No pegue un ojo en toda la noche, revisaba ni teléfono cada cinco minutos, estaba pendiente de cualquier ruido que me indicara que Carlos había vuelto, pero nada pasó, él no volvió.
Qué patética eres Micaela, ¿aún esperas las migajas de amor de ese hombre? ¿Aún crees que le importan en algo tú y tus hijos?. Ni siquiera ha llamado para saber de ellos, a pesar de que los vió ponerse mal al enterarse de todo.
A las seis de la mañana ya estaba despierta las sombras negras bajo mis ojos, hacen que luzca tan mal como realmente me siento. Mis amigas han estado llamando insistentemente, pero decidí ignorarlas, ya sé lo que me dirán.
Que debo dejarlo, que debo seguir adelante, que es por mi bien y el de mis hijos, pero es que yo no sé como vivir sin Carlos y pareciera que eso nadie lo entiende, él ha sido el único hombre de mi vida, además es el padre de mis hijos. Mi vida gira en torno a él, si él se va quedaría como a la deriva, una parte de mi quiere dejarlo, romper todo vínculo con él, sacarlo de mi mente y de mi corazón, pero la otra me dice que no puedo, que lo necesito, que no soy nada sin él. Es como una lucha interior de amor –odio, que me hace sentir confundida.
Bajo a la cocina y me preparo un café, hoy es domingo así que no debo llevar los niños a la escuela, al menos estarán en casa y podrán estar calmados.
Me pongo a preparar el desayuno, unos ricos waffles, les ayudarán a mejorar el ánimo. La servidumbre tampoco labora hoy, así que yo me ocuparé de atenderlos. Me pierdo en mis pensamientos, hasta que una voz que conozco a la perfección, me trae de vuelta a la realidad.
—¡Buen día! —Dice Carlos a mis espaldas.
—¡¿Buen día?!— respondo, sin voltear a mirarlo —¿En verdad crees que sea un buen dia Carlos?
—Si, te entiendo — te juro que no pude dormir, en toda la noche, pensando en mis hijos y en tí.
— ¡Vaya! y ¿Por eso te apareces hasta esta hora?.
—Quise dar tiempo a que mis hijos y tú, estuvieran más calmados.
—¡Que considerado!.
—Micaela, tenemos que hablar.
—¡¿Algo cambiará si hablamos?!.
—Podemos intentar que sí —Responde Carlos. Camina hasta a mí, me toma de la mano y me guía hasta el comedor, aparta la silla para que me sienten y luego, él se sienta a mi lado.
—¿Por qué, Carlos? —Digo sin poder evitar que las lágrimas broten de mis ojos.
— No empieces a hacerme preguntas, que no pienso responder, porque no resolverán nada.
—Cada vez que te reclamaba, porque veía cosas extrañas entre Andrea y tú, me decías que estaba loca.
—¿Y qué querías que hiciera? —Que te respondiera, "Sí querida, mi secretaria y yo somos amantes".
—¿Y por qué no? —Respondo.
—Porque no funciona así, Micaela. Esto uno no lo planean suceden y punto.
—Estas hablando, como si en lugar de tener una amante, hubieses sufrido un accidente de tránsito.
—No lo entenderías —Replica molesto.
—¿Tan estúpida piensas que soy?.
—Mira Micaela, los hombres a veces buscamos en la calle, con otras mujeres, algo diferente —Dice con un gesto de fastidio en su cara.
—Explícate.
—Maldita sea, Micaela.
—Explícate, Carlos.
—Bueno, por lo menos en mi caso, lo que me atrae de una mujer, es la coquetería, la sensualidad, la forma cómo se arregla, como se viste, como provocan que las miren, cómo despiertan esas hormonas masculinas, de una forma casi bestial.
—¿Y yo no te provoco nada de eso?
—Pues mira Micaela, tú… tú te has vuelto algo descuidada, con tu apariencia, hasta de peso has subido, no te esmeras en arreglarte, mucho menos en ser sexy o coqueta para mi y pues uno es hombre y la carne es débil. Uno sale a la calle y ve todo eso que no tienes en casa y te dan ganas de probar y pues, termina uno cayendo en la tentación, sobre todo si se trata de una mujer, que sabe atenderte en la ca…
—En la cama, supongo que era lo que ibas a decir.
—Si, como me trata en la cama, todos los hombres, queremos una mujer mujer desenvuelta en esa área, creativa, atrevida, caliente. Pero bueno ellas son solo para eso Micaela, a tí es a quién amo, tú eres la mujer de la casa, mi esposa y la madre de mis hijos.
—Ahora Andrea, también tendrá un hijo tuyo—Siento un nudo en mi garganta y una opresión en mi pecho, al mencionar esas palabras.
—Sí, pero ese niño no será como Naty y David, de salida fue un error, ni siquiera fue un hijo deseado.
Escucharlo hablar de esa manera, de un hijo suyo hace que se me revuelva el estómago.
— Creo que debemos pensar en separarnos, al menos por un tiempo, mientras organizo mi cabeza y mi corazón.
—Ni lo sueñes, no pienso salir de esta casa, Micaela —Espeta furioso.
—Esta también es mi casa, no pretenderás que seamos mis hijos y yo quienes nos vayamos.
— Tú puedes irte a organizar tu mente y tu corazón, el tiempo que desees — Per a mis hijos, no los sacas de aquí.
—¡¿Estás hablando en serio?!
—Muy en serio Micaela.
—Eres un desgraciado, Carlos. Sabes muy bien que no voy a separarme de mis hijos.
—Ese es tu problema, no el mío, yo solo soy un padre interesado en el bienestar de mis hijos y ese bienestar está aquí, junto a mí—Ahora que si prefieres dejarte de esa estupidez de ordenar tu cabeza y tu corazón y que sigamos siendo, la familia feliz que hemos sido hasta ahora, no tengo problema.
— ¿Qué familia feliz, Carlos? —Esto es solo un teatro, un maldita parampa —Digo entre sollozos.
—Bueno, entonces sigamos con el teatro o la parampa, para el bienestar de todos.
—Y ya eso es todo, me toca aguantarme toda esta porquería y listo.
—Yo ya te dije, tú puedes irte el tiempo que consideres necesario, a mis hijos no los sacas de aquí.
—Maldito seas Carlos.
—Si si, lo que quieras —Dice mientras sale del comedor, dejándome sumamente desconcertada.
No es la primera vez, que Carlos usa a mis hijos para amedrentarme, no me amenaza directamente con quitarmelos, pero lo deja entrever y eso es un golpe bajo, para cualquier madre. Esta es la parte que no entienden aquellos que opinan, sobre tu vida, nadie sabe las interioridades, mi abuela decía: "nadie sabe cómo está el concho, sino el que lo revuelve". A veces no es que quieras quedarte, sino que no encuentras la forma de irte.