Nitla: Alanis

UNIDOS

Mi madre fue la primera entrar y abrazarme, mi padre se limitó a abrazarnos a ambas sin decir una palabra, nos mantuvimos de esta manera por unos instantes y luego mi padre preguntó:

– ¿cómo estás?

No hubo respuesta de mi parte solo levante los hombros y negué con la cabeza.

– ¿Qué te dijo Eliezer? Inquirió mi madre

– Contra todo lo que tenía pensado, vino a decirme que esperará hasta que lo acepte

– No esperaba menos de él, Alanis, lo conozco como comandante y es una persona bastante hábil y diligente, no dudo de sus capacidades, así que creo que llegaras a quererlo más de lo que te podrías imaginar.

Las palabras de mi padre no tenían sentido alguno para mí – Sí, digo, no es que tenga muchas opciones, si no acepto nos vamos todos desterrados y si acepto todos nos salvamos, no hay mucho que pensar.

– Lo haces sonar como si te estuviéramos condenando a muerte hija –Justo eso haces mamá, pensé para mí.

– ¿Podrían por favor darme unos minutos más a solas?

Mis padres salieron de la habitación sin decir más. Me dolía la cabeza, me sentía aturdida, me senté en el sofá cerca de la ventana, una vez más el cielo de Nitla me tenía cautivada, las 3 lunas ya no estaban alineadas y en el ambiente aun volaban fragmentos dorados del árbol. Creo que tuve un quiebre emocional, era como si en este día me hubieran arrancado todo deseo de continuar, en mi mente solo recordaba las palabras de Marco una y otra y otra vez, quería aferrarme a la idea de que tal vez en algún momento yo podría morir y no ser la pareja de Eliezer, los accidentes pasan, puede pasar.

No tenía ningún plan, no tenía aspiración alguna así que quedarme y unirme a Eliezer parecía la única salida, la única opción, después de todo, ya nada importaba, Marco dejo bastante claro que contra todo deseo de estar conmigo prefería continuar su vida aquí… sin mí, y no había nada que yo pudiera hacer, solo continuar. Todo esto iba a resultar bastante duro, pero era lo que me tocaba vivir y debía afrontarlo, tenía que afrontarlo.

Me miré una última vez en el espejo tratando de encontrarme en el reflejo, pero esa no era yo, mi mirada estaba vacía, mis expresiones no estaban ¿Quién es esta? Bajé la vista, ni siquiera yo podía verme, me daba lastima. Aun con la cabeza baja, me decidí a salir y darles la cara a todos.

– Mamá, ya estoy lista – Baje a reunirme con ellos, la respuesta ante mis palabras fue una enorme emoción de parte de mis padres, les dediqué una falsa sonrisa.

– Ven cariño, debemos arreglarte.

Mi madre me llevo a su habitación y me pidió que entrara a darme un baño, la obedecí, tal vez esa agua podría curarme las heridas internas que tenía; estando adentro me tomé unos momentos no para pensar, porque no estaba pensando solo estaba por estar, quería disfrutar mis últimos momentos a solas, después de todo ahora iba a estar en una relación con un tipo que no conozco, que nunca quise conocer y estaba segura que jamás llegaría a quererlo.

Mi madre llamó, no sé cómo lo hizo pero sonó como si utilizara una bocina, camine lento alrededor de aquel lugar, movía mis manos en el agua hasta que me decidí a salir. Mamá ya tenía listo todo, había diseñado un hermoso vestido en tono azul muy bonito, era tenue y con escote de corazón, de esos con mucha tela que le gustaban a ella, me tomó de la mano y me guio hasta él.

– Esta lindo mamá

– Y puesto en ti, se verá mejor

Le dediqué una pequeña sonrisa, me ayudo a ponerlo solo con un movimiento de manos y ahí estaba yo, en un precioso vestido azul, sintiendo que en cualquier momento iba a desmayarme, al parecer esa agua curativa no ayudo mucho.

– Te vez hermosa, muy hermosa, no puedo creer que hoy te vayas a unir con alguien, que digo alguien, con un futuro rey

– Si, increíble

Mi madre me dio unos últimos detalles, mi cabello lo dejo suelto, solo le dio forma ondulada, mis pies tenían unas zapatillas cerradas azuladas casi en el mismo tono del vestido y por último, me pidió que me quitara el dije de luna que tenía puesto, lo había olvidado, no deje que ella lo quitara, solo lo arranque de mi cuello.

– Puedes deshacerte de él, no quiero volver a usarlo

– ¿Por qué? Si es muy bonito, lo dejaré por aquí y después te lo llevaré

– como quieras – incluso no pude verlo, me dolía saber quién me lo había obsequiado




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