Nitla: Alanis

HISTORIAS

Mi habitación estaba en total silencio cuando desperté, lo cual era bastante normal ya que vivíamos alejados de la civilización, con mucho esfuerzo mis padres me habían permitido ingresar a la universidad, desde pequeña fui educada en casa, así que esto era un paso enorme para obtener mi libertad. Mi plan era sencillo:

Paso 1. Convencer a mis padres de que ya no era una niña y podía cuidarme sola.

Paso 2. Lograr por cualquier medio que me dejaran asistir a una universidad normal, como todas las jóvenes de mi edad.

Paso 3. Terminar la carrera que fuese como la mejor de la clase, para que no pusieran más excusas acerca de dejarme vivir sola.

Paso 4. Conseguir un empleo lo más lejos posible de ellos.

Paso 5. Tener mi propio departamento y vivir mi vida como me dé la gana.

Estaba a penas a la mitad del tercer paso, pero el primero y segundo habían sido todo un reto, fue un arduo trabajo convencerlos, y por su puesto habían condiciones: Deberás tener el celular siempre a la mano y contestarlo en la primer llamada, tendrás un escolta que te guiara de ida y vuelta a casa, si necesitas hacer algo en la ciudad avisarás mínimo 2 horas antes para que se prepare un plan en caso de ataque, bajo ninguna circunstancia puedes contarle a tus amigos sobre tus habilidades especiales y mucho menos usarlas en presencia de estos. Y la más difícil de todas esas normas fue: deberás asistir sin peros, ni rabietas, ni pretextos a las ceremonias de convivencia entre aliados, dando por hecho que al asistir tendrás que comportarte como una dama, y vestir de acuerdo al evento. Mi madre había hecho hincapié en la vestimenta porque no le gusta mi forma de vestir, ¿qué tiene en contra de mezclilla y la lycra?; solo en 3 ocasiones asistí a esas ceremonias, después de la tercera ya no quise volver.

Salí de bañarme y me puse lo común, unos pantalones y una blusa blanca desmangada, y mi cabello como era costumbre, mis rizos negros revueltos, sabía que mi madre intentaría peinarme, pero encontraría la manera de escabullirme; baje la escalera sigilosamente revisando que mama no estuviera cerca y corrí hacia la puerta, estaba con la mano en la perilla cuando gritó: ¡Alanis, el desayuno está en la mesa!

¿Porque no intentas peinarte nunca?- dijo mi mamá, tratando de juntarme el cabello; ya basta mamá, así me gusta, además todos me dicen que van conmigo, solo tú eres la incómoda con ellos, genial, otra cosa que intentaba controlar en mí.

Me levante de la silla con un pedazo de hot cake en la boca y le di un beso en la mejilla despidiéndome - sabes que me gusta tu cabello, solo quiero que consideres levantarlo debes en cuando, alcance a escucharla cuando salí de casa.

Afuera estaba mi escolta, listo para nuestro viaje cotidiano, buenos días tony,- buenos días señorita; esas eran las únicas palabras que salían de él, bueno también dice, si, no, consúltelo con sus padres por favor, tiene un vocabulario bastante limitado diría yo, aunque tal vez es lo único que sabe decir, ya que él solía vivir en ese otro lugar y sólo conocía un idioma, supongo no tuvo mucho tiempo para aprender nuestra lengua, antes de venir a ser mi galante escolta. Él era alto y aunque siempre vestía de traje, se notaba que tenía los músculos del cuerpo bastante abultados, siempre de negro y camisa blanca, de hecho no lo había visto jamás con otro conjunto de ropa. Su piel era cobriza, me recordaba a los caballos, incluso juraría que bajo la luz del sol su piel brillaba, y contrastaba muy bien con sus ojos verdes, tan claros y profundos al mismo tiempo.

El recorrido a la universidad no duraba ni 5 minutos, a pesar de que vivíamos casi a una hora de distancia, mi madre había aplicado en el auto lo que mejor se le daba, un conjuro que le permitía viajar a velocidades increíbles, por la ventana solo veía tiras de colores y cuando la velocidad disminuía todo se ponía oscuro, salíamos del túnel, paso a desnivel o cualquier otro sitio cercano a la escuela que estuviera oscuro, para esto nos deteníamos justo en la oscuridad de las paredes, esperando el momento adecuado de salir sin ser vistos. Me ponía algo nerviosa pensar lo que pasaría si alguien viera nuestro auto saliendo de la sombra de una pared, mi preocupación era que pasaría con aquella pobre persona, ¿qué haría Tony con ella? ¿La amenazaría? ¿La golpearía? ¿La desaparecería? O peor aún ¿Se la comería? Había escuchado que algunos de los cambiantes comían personas, no importaba que fueran de su misma especie.

Me bajaba una cuadra antes de la entrada, y Tony dejaba el coche lo más cerca posible en caso de emergencia, después caminaba y él se perdía de mi vista, siempre había querido ver como cambiaba de aspecto, pero nunca lograba captar el momento, sólo sabía que él estaba cerca en cualquier forma animal posible, una vez note que un pájaro me seguía mientras caminaba con mis amigos rumbo a la biblioteca, pero no supe si en realidad era él.

A pesar de que nunca había tenido compañeros de clase, mi primer día fue muy bueno, conocí a mi mejor amiga desde entones, Erin, ella era rubia y de ojos cafés, muy amigable, risueña y demasiado ocurrente, mis padres la adoraron desde el primer día que se las presente, aunque no estuvieron muy de acuerdo al principio, después de conocerla no tuvieron más opción que quererla tanto como yo, ella ya tenía un círculo de amigos, al cual yo me había integrado, estaba Alexa, rubia, alta y muy bonita a mi parecer, Alejandra una morena de curvas impresionantes y obviamente con muchos admiradores y Lucy la pelirroja, con unos ojos verdes encantadores que hacía imposible que no voltearan a verla. Siempre íbamos juntas a todo lados, teníamos las mismas clases, así que era fácil reconocernos, para ser honesta disfrutaba las miradas de las personas cuando pasábamos junto a ellas. Erin y yo éramos las únicas que no teníamos novio y claro éramos las más unidas, mi primer pijamada fue gracias a ella, tenía ya una semana de eso, pero la recordaba como si hubiera sido una noche antes, fue increíble, hablamos de nuestra familia, bueno yo dije solo lo que podía contarle, amigos, viajes y por supuesto novios. La lista de Erin era larga, me habló de su primer beso y de su primera vez, y cuando me toco hablar a mí me dio pena contarle que yo solo he vivido enamorada de un solo hombre desde pequeña.




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