La historia NO está actualizada, contiene errores ortográficos entre otros.
Las vacaciones casi terminaban y era momento de volver a la rutina. Todo salió de maravilla y por fin regresábamos a casa. Mi hermana menor logró quedar toda quemada por estar demasiado tiempo bajo el sol sin protección alguna, no era de extrañarse pues a una niña como ella todo le valía.
A pesar de que no sabía nadar mis padres nos llevaron a conocer el mar y me divertí mucho, pero realmente ansiaba regresar a mi hogar y al fin ya me encontraba ahí.
Las calles estaban muy solas, no era una ciudad muy concurrida y mucho menos en vacaciones, era una lástima ya que, aunque fuera un lugar pequeño había mucho para ver. Antes de tomar dirección hacia la casa le pedí a mi padre que parara en la librería La leyenda, era la única sucursal en el mundo. En ese lugar te lograban conseguir cualquier libro que no estuviera disponible en otra parte y no es que fuera un negocio sucio por así decirlo, al contrario, era algo cien por ciento legal.
El encargado era el Sr. Norbert era una persona mayor con su pelo totalmente blanco, usaba anteojos y se le dificultaba un poco el caminar, muchas veces me preguntaba cómo podía seguir llevando la librería. Lo consideraba como un amigo...bueno, más que eso era como si fuese mi abuelo.
Cuando me fui de vacaciones le dejé encargando el último libro de una trilogía que me fascinaba, lamentablemente no podía conseguirlo en otra parte así que tuve que recurrir a él.
Mi padre detuvo el auto mientras se bajaban él y mi hermana a comprar un helado, yo bajé a toda prisa y me dirigí a la librería, entré rápidamente y cuando Norbert me vio sonrió. Después me dijo.
— Pasillo 3, estantería 4.
Le devolví la sonrisa y corrí a toda prisa, ahí estaba mi preciado libro.
Alcé la mano para tomarlo, pero, para mi sorpresa, al mismo tiempo otra mano lo sostuvo.
Levanté la cabeza y me encontré con un chico que me miraba fijamente.
— Oh perdona, este libro ya está apartado.— dije de inmediato.
— ¿En serio? — me preguntó fríamente y sin cortesía alguna —. Yo no vi que estuviera apartado— al decir la última frase hizo unas comillas con sus dedos.
Solté un suspiro, no tenía por qué ser grosero.
— Mira amigo sé que no estaba apartado pero este libro está aquí gracias a mí— dije jalándolo, pero él no lo soltaba — . Llevo esperando todas las vacaciones para poder tenerlo.
El chico simplemente me miró sin expresión alguna.
Estuvimos unos minutos así, no parecía tener intención de dármelo y sé que no era correcto lo que diría, pero debía hacer lo imposible porque lo soltara.
— Veras, te cuento, tengo una hermana muy enferma que ansiaba leer este libro, la verdad es para ella. Si fueras tan amable de dármelo— mentí poniendo una cara triste.
Pude notar en su mirada compasión, movió la cabeza afirmativamente y habló.
— Tu hermana... ¿acaso es esa, la pequeña que está en el auto azul comiendo un helado felizmente? — dijo mirando hacia allá — . Me disculparas pero no parece que este muy enferma que digamos.
— Pero qué demonios, ¿Cómo lo has sabido? — pregunté asustada.
Se encogió de hombros y respondió.
— Solo fue intuición.
— Intuición mis calzones, dame mi libro. — dije jalándolo una vez más.
— No. — respondió jalando el también.
Le lancé una mirada para nada agradable y volví a pedírselo amablemente.
— Vamos, por favor dámelo.
El chico negó, era un hueso duro de roer.
Sin percatarme en qué momento mi hermana llegó, se paró en el pasillo y me gritó.
— Si no te apresuras dice papá que te vas en taxi, tienes 5 minutos. — dijo saliendo de la librería de nuevo.
Genial. Lo que me faltaba.
Para llamar la atención comencé a gritar.
— ¡Sr. Norbert! ¡Sr. Norbert! — pero él no se acercaba.
Y ahí estábamos ambos con el libro en mano, mirándonos fijamente, lo observé con detenimiento, se veía algo mayor que yo, era muy alto, su pelo era negro y sus ojos color miel, llevaba una camiseta pegada y unos pantalones de mezclilla, no era delgado, pero tampoco gordo estaba en forma, diría que iba al gimnasio, pero no podía asegurarlo. El igual me observaba, una sonrisa se coló en su rostro, pareciese como si me quisiera decir algo, pero no se atrevía.
Ya que ninguno decía nada después de unos segundos pregunté de nuevo esperanzada.
— ¿Lo vas a soltar?
El chico negó.
— Creo que tu padre se acaba de ir — dijo alzando la cabeza y sonriendo burlonamente— . Y ni cinco minutos han pasado.
Suspire, este tipo estaba agotando mi paciencia.
Junté la suficiente fuerza y lo jalé, sabía que podía llegar a romper el libro, pero tenía que quitárselo de algún modo. Al atacar el chico me miró divertido, era más que claro que la fuerza de él era más que la mía y mi plan fracasó por completo.
Un grupo de chicos entraron al pasillo donde estábamos nosotros, dándome pequeños codazos y empujones me dijeron —con permiso— disculpe— hasta que una chica me empujó lo suficiente haciéndome soltar el libro.
Mis ojos se abrieron demás, miré al chico y al momento de intentar tomar de nuevo el libro este lo alzó por encima de su cabeza.
— Dámelo. — dije saltando en vano por agarrarlo. Y si, estaba saltando pues soy una chica muy bajita.
— Ya ni modo, lo acabas de soltar, ahora si me disculpas. — pasó por un lado mío y empezó a caminar hacia la caja.
Consejo número uno: Jamás te metas con una lectora furiosa.
El enojo quedó en modo ON, tomé suficiente aire y corrí lanzándome sobre él, a pesar de ser pequeña logré derribarlo. El chico cayó boca abajo pues no se esperaba mi impacto, en ese descuido soltó el libro. Pasé por encima de él para agarrarlo cuando sentí que me jaló del tobillo haciéndome caer dándome un golpe en la mandíbula, solté una maldición y empecé a gatear, pero cuando acorde el chico se subió encima de mí, ambos teníamos en mismo objetivo: tomar ese libro.