Me miro en el espejo y repaso mis facciones, ya no soy la misma, los años no han pasado en vano. Esta noche es mi fiesta de cumpleaños, ya son treinta y cinco abriles, como diría mi madre.
En un mes, cumpliremos quince años de matrimonio. Sí me casé muy joven, enamorada y con muchos sueños e ilusiones, que se fueron deshaciendo como el papel humedecido, con el transcurso de los años.
Nada ha sido color de rosa, pero estoy consciente que el vínculo del sagrado matrimonio, como dijo el padre el día que nos casó, es para toda la vida o al menos así debe ser.
Carlos, dista mucho de ser el esposo ideal, con el transcurso de los años se ha vuelto frío, indiferente, distante y desapegado conmigo.
Hace un par de años, sus infidelidades empezaron a ser más frecuentes y descaradas. Sin embargo, por el bien de mis hijos y ese amor que jure frente al altar, he permanecido aquí. Aunque tal vez la realidad es que "No debí, quedarme".