Naty mi hija, se ha esmerado en organizar mi fiesta de cumpleaños, se supone que sería algo familiar, pero creo que esta niña se emocionó demasiado.
—Mami todo esta listo—Dice emocionada —En serio aún no te arreglas, mamá.
—Ya estoy lista, amor—Respondo.
—No pensarás bajar así, mamá.
—¿Por qué no?.
—Es tu fiesta mamá, debes verte increíble.
—Pues yo creo que me veo bien.
—Para nada, querida —dicen mis amigas a coro, entrando a mi habitación.
—Gracias a Dios, pedí refuerzos dice Naty.
—¿Vas para el mercado o algo así? —Dice Kelsy, la más loca de mis amigas.
—No, de seguro pensó que iba a buscar los niños al colegio —Responde Gisele.
—Ay ya déjenla en paz, en su cumple, pongamosla linda, dice Noris.
Las tres se acercan a mí y me abrazan, son mis chicas superpoderosas, siempre hemos sido muy unidas y siempre, estamos las unas para las otras.
—Felíz cumpleaños Flaca, dicen al unísono.
—Gracias mis reinas —Respondo emocionada.
—Quítate esos trapos, aquí está lo que usarás— Dice Kelsy, en tono divertido.
—¿Qué traen allí? —Pregunto asustada.
—un vestido, zapatos, accesorios, un perfume de mujer fatal, y ropa interior sexy, que ojalá no estrenaras con el idiota de tu marido, sino con un papucho lindo y rico —Termina diciendo Gisele.
—Gis, Naty está aquí —Digo apenada.
—Sobri, haga como que no escuchó y déjenos solas, que vamos a poner regia a tu madre—Dice Noris seria.
—Si, tía —Responde mi hija, mientras sale del lugar.
—Sorry, no me puse el filtro hoy y escupo lo que pienso sin meditarlo—Agrega Gis.
—Pues desde que te conozco, que yo sepa, nunca has usado ese filtro —Responde Kelsy.
—Cállate tonta —Contesta Gis.
—Bien calma niñas, hoy es el día de Micaela, así que compórtense y dejen a un lado ese amor apache — Agrega Kelsy, tomando como siempre el control.
—A ver muñeca desvistete, que hoy vas a ser el centro de todas la miradas —Dice Noris, en tono coqueto.
Entro al baño y me quito la ropa, para luego colocarme lo que mis amigas me trajeron.
Es un vestido de color rojo, ceñido al cuerpo, demasiado ceñido para mi gusto, pero no les voy a hacer el feo a mis amigas. Gracias a Dios los tacones no son tan altos, lo que me permite caminar con normalidad.
Giss se encarga de que mi cabello en lugar de ir recogido, en un moño como siempre, vaya suelto y lacio, no me había percatado de que lo tenía tan largo.
Por su parte Noris hace lo suyo con el maquillaje. Al terminar estoy irreconocible y lo digo literalmente, a mi juicio luzco como diez años menos.
—Estás potra amiga —Grita Kelsy emocionada.
—¿Potra? — pregunto intrigada.
—Luego te explicamos — agrega Noris, divertida.
Kelsy, saca su celular y empieza a tomarme fotos, como si yo fuera una modelo o algo así.
—¡Mami estás linda! —Dicen Naty y David, entrando a mi habitación. La emoción que reflejan en su voz, me hace sentir segura de que me veo bien, estaba un poco temerosa a decir verdad. Mi niños me abrazan y luego abrazan a sus tías.
— Ya están llegando los invitados mamá, debemos bajar— dice mi niña, quien luce como toda una organizadora de fiestas.
—¿Ya llegó tu papá? —Pregunto emocionada, quiero ver el gesto de su cara cuando me vea vestida así.
—No mamá, aún no llega y tampoco me contesta.
—Seguro está en alguna reunión y se ha restrasado, o paso a comprarte un regalo — Responde mi hijo, buscando siempre cómo justificar las faltas de su padre.
—Si mi amor, seguro es eso —digo, intentando que no se note la tristeza en mi voz.
—Vamos potra, que la alegría no se vaya — dice Kelsy, mirándome seria.
Todos salimos de mi habitación y llegamos a la planta baja, donde ya han llegado varias personas.
No somos ricos, pero tampoco pobres, somos lo que aquí en Colombia la gente llama, clase media. Cuando nos casamos Mario montó una empresa, para lo que él puso una parte y yo apoye con un dinero que me heredó mi padre cuando murió. Él siempre ha estado al frente del negocio y bueno, de allí se solventan los gastos de la casa, de los niños, de nosotros y bueno no podemos decir que nos ha ido mal. La empresa es de publicidad, mi esposo si terminó la universidad, yo dejé la carrera a dos años para terminar, tenía mucho en las manos, siendo esposa y madre de gemelos. Así aplace mis estudios, aunque en realidad debería decir abandoné, porque nunca más los retomé.
Las personas se acercan a mí para felicitarme, algunas me miran asombrados, otros con curiosidad, pero en general los comentarios son halagadores.
Uno de los meseros me entrega
una copa de champan, que yo recibo de buena manera.
Giro hacia la entrada y allí esta él, mi esposo, el hombre que se lleva mis suspiros, tan acicalado e impecable, como siempre, es guapo no lo puedo negar, los años le han sentado muy bien, tanto que a sus treinta y ocho años, luce mejor que cuando nos conocimos. ¿Qué demonios hace esa mujer aquí?.
Lo veo mirarme y la expresión de asombro que refleja su rostro es evidente.
—Feliz cumpleños, estás hermosa—Dice Carlos, una vez llega a mi lado y me da un casto beso en la boca.
—¿Qué hace ella aquí? —Pregunto, evidentemente molesta.
—Estaba conmigo en una reunión y no me pareció dejarla tirada, Micaela.
—¿Trajiste a tu amante a mi fiesta de cumpleaños?.
—Andrea, no es mi amante —Responde, serio.
— Corrijo, una de tus amantes, Carlos.
—No empieces con tu delirio de persecución Micaela, yo no tengo ninguna amante y por favor disfruta la fiesta, que tanto se esmeró tu hija en organizar y la que tanta plata me costó a mí, pagar.
Lo veo alejarse de mí, mientras su secretaria sonríe, de manera burlona al mirarme. Su cara y su actitud, me dicen todo lo que las palabras de Carlos, insisten en negar. Ella y mi marido se acuestan.
Respiro profundo e intento sonreír y lucir serena sé que soy el centro de atención esta noche, por lo que intento guardar la compostura en la medida de lo posible, estoy consciente de que sería un duro golpe verlo por mis propios ojos, pero tal vez eso es lo que necesita mi corazón, que mi cerebro lo convenza de una vez por todas, de que el hombre que ama, más que a nada en este mundo, no se merece ni una pizca de su amor. Y es que el problema es que a veces preferimos, creernos las mentiras o aferrarnos a las dudas, para no aceptar la cruel realidad de la traición.