No Apto para menores

Capítulo Treinta y uno

Muchas personas podrían decir que no es para tanto, que no es tan grave tener un tatuaje, pero al menos para mis padres era algo muy fuerte mucho más porque lo hice a una corta edad.

Debo admitir que no es algo de lo que me sintiera orgullosa, por eso se convirtió en mi secreto más preciado.

Nunca se habían enterado y realmente no esperaba que eso sucediera, el secreto estaba bien guardado hasta que ese maldito engendro del demonio lo descubrió.

Ingenuamente creí en sus palabras pensando que no lo diría, pero viendo la situación en la que me encontraba creo que me había equivocado por completo.

No quería sonar agresiva, pero tenía demasiado coraje dentro de mí que quería ir a golpear a Laín. Al final de cuentas eso era su culpa pues solo nosotros dos lo sabíamos.

Mi madre mientras tanto estaba cruzada de brazos esperando la respuesta a su pregunta.

— Lo siento. —fue lo único que pude decir. Ella negó.

— No te estoy diciendo que lo sientas, estoy diciendo que nos digas cuándo, dónde, por qué, cómo, quiero todo con detalles Sofía. ¿Alguien más lo sabe? ¿Eduardo lo sabe?

— Nadie lo sabe...—dije de inmediato.—Excepto Laín.

— ¿Laín? ¿Cómo es que él lo sabía y nosotros no? acaso pensabas tatuarte también su nombre pero ahora en la bubi —  dio mi mamá levantando ambas cejas

—¿Qué? No mamá como se te ocurre pensar eso.

— Pues es que simplemente ya no sé qué pensar, no entiendo, no me cabe en la cabeza porque...

— Perdón. —dije de nuevo.

— Un perdón no va a resolver nada y lo sabes. —dijo mi padre—. Has traicionado la confianza y eso va a ser muy difícil de recuperar.

—Jamás pensamos que llegaríamos aesto, si tu abuela hubiera sabido que hicealgo así no viviría para contarlo. No sé qué castigo podría ponerte—habló mi madre—. No es como si salieras mucho, ya prácticamente no tienesningún amigo... te podría prohibir leer...

Mi padre y yo la miramos con sorpresa, en un caso tan delicado como este como se le ocurría decir eso.

— Te iras de la casa. —dijo mi padre.

— ¿Qué? — hablamos mi madre y yo al unisonó—. Lo siento, pero necesitas ser reprendida.

— ¿Y tú forma de hacerlo es corriéndola? —preguntó mi madre mirándolo serio.

— Tú le ibas a prohibir leer...ese no es un gran castigo que digamos.

— Pero no podemos correrla eso es demasiado.

— Somos una familia conservadora, algo como lo que hizo no es perdonable tan a la ligera.

Hablaban como si no estuviera ahí.

— Envíenla con la tía Laura. —dijo mi hermana saliendo detrás de los sillones —. Saben que ella la corregirá.

Mis ojos se abrieron de más y rogaba porque no le hicieran caso.

— Tú no te metas en esto. —inmediatamente hablé.

— Yo no soy la que tiene un tatuaje de mi ex en sus pompas, además de un ex que se metió con mi mejor amiga, pobre de ti.

— No peleen. — ordenó mi padre.

— Aguarda...tu hermana tiene razón, te irás con Laura. —dijo mi madre.

— Prefiero irme de la casa. — susurré.

No tenía manera de describir a la tía Laura, solo diré que era el diablo en persona.

Tenía un colegio para señoritas y digamos que estar ahí y con ella presente era el mismísimo infierno y no exageraba. Realmente sería una pesadilla para mí.

— Mientras estas ahí y recapacitas lo que hiciste buscaremos a alguien que te borré eso. —se levantó del sillón y antes de salir de la sala me dijo—. Estoy muy decepcionado de ti. Esas eran las peores palabras que un padre te podía decir.

Una vez que estuvimos mi madre y yo solas me acerqué con ella.

— Mamá, sé que hice mal pero mejor prohíbeme leer solo no me mandes con Laura por favor. —prácticamente estaba suplicando.

— Ya está decidido, y en cuanto llegue del trabajo me contaras la historia de ese tatuaje ¿entendido? — asentí— Y procura que nadie más se entere de esto.

Mis padres se fueron a trabajar y mi hermana a la escuela, yo ya no alcanzaba a ir así que cuando ellos se fueron salí a toda prisa de la casa directo a la librería. Se suponía que ya no tendría que ver a Laín, pero ese desgraciado me iba a tener que escuchar.

Al entrar Laín estaba en el mostrador sentado tomando un café, me acerqué y se sorprendió de verme, inmediatamente se levantó y yo lo recibí dándole una fuerte bofetada.

— ¿Ahora que hice? —preguntó confundido.

— Le contaste a mis padres, ¡les mandaste las fotografías de mi trasero!

En ese momento se escuchó un libro caer a mis espaldas, fue entonces que me percaté de que no estábamos solos, me di la vuelta y vi como una chica salía rápidamente de ahí.

— Pequeña yo no mandé nada, te lo juro que no fui yo. Ayer hablamos de esto, te dije que no diría nada.

— ¿Entonces quién fue? Nadie sabía de esto, excepto tu y yo.

— No lo sé, no sé cómo llegaron a manos de tus padres, pero te lo dije, no fui yo.

— No sé puede confiar en ti.—dije dirigiéndome a la salida.

— Mañana ya me voy. Se supone que me iría hasta dentro de dos días, pero mi abuelo cambio de opinión, ya no me quiere aquí.

— ¿Y eso a mí qué? —dije mirándolo de reojo.

— ¿No te importa? —preguntó.

— No la verdad no.

— ¿Realmente no me extrañaras? Sonreí y volteé a mirarlo.

— Sabes Laín, tenía pensado olvidarte, olvidar que te conocí, pero creo que no podré.

— ¿De verdad? —sonrió esperando algo bueno.

—Nunca podría olvidar a la persona que arruinó mi vida.

 

 



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En el texto hay: romance juvenil, secretos, apuestas

Editado: 23.02.2020

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