho antes de enfrentar a Sasuke y detener su sed de venganza. Aún protegiéndolos a todos era conciente de eso.

Sin importar lo que haga o cuánto se esfuerce...jamás sería reconocido por ellos.

Era su maldición. Estaba condenado a la soledad y el desprecio, a la indiferencia de todos. Podía reír, entrenar hasta reventar del cansancio pero...pero...solo sería visto como un arma. El arma de konoha. Sin derecho a nada.

O accedía a ello o lo torturarían hasta doblegarlo. Matarlo por dentro. 
- Si eso es lo que todos piensan....que se vayan al mismo infierno.

En ese instante Naruto abrió sus ojos la lluvia había cesado, la noche reinaba. Por lo visto no lo descubrieron ya que seguía en el mismo lugar donde cayó. Tras colocarse de pie se quitó la banda que lo identificaba como un ninja de Konoha y se dirigió a la carpa donde se encontraba Hinata.

Por suerte todos dormían. Ella era la única en quien verdaderamente confiaba, sabía que pase lo que pase nunca lo vería como un arma sino como una persona. Pero había perdido mucho y no quería arrastrarla a una existencia fría.




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