No Confíes en tu Reflejo

Capítulo 23: El Plan Desesperado

El moretón en su brazo ardía con un frío que penetraba hasta el hueso. Cada vez que Clara lo miraba, veía la forma de aquellos dedos espectrales, una marca de propiedad impresa en su carne. Las palabras de su reflejo—"Pronto seré tú"—retumbaban en su cráneo como un tambor funerario. Ya no era una amenaza etérea; era una promesa en proceso de cumplirse.

Encontró a los demás en la cocina. El Dr. Moss tenía libros y notas esparcidos por la mesa, su rostro era una máscara de frustración. Sofía intentaba sin éxito hacer que el eidolón de David reaccionara, preguntándole cosas que solo el verdadero David sabría. La criatura solo la miraba con esa placidez vacía, un espejo sin reflejo.

—Mira —dijo Clara, mostrando el moretón negro en su brazo.

El horror se pintó en los rostros de Sofía y el Dr. Moss. El señor Walter, desde su rincón, emitió un gruñido grave.

—Está acelerando —murmuró el parapsicólogo—. La marca física… significa que la conexión es casi simbiótica. Tu esencia y la del eidolón se están entrelazando.

—Ya no podemos esperar —declaró Clara, su voz no dejaba lugar a dudas—. No podemos permitir que termine lo que empezó. No podemos dejar que David… que el verdadero David, sea consumido allí dentro mientras esta cosa —señaló al eidolón con desprecio— ocupe su lugar.

—¿Y qué propones? —preguntó Sofía, desesperada—. ¿El ritual de sal otra vez? Ya vimos lo que pasó.

—No —Clara negó con la cabeza, sus ojos brillaban con una luz febril—. El espejo. O lo que queda de él.

—El marco —comprendió el Dr. Moss, su expresión se volvió de alarma—. Clara, el diario de tu abuela, el señor Walter… todos advirtieron: si el espejo se rompe, él será libre. ¡Y así fue!

—¡Ya está libre! —gritó Clara, la tensión rompiéndose en su voz—. ¡Libre para pasearse en la copia de David, libre para marcar mi piel, libre para torturar al hombre que amo en alguna dimensión de pesadilla! El marco ya no es su celda. Es… su máquina. Su fábrica. Y mientras esa cosa siga en pie, puede seguir funcionando. Puede seguir haciendo más como él. —Señaló al eidolón de David.

—Pero si lo destruimos… —protestó Sofía.

—¿Qué? ¿Qué podría pasar que sea peor que esto? —Clara interrumpió, su mirada ardía—. ¿Que se enfurezca? Ya está enfurecido. ¿Que intente poseerme? Ya lo está haciendo. Tal vez… tal vez destruir la máquina lo debilite. Tal vez le quite su poder para crear más eidolones. Tal vez, sin el marco, el vínculo con el verdadero David se rompa y él… él pueda encontrar la paz.

Era un plan nacido de la desesperación, tejido con los hilos rotos de la lógica y la esperanza. Ignoraba por completo la advertencia más crucial, la apelaba a una posibilidad remota.

El señor Walter se levantó lentamente. —Elena tenía miedo de esto. Tenía miedo de que alguien, en su desesperación, pensara que destruir el espejo era la respuesta. Es la trampa final, Clara. Él quiere que lo destruyas. Porque cree que en el acto de la destrucción, en el caos y la liberación final de energía, podrá consumirte por completo.

—¿Y qué alternativa tenemos? —preguntó Clara, desafiante—. ¿Esperar a que me convierta en eso? —Señaló al eidolón de David—. ¿O a que él termine de ser borrado? No. No. Tengo que intentarlo.

El Dr. Moss la observó, evaluando su determinación. Sabía que no podía disuadirla. —Si lo hacemos, no puede ser solo con un martillo. Necesitamos algo que pueda… contener la explosión, por así decirlo. Un contrarritual. Algo que proteja a Clara en el momento del impacto.

—El medallón —sugirió Sofía, señalando la pequeña pieza de plata que Moss tenía sobre la mesa—. Y las hierbas. Podemos crear un círculo alrededor de Clara, no del espejo. Para protegerla a ella cuando lo haga.

Era un plan débil, casi ridículo frente a la magnitud de lo que pretendían hacer. Pero era un plan. Una acción.

—Está bien —aceptó Moss, con renuencia—. Pero Clara, debes entender. Es una apuesta enorme. Podrías estar abriendo la puerta a algo mucho peor.

—No hay nada peor que perderlo todo sin luchar —respondió Clara con firmeza.

Prepararon lo poco que tenían. Moss dibujó un círculo con tiza en el suelo del recibidor de la casa de la abuela, justo frente a la puerta del baño. Colocó velas en los puntos cardinales y esparció las hierbas restantes alrededor. Le dio el medallón de plata a Clara.

—Sujétalo fuerte. Concéntrate en quién eres. En tus recuerdos, en tu nombre. No dejes que la confusión del momento te haga vacilar.

Clara asintió. Tomó el martillo que había usado antes. Pesaba mucho más ahora, cargado con el peso de una decisión que podía condenarlos a todos.

El eidolón de David los había seguido, observando desde la puerta de entrada con su mirada vacía. No hizo ningún intento por detenerlos. Solo miraba, como si estuviera esperando el espectáculo.

Clara se paró en el centro del círculo. Respiró hondo, sintiendo el metal frío del medallón contra su palma. Al otro lado de la puerta abierta del baño, el marco de madera oscura parecía latir con una luz negra. Los símbolos tallados se retorcían ante sus ojos.

—Por David —susurró para sí misma.

Y entonces, ignorando el grito de advertencia final del señor Walter, Clara salió del círculo protector y se abalanzó hacia el marco con el martillo en alto. No era un acto de fe. Era un acto de pura rabia y desesperación.



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 30.10.2025

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