08:00 AM
El tiempo transcurrió tan rápido luego de aquel desopilante suceso. Marcus y Clara acaban de despertarse en sus respectivas sillas, observan detenidamente cada aspecto del nuevo lugar mientras procesan el acontecimiento previamente ocurrido:
—¿Dónde estamos? — Pregunta Marcus, hambriento y sediento debido a los 4 días que yace aquí. Sus heridas son bastante notables, el rostro pálido y llenos de moretones.
—Fuimos cambiados— Responde Clara con la voz tan quebrada.
—Vamos a ser asesinados—Murmulla dillom, como si ya estuviera resignado a su destino.
—Daniel murió por no ceder a la petición de ellos. ¿Qué tan terco puedes ser?—Dice Clara en modo de regaño, con su voz seca y rasposa—. Ya, acéptalo.
Marcus guarda silencio, pausando su mirada en cualquier sitio, como si intentara encontrar una salida que no existiera. Sabe que si no cede, el próximo cadáver tal vez sea el suyo. Pero su ingenuidad es lo suficientemente grande como para soportar lo que sea por su fortuna bancaria.
—¿Y si no es suficiente?— Cuestiona Marcus, su voz quebrándose. La esperanza, aunque débil, aún se aferra a sus palabras.
El aire huele a putrefacción, Las paredes; frías y grises.
Todo se amplifica a una sensación de golpe duro que los rodea.A lo lejos, apenas se escucha el sonido de algo que podría ser maquinaria o tal vez el echo de que No hay retorno, no hay promesas que valgan.
La tensión crece mientras los personajes se enfrentan a las duras realidades de su situación.
Mientras tanto, fuera de esa habitación, que antes era el comedor, ahora totalmente reforzada y sellada improvisadamente por los raptores, Kevin y Héctor se toman un tiempo. No saben qué decir, pero algo deben hacer. El aire es barruntado, cargado de sensaciones prominentes.
—Las cosas se arruinaron, lo sé—Dice Héctor, aún con una amarga expresión.
Kevin, refleja poco y nada, suspira profundamente:
—No hay otra opción, vamos a continuar. Si no cede ante palabras, tarde o temprano cederá con los golpes—Responde Kevin con frialdad, Ya no queda espacio para más dudas.
Héctor, frunce el ceño y su mirada se desvía:
—¿Y si muere?—Pregunta Héctor, su voz titubeante.
Kevin lo observa fijamente, su rostro tan perturbable como una máscara de piedra:
—Ellos no están en condiciones como tú dijiste. En estos días se debilitaron exponencialmente: Dejaron de comer, y ni siquiera han ido al baño más que orinar allí mismo—Continúa Héctor, buscando alguna salida lógica que les permita evitar un desenlace fatal..
—Es hoy o hoy, Héctor...—Responde finalmente Kevin, su tono firme, cargado de urgencia—. Lamentablemente nuestro tiempo se acabó. Un contacto mío me dijo que ya andan buscando sospechas de mí, creen que las vacaciones que me tomé fuera de mi resinto no son reales. Ya hay policías patrullando por el área que he especificado, además de no contestar llamadas.—Hace una pausa, sus palabras se sienten como una sentencia—. Si ya sospechan de mí... Imagínate de ti.
Héctor se queda en silencio, el peso de las palabras de Kevin lo golpea con fuerza. Sabe que si Kevin es descubierto, su propio destino quedaría sellado. El peligro no solo está afuera, sino que también está dentro de ellos, acechando con cada decisión que toman.
El sonido de un reloj que marca el paso de los segundos llena el silencio que se extiende entre ellos. Un reloj que no perdona, que sigue su curso sin importar lo que hagan. sus ojos fríos y calculadores. Ya no hay vuelta atrás.
Finalmente, las puertas del comedor se abren con un sonido que resuena con fuerza, Héctor entra quitándose su mascarilla con un gesto que denota:
—Ya que, ¿qué más da? — Héctor, su voz vacía de emoción, como si ya no quedara nada en él. Al ver el rostro de Kevin su mirada se endurece, porque sabe que las identidades de todos ellos ya son una cuestión sin importancia.
Kevin se acerca a la silla donde está Clarissa. Sus movimientos son rápidos, un reflejo de la tensión acumulada. La toma por los hombros y la sacude levemente, causando que ella gire la cabeza hacia Marcus, sabe lo que viene, pero está atrapada en la misma situación que Marcus: sin salida, sin ninguna opción que valga la pena.
Su único deseo es que Marcus ceda, porque si lo hace, quizás ambos puedan salir libre de esto.
Héctor se acerca a Marcus, con una expresión decidida. Los golpes no cesarán hasta que escuche esa palabra, ese simple "sí" que los liberaría de su sufrimiento, al menos por un momento.
Dentro de la casa, los ruidos se intensifican. El sonido de golpes secos contra el cuerpo de Marcus resuena con fuerza, quebrando la calma. Cada golpe que cae sobre él es un recordatorio de lo que está en juego: su vida, su fortuna, su futuro, todo está al borde del fondo.
Clarissa está visiblemente trastornada por la escena, su rostro pálido y los ojos vidriosos escuchando en la otra habitación. Sin embargo, hay una chispa de esperanza en ella, un hilo muy delgado que no se ha roto.
09:30 am:
El comedor, convertido ahora en una macabra habitación de tortura, está impregnado de la violencia sufrida. La luz ilumina las manchas de sangre que decoran las paredes cercanas a la silla donde Marcus se encuentra. Sus gritos han desvanecido, no porque haya cesado el dolor, sino porque su voz ya no es capaz de seguir resistiendo.
Héctor, cubierto su sudor y con su rostro marcado por la fatiga de una brutal sesión de tortura, observa a Marcus con una expresión impasible.
—Decide—Dice Héctor, con una voz rota, pero clara. Su mirada es fija.
Marcus, apenas capaz de sostenerse, se toma un momento para reunir las pocas fuerzas que le quedan. El dolor en su abdomen, donde los golpes aún arden, es insoportable, pero al final, la supervivencia toma la delantera:
—Se los daré—Susurra con voz rasposa, su mente completamente nublada por el sufrimiento. Sus ojos, antes llenos de una arrogancia incontenible, ahora reflejan una angustia cruda.