No Confies En El

MI AMIGO

Yo, un niño de 12 años tranquilo y simpático, siempre me juntaba con pocos niños, y aunque no demostraba ninguna expresión al ser excluido, sí me dolía. Me dolía mucho. Me dolía el saber que mis únicos amigos son mamá y papá, pero nunca estaban en casa. Siempre trabajan temprano hasta tarde.

Así yo, desde pequeño, aprendí a hacerme mis cosas solo: cocinarme solo, bañarme solo, vestirme, hacer mi cama y las de mis papás. Hacía eso y mucho más. No me gustaba la escuela, pero tampoco la casa. En ninguno de los dos sitios convivía con alguien. En la escuela, los profesores siempre trataban de ser amistosos conmigo, pero claramente, al ser alguien no muy sociable, se notaba que en realidad solo lo hacían por obligación.

Cada vez que me voy caminando a mi casa, voy mirando el paisaje. No es maravilloso, pero entretiene. Ya llegando a casa, dibujo y me la paso haciendo matemáticas. Soy un ñoño, lo tengo entendido, pero no hay mucho más que pueda hacer en contra del aburrimiento.

Siempre, en las noches, duermo con la luz encendida porque cuando está apagada, cualquier objeto como silla, ropa o mueble lo asocio a la silueta de una persona. Los fines de semana mis padres no están en casa. Salen a casa de tíos o abuelos. Yo no voy; a ningún otro familiar le agrado. Siempre estoy en su contra o los desafío.

En cambio, me quedo en casa dibujando o salgo a la calle a ver a otros niños jugar, ver a los adultos conversar y la gente haciendo labores. Pero definitivamente, lo que más me gusta es irme al bosque, que queda a tan solo unas cuadras de mi casa. Allá hay mucho más: como pájaros, animales, hojas, tierra. Pero sobre todo, está él. Mi gran amigo. Siempre que voy, escucho su voz, pero nunca lo veo, por más que trato de alcanzarlo.

Es muy divertido y dice que él es igual. Es muy fascinante charlar con él. Puedo estar horas, incluso hasta la noche, cuando ya mis padres me salen a buscar.

Siempre que esto sucede, se enojan y me castigan, incluso me encierran en mi cuarto. Y aunque lo entiendo, no puedo evitar molestarme. Los meses avanzan, y yo sigo sin tener amigos. Los profesores y mis padres se preocupan y me dan consejos, pero yo sé que mi único amigo está allá, en el bosque… y no les he dicho nada.

Poco a poco, mis visitas al bosque se vuelven más frecuentes. Ya no voy solo los fines de semana, ahora también los miércoles, jueves y viernes. Mi amigo dice que debería ir todos los días, pero no puedo por mis estudios y deberes. A veces se molesta, aunque rápidamente se calma. Ahora jugamos a las escondidas: él cuenta, yo me escondo, y cada vez que me encuentra dice "te vi". No sé cómo, pero cuando cierro los ojos... aparezco en lugares diferentes. No me parece raro, porque nunca ha querido mostrarme su cara ni nada que lo revele.

Pero eso no es todo. Cada noche, al irme a dormir, escucho su voz… suave, casi susurrando, pero clara. Me dice que salga al bosque para jugar a las escondidas. Y aunque quiero hacerlo, sé que no puedo. Mis padres no me dejarían, o me castigarían.

Él me tranquiliza y dice que no importa, que mañana podré ir un rato más, porque tiene nuevos juegos para enseñarme. Le he preguntado muchas veces cómo es su cara… pero siempre responde lo mismo: “Algún día podrás verla, dice que cuando vaya al bosque de noche me mostrara.

Charlamos hasta que, sin darme cuenta, me quedo dormido. Al día siguiente, en clases, me la paso dibujando rostros—retratos de cómo imagino su cara, según lo que he llegado a entender. Los profesores se asustan con frecuencia, aunque no sé por qué. Me quitan las hojas y me piden que me concentre solo en las materias.

Cuando terminan las clases, no vuelvo a casa: voy al bosque. Porque él está ahí. Siempre esperándome, y celebrando que haya venido. Primero conversamos mientras camino—no sé si él también lo hace. Luego me ayuda con las tareas del colegio, me cuenta chistes... y terminamos, como siempre, con un juego de escondidas.

Cada vez que encuentro el camino de regreso, antes de irme a casa, escribo con una piedra un “adiós” sobre la tierra. Es mi forma de despedirme de él, porque después de encontrarme en el juego de escondidas… ya no me habla más.

No lo vuelvo a escuchar hasta la noche, cuando me acuesto en mi cama. Entonces su voz regresa, susurrando, invitándome una vez más a ir al bosque.

y como siempre le digo que no el al escuchar esto ahora s emolesta un poco mas que antes dice que esta aburrido por lo que lo calomo diciendole bromas o cosas que sucedieron en mi colegio y el tambien me cuenta bromas, bromas que me hacen reir tanto que despierto a mis padres en medio de la noche.

Sin duda, lo más inesperado me ocurrió aquel jueves. Me fui al bosque molesto, luego de que Kevin—un compañero de clase—pasara todo el día burlándose de mí. Le conté lo sucedido a mi amigo del bosque, y él solo respondió que hablaría con Kevin, pero que por ahora debía volver a casa.

Al llegar me acosté a dormir, extrañado por su silencio. No me habló esa noche. Al día siguiente, en la escuela, Kevin estaba distinto. Permanecía en un rincón, no hablaba con nadie y ni siquiera me miraba. Su rostro reflejaba puro espanto. Así pasó todo el día. Cuando los profesores le preguntaban qué le había ocurrido, solo repetía que no podía decirlo.

Sin duda, lo más inesperado me ocurrió aquel jueves. Me fui al bosque molesto, luego de que Kevin—un compañero de clase—pasara todo el día burlándose de mí. Le conté lo sucedido a mi amigo del bosque, y él solo respondió que hablaría con Kevin, pero que por ahora debía volver a casa.

🛏️ Al llegar me acosté a dormir, extrañado por su silencio. No me habló esa noche. Al día siguiente, en la escuela, Kevin estaba distinto. Permanecía en un rincón, no hablaba con nadie y ni siquiera me miraba. Su rostro reflejaba puro espanto. Así pasó todo el día. Cuando los profesores le preguntaban qué le había ocurrido, solo repetía que no podía decirlo.



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En el texto hay: misterio, terror, ficcion

Editado: 01.09.2025

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