No Confíes en tu Reflejo

Capítulo 5: El diario de la abuela

El olor a lejía quemaba las fosas nasales de Clara mientras frotaba con furia las manos bajo el agua helada del lavabo de la cocina. Aún podía sentir la viscosidad de aquel líquido negro que había brotado del grifo del baño, como si la casa misma estuviera sangrando. Tres días habían pasado desde el incidente con el espejo, y aún no se atrevía a volver a ese cuarto, usando en su lugar el pequeño aseo de la planta baja.

El martillo yacía sobre la mesa del comedor, junto a un paquete de clavos nuevos. Hoy era el día en que sellaría esa puerta para siempre. Pero primero, necesitaba fortaleza. Una taza de café humeante se alzaba frente a ella, su superficie negra como el agua que ahora evitaba.

Toc. Toc. Toc.

Clara se irguió de golpe, derramando café sobre la mesa. Los nudillos de alguien golpeaban la puerta principal con insistencia.

¡Clara! ¡Abre, sé que estás ahí! - La voz de Sofía atravesó la madera.

Al abrir, se encontró con el rostro preocupado de su amiga, quien sostenía una bolsa de papel marrón y una botella de vino.

No me has contestado los mensajes en dos días - acusó Sofía, pasando sin invitación mientras olfateaba el aire - ¿Estás... blanqueando la casa a las 10 de la mañana?

Limpieza de primavera - murmuró Clara, cerrando la puerta con demasiada fuerza.

Sofía no era tonta. Sus ojos verdes escudriñaron cada centímetro de Clara antes de depositar la bolsa sobre la mesa manchada de café.

He traído pan recién horneado y... - sacó la botella - líquido valiente. Porque vas a necesitarlo para lo que te voy a decir.

Clara cruzó los brazos, sintiendo cómo el pulso se le aceleraba. Sofía sacó su teléfono y deslizó la pantalla antes de dárselo.

Lucas consiguió esto del archivo municipal. Es el plano original de la casa, de 1923.

Clara tomó el dispositivo con dedos que apenas temblaban. La imagen mostraba un dibujo técnico amarillento de la planta baja. Pero había algo extraño...

¿Qué es esa habitación? - señaló un espacio rectangular junto al baño que no existía en la distribución actual.

Sofía mordió su labio inferior.

- Eso es lo raro. Lucas dice que, en las reformas de 1955, tu abuela mandó tapiar esa área. Pero según permisos, nunca hubo obra registrada.

El café de Clara se revolvió en su estómago. Sin mediar palabra, se dirigió al salón y comenzó a empujar el pesado sofá que siempre había estado en ese rincón particular. La madera del piso crujió bajo su peso.

¡Clara! ¿Qué demonios...?

Ayúdame - ordenó, ya arrodillada, pasando los dedos por las junturas de las tablas - Tiene que haber... aquí.

Con un chirrido siniestro, una de las tablas se levantó bajo sus uñas, revelando un espacio oscuro debajo. El olor a moho y tiempo encapsulado les golpeó al unísono. Sofía retrocedió instintivamente, pero Clara ya metía la mano en aquel hueco, sacando un objeto cubierto de polvo.

Un diario de cuero envejecido, atado con una cinta descolorida.

Las páginas crujieron como huesos al abrirlo. La primera entrada estaba fechada el 12 de junio de 1954, en una letra elegante que Clara reconoció de inmediato:

"Hoy el espejo llegó a casa. Eduardo lo trajo de su viaje al norte, diciendo que era un regalo para nuestro aniversario. No le dije que desde el momento en que los hombres lo descargaron del carruaje, sentí que el aire se espesaba..."

Clara devoró las páginas con avidez, cada entrada más inquietante que la anterior. Su abuela describía cómo el espejo había sido creado por un ocultista del siglo XIX para atrapar almas, cómo su marido había comenzado a pasar horas frente a él, murmurando conversaciones con su reflejo.

Madre de Dios - susurró Sofía, leyendo por encima del hombro - Esto es... ¿tu abuelo?

Clara no respondió. Había llegado a la última entrada, fechada el mismo día de la muerte de su abuelo, 30 de octubre de 1955:

"Lo he encerrado donde no puede hacer más daño. El ritual funcionó, pero el precio fue alto. Eduardo está muerto, aunque su cuerpo sigue caminando. He tenido que esconder la verdad incluso de nuestros hijos. El espejo lo tiene ahora, y yo tengo el espejo. Nunca dejes que te vea dormir. Nunca le des tu nombre completo. Y por todo lo sagrado, no dejes que salga."

El sonido de cristal rompiéndose en el piso superior las hizo saltar a ambas. Clara alzó la vista hacia el techo, sabiendo exactamente de dónde provenía. El espejo. El maldito espejo.

Sofía la agarró del brazo con fuerza.

- Vamos a llamar a alguien. A la policía. A un sacerdote. A... ¡alguien!

Pero Clara ya sacaba el martillo de la mesa, su decisión tomada. Las palabras finales de su abuela resonaban en su mente mientras subía las escaleras con determinación. Esta noche no habría más mensajes. No más reflejos que no eran suyos.

Esta noche, el espejo aprendería lo que significaba tener miedo.



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 09.10.2025

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