No Apto para menores

Capítulo Treinta y dos

— Creo que estas dramatizando un poco, llegar al extremo de decir que te arruiné la vida, yo no lo hice. Sé que estas molesta, sé que no me crees, pero te lo dije, no te perjudicaría nunca. — Laín se acercó a mí y me tomó las manos— . Me pediste que me alejara de ti y eso haré pequeña, pero te pido que mañana antes que me vaya vengas. Te prometo averiguar quién le mando las fotografías a tus padres.

— No es necesario — dije soltándome de su agarre— . Ya es tarde, hayas sido tu o alguien más ya es tarde para remediar las cosas. — dije saliendo de ahí dejando a Laín parado con la mano tendida.

Antes de regresar a casa fui a comprarme un bote de nieve en ese momento lo único que quería era estar en mi habitación despanzurrándome con nieve.

Las cosas ya estaban hechas, Laín se iría, ya no lo volvería a ver pero entonces...¿por qué eso no me alegraba?

Después de comprar la nieve regresé a casa, subí a mi habitación y mientras comía me puse a ver una película, no era el momento de hacer eso, pero necesitaba distraerme, al final de cuentas ya todo se había salido de control, ya que más me quedaba.

Al acabarme el bote de nieve me entró el sueño, me acomodé en la cama y me quedé dormida.

...

No sé cuánto tiempo pasó, la vibración del celular me hizo volver en sí, abrí los ojos y vi el mensaje.

<<Fue Tiffany quien mando las fotos>>

<<Vaya Laín ahora culpas a tu ex>>

<<Ella confesó>>

Me mandó un audio donde Tiffany le contó lo que hizo, pidiéndole disculpas por ello.

Aunque realmente sus disculpas ni sonaban sinceras.

<<No sé cómo las consiguió, pero esa mujer es realmente un peligro>>

<<Así como tú. Ya ni modo el daño está hecho, mis padres se enteraron y eso no se puede cambiar, una disculpa por haberte culpado. Buenas noches, Laín. >>

<<Buenas noches pequeña>>

Dejé mi celular de lado cuando mi madre entró a la habitación sentándose a la orilla de la cama.

— Fue un día muy pesado para todos, pero aquí estoy para que me cuentes ahora si como estuvieron las cosas.

Miré el techo y solté un suspiro.

— Hace años te pedí permiso de ir a una pijamada en casa de Lis ¿recuerdas? Asintió.

— Fue en esa ocasión. Yo era una joven tonta súper enamorada, y pensaba que Eduardo era el chico de mi vida, con el que me casaría y todo eso. Quería hacerle un regalo y que mejor forma de demostrárselo mediante un tatuaje.

— No podías simplemente darle un boleto para que fuera a ver a su equipo de fútbol favorito, unos chocolates, un regalo normal.

— No pensé bien las cosas cuando lo hice madre, y ya sé que estuvo mal.

— ¿Cómo es que alguien accedió a hacerlo si eras menor de edad?

— Soy buena persuadiendo a la gente...o al menos lo era, además le di todos mis ahorros. — dije bajando la cabeza a penada.

Mi madre se puso la mano en la frente.

— No puede ser.

— Para hacérmelo le dije a Lis que me cubriera que iría a un lugar, pero nunca supo a donde. El tatuador me dijo que el trasero era un lugar donde nadie me lo vería...más que mi novio. Y bueno me lo hizo, tomamos unas fotos y ya.

— Pero nunca se lo enseñaste...¿por qué? Me encogí de hombros.

— Luego me di cuenta de que no había sido lo correcto, me arrepentí, y luego bueno el me dejó.

— Ay, Sofía...como se te ocurrió.

— Ya está, cumpliré mi castigo y no cometeré otra estupidez como esa., Me miró con un poco de compasión.

— Lamento que las cosas hayan salido así hija— dijo saliendo de mi habitación— Descansa Sofí.

— Hasta mañana mamá.

...

Los rayos del sol entraron por mi ventana, abrí los ojos y me tallé los ojos, miré la hora eran pasadas de las nueve, no tenía idea a qué hora se iría Laín, pero quería ir a verlo, debía hacerlo.

A pesar de todo lo que ocurrió una parte de mi necesitaba de él.

Entré rápidamente al baño a lavarme y una vez que estuve lista bajé, mis padres y mi hermana ya no estaban, salí corriendo de mi casa y tomé un taxi directo a la librería.

Por poco y no llego, Laín estaba subiendo las maletas al taxi, cuando me acerqué a él me dijo.

— Ya es hora pequeña, pensé que no querías verme. — subió su última maleta.

— A pesar de todo lo que pasó quiero dejar las cosas arregladas contigo.

— Eso me alegra saberlo. — dijo acercándose a mí.

— Dejemos todo en claro y pongamos punto final a esto. Te deseo lo mejor y espero que ya no te metas en más problemas Laín...

— ¿Me vas a extrañar? — me preguntó de nuevo interrumpiéndome. Sonreí.

— No puedes interrumpir, así como así, realmente estás loco.

— Sí, si lo estoy. Estoy loco por ti.

Se acercó a mí y me envolvió con sus brazos, un último abrazo, el abrazo de nuestra despedida.

Pasó sus manos alrededor de mi cintura y me besó, sin titubear le correspondí, en ese beso muchas emociones se mezclaron. Cuando nos separamos Laín me acomodo un mechón de cabello tras la oreja y me dio un beso en la frente.

— Nunca olvides que te quiero pequeña.

— Cuídate, Laín, adiós.

— No es un adiós, es un hasta pronto. — al decir esto me guiño el ojo se subió al taxi, me dedico una de sus típicas sonrisas mientras yo veía cuando se alejaba.

Iba a extrañar a ese maldito.

Caminé de regreso a mi casa pues ya no tenía dinero para tomar otro taxi. Abrí la puerta y mi madre me sorprendió, pensé que estaba en el trabajo.

— ¿Te fuiste a despedir de él cierto?

— Lo siento, tenía que hacerlo.

— Por supuesto, por cierto, ayer hablé con Laura, te irás para allá este fin de semana.



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En el texto hay: romance juvenil, secretos, apuestas

Editado: 23.02.2020

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