El candado cedió con un chirrido metálico, como si protestara por ser liberado después de tantos años. Clara contuvo el aliento mientras la cadena pesada se deslizaba entre sus dedos y caía al suelo con un golpe sordo que resonó en el pasillo vacío. La puerta del baño, pintada de un blanco amarillento por el tiempo, se abrió lentamente, revelando una oscuridad espesa que olía a naftalina y algo más… algo dulzón, como fruta pasada.
Con la mano temblorosa, buscó el interruptor. La luz parpadeó una, dos veces, antes de iluminar por completo el pequeño cuarto de baño.
Y allí estaba.
El espejo.
Cubierto por una sábana blanca manchada de humedad, sus bordes se adivinaban bajo la tela, grandes y antiguos, con un marco de madera oscura tallado con símbolos que le recordaron vagamente a los que había visto en libros de ocultismo. Clara se acercó, los dedos extendidos. El aire estaba cargado de electricidad estática, como antes de una tormenta.
—Solo es un espejo viejo —murmuró para sí misma, pero las palabras sonaron huecas, falsas.
Con un movimiento rápido, como arrancando una curita, tiró de la sábana. El tejido resbaló y cayó en un susurro fantasmal a sus pies.
Su reflejo la miró desde el cristal.
O casi.
Porque Clara parpadeó… y su reflejo lo hizo un segundo después.
Un latido de retraso. Un desfase imperceptible para cualquiera que no estuviera prestando atención. Pero Clara estaba prestando atención. Demasiada.
—¿Qué…?
Se acercó más, hasta que su aliento empañó el vidrio. Su reflejo hizo lo mismo, pero más lento, como si estuviera bajo el agua. Clara levantó la mano derecha, tocando el cristal frío. Su reflejo levantó la izquierda.
Espejo. Claro. Inversión lateral.
Pero entonces… ¿por qué el parpadeo tardío?
Un escalofrío le recorrió la espalda cuando notó que la temperatura en el baño había bajado drásticamente. Su aliento salía en pequeñas nubes blancas ahora, y el espejo se empañaba más de lo normal, como si alguien más estuviera respirando del otro lado.
—Esto es ridículo —susurró, intentando convencerse a sí misma.
Fue entonces cuando vio el movimiento.
Detrás de ella, en el reflejo del pasillo que el espejo capturaba, algo oscuro se deslizó más allá de la puerta. Algo que no estaba allí cuando se dio la vuelta.
El corazón le latió con tanta fuerza que le dolió el pecho. Con movimientos torpes, retrocedió hasta chocar contra la pared opuesta, sin apartar los ojos del espejo. Su reflejo, ahora borroso por el vaho, seguía mirándola fijamente… y sonreía.
Una sonrisa lenta, deliberada, que no se correspondía con su propia expresión de terror.
Clara gritó y salió corriendo del baño, cerrando la puerta de golpe tras de sí. Se quedó temblando en el pasillo, con las manos en la boca para sofocar los jadeos.
Desde el otro lado de la puerta, un sonido suave, casi musical, llegó a sus oídos: el crujido del cristal cuando alguien—o algo—pasaba una uña lentamente sobre su superficie.
Toc. Toc. Toc.
Editado: 09.10.2025