La gente empieza a retirarse de la fiesta y solo quedan los invitados más íntimos, mi hermano, mis amigas y algunos allegados de Carlos y por supuesto, nuestra familia más cercana.
Observo a Andrea caminar hacia el despacho de mi marido su actitud me llama un poco la atención, que tiene ella que hacer allí. Justo cuando me decido a ir detrás de ella, mi madre llega para pedirme una fotografía. Por supuesto que no le voy a negar a mi progenitora eso, así que junto con ella voy a buscar a el fotógrafo, para dar mi mejor sonrisa.
Minutos después es Carlos quién se encamina hacia el despacho.
Intentando no ser notada, me aparto de mi madre, saludo a unos familiares que van de salida y con disimulo tomo el pasillo que da hacia el despacho.
Avanzo por el pasillo, pero me detengo junto a la puerta de la entrada del despacho, al escuchar las risas y las voces.
—¿Se te perdió algo querida? — pregunta carlos en forma coqueta.
— Nada mi amor, solo quería conocer parte de tu castillo— responde Andrea.
— Querrás decir, de mi Imperio— aquí yo soy el rey y se hace lo que yo digo.
— Umm, eso suena poderoso — contesta ella mientras se cuelga de su cuello — ¿Qué te parece, si me haces el amor en este lugar?
—¿Estás loca? — Mi esposa y mis hijos están allá afuera.
— Ay cosito, no me digas que te da miedo.
— A un hombre como yo, Nada le da miedo.
— Entonces demuéstramelo — dice Andrea mientras que comienza a desvestirse, frente a Carlos.
— Confirmado, estás verdaderamente loca.
— Y así, te gustó querido.
Carlos se acerca a ella y la toma con rudeza por la cintura empieza a besarla mientras termina de quitar las mangas que sujetan su vestido, haciendo que este caiga al piso.
Me quedo de una pieza, una cosa es suponer que tu marido es un maldito infiel, y otra muy distinta es verlo con tus propios ojos.
Las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas, mi cuerpo no responde, la voz no me sale, es más bien un gemido ahogado por el llanto, lo que los alerta de mi presencia.
Carlos voltea hacia mí, estoy escondida tras la puerta, sino parada en el umbral de la misma.
La sonrisa cínica de andrea, no se hace esperar y y la mirada de sorpresa de Carlos, tampoco.
—Tú...
Intento hablar, pero mi cuerpo me traiciona, no me responde. mis manos tiemblan, el llanto no cesa, de pronto siento como si mis piernas flaquearan y estuviera a punto de desmayarme.
— ¡Micaela! —Dice Carlos, intentando acercarse.
—No lo hagas, no te me acerques —Digo en un tono casi imperceptible.
— No es lo que tú piensas— dice Carlos.
— Ay por favor mi amor, no subestimes la inteligencia de tu esposa.
— ¡Cállate Andrea!
— Ya nos vio mi amor, para qué hacernos los tontos.
— ¡Qué te calles te dije!.
— ¡Pues no! — contesta molesta— ya es hora, de que tu esposita sepa, que somos amantes y además que se entere también de una vez por todas, que vamos a ser padres.
Las palabras que salen de la boca de esa mujer hace que mi corazón golpee fuerte contra mi pecho, siento como si me estuviese clavando una una daga, en medio del pecho.
Mis ojos aún cristalizados por el llanto buscan a Carlos, queriendo encontrar en él, alguna señal de que esa mujer está mintiendo.
—Eso no es cierto —¡Verdad que no lo es Carlos?.
Para este punto, ya estoy gritando histérica y es que me siento herida, lastimada, burlada.
La voz de mis hijos detrás de mi, me hacen, recuperar la cordura de golpe.
—¿Qué pasa mamá, por qué lloras? —Pregunta mi hija.
—Sí, ¿Qué sucede Mamá? —Pregunta mi hijo asustado.
—No pasa nada — Contesta Carlos, lanzandome una mirada de advertencia.
—Nada, no pasa nada.
—Claro que pasa —Dice Andrea a espaldas de Carlos.
—Pasa que tendrán un nuevo hermanito —Su papá y yo, tendremos un hijo —escupe la mujer con todo el veneno posible.
La mirada de desconcierto y de dolor, en el rostro de mis hijos al entender, lo que está pasando, termina de romper, mi ya maltrecho corazón.
—¿Papá esa mujer y tú...? —intenta decir Naty sin atreverse a terminar, de formular la pregunta.
—No, no es...
— ¿Entonces qué es papá? —Dice mi hija.
—Seguro, solo es una mentira de esta mujer —Dice David, intentando como siempre defender a su padre —Diles, papá, diles que es una mentira.
Carlos solo calla y baja, la mirada.
— Estoy seguro, que esto podemos arreglarlo, como la familia que somos —Responde Carlos, con la voz quebrada.
—¿Cómo podremos arreglar, algo que no tenemos claro, papá? —Agrega Naty.
—Debemos hablarlo con calma —No es el momento.
—¿Hablar qué? —Grita Naty, llorando.
—Hablar, sobre que tendrán un nuevo hermanito —Dice Carlos, con la cabeza baja.
La sonrisa de triunfo, en el rostro de Andrea, en contraste con el rostro de dolor de mis hijos, me hacen querer, matar a esa maldita mujer, con mis propias manos.
Como si adivinara mi pensamiento, Carlos agarra a Andrea del brazo y la lleva a rastras hacia la salida. Estoy segura, que para este punto, los invitados que aún permanecen en la fiesta, deben haberse enterado de todo.
Me acerco a mis hijos y los abrazo, apenas sienten mi cercanía, hunden sus rostros en mi pecho y ambos empiezan a llorar, de forma desconsolada.
—Yo no quiero más hermanos, mamá —Dice David.
—Yo tampoco —Agrega mi hija.
—Todo va a estar bien amores, se los prometo—Todo va a estar bien —Es lo único, que logro decirles, aunque en el fondo yo sé, que nada lo está.
Tomo de la mano a mis hijos y subo con ellos a mi habitación, tranco la puerta y los tres nos acurrucamos en mi cama.
Naty y David, no dejan de llorar, mientras yo, en medio de mi dolor, saco fuerzas para consolarlos.