La carta bajo la manga nunca falla, insinuar que puedo quitarle a nuestros hijos la desestabiliza, la pone en jaque. Micaela es tan predecible, tan simple, tan manipulable que hasta flojera me da, no es el tipo de mujer que me hace sentir retado, siquiera preocupado por la situación. Sé cuál terminará siendo el final.
Subo hasta nuestra habitación a darme un baño, pero me sorprendo al encontrarme a mis hijos dormidos allí.
Natalia es tan bonita, no puedo negar que mi hija sacó en esa área los genes de su madre, sin embargo en el carácter se parece a mí, es decidida y siempre va por lo que quiere. Por su parte David, es más reservado un poco introvertido como Micaela, pero ambos son mi orgullo, me detengo a contemplarlos, han crecido tan rápido, solo ayer eran unos bebes y hoy ya son unos adolescentes.
Saco con cuidado una ropa del armario y sin hacer ruido, me dirijo al baño a cambiarme de ropa, por supuesto que me duché en mi apartamento, pero no podía llegar con otra ropa a casa.
La rubia de anoche, hizo muy bien su trabajo, me ayudó a relajarme y me distrajo del caos que se armó aquí. Me dejo su número de teléfono, pero en este momento, no necesito más conflictos de falda.
Con Andrea tengo que hablar, si no va a abortar, tendrá que mudarse de la ciudad, no pienso someter a mis hijos al escarnio público de tener un hermano bastardo, por allí regado. Aunque también podría abortar de manera accidental, el asunto es poder deshacerme de ese problema.
Salgo del baño ya cambiado y me encuentro con mis hijos despiertos. Sus ojos grandes y con expresión de tristeza se posan sobre mí.
—Hola mis amores—Digo con genuina emoción.
Pero mis hijos no me responden, sino más bien me ignoran, ambos bajan de la cama y salen de la habitación sin siquiera dirigirme la palabra. No pensé que esa reacción de mis hijos, causara tanto dolor en mí, siento un nudo en la garganta y mis ojos pican con el llanto queriendo brotar. Todo por culpa de la estúpida de Andrea y su lengua.
Me quedo un rato solo en la habitación, no quiero volver a ver esa indiferencia en la mirada de mis hijos.
Luego de un par de minutos, me armo de valor y bajo al comedor.
Micaela y nos chicos están desayunando juntos, de hecho se escuchan algunas sonrisas. Me alivia in poco el saber que ya están un poco más tranquilos.
Llego hasta la mesa y me siento junto a ellos, sin embargo el ambiente cambia inmediatamente y el silencio se hace presente, mis hijos no me miran, sino que clavan la mirada en sus platos.
—¿Te sirvo? —Pregunta Micaela.
—No, gracias.
Ella continúa comiendo, pero ya no hay risas, ni conversaciones amenas.
—¿Quieren ir al parque?.
—No gracias—Responde David.
—Chicos este asunto es entre mamá y yo, les prometo qie vamos a arreglarlo, ustedes no deben preocuparse por nada —Digo intentando arreglar las cosas.
—¿Cómo vas a arreglar que tendrás un hijo von otra mujer? —Dice Naty.
— También me gustaría saber, ¿Cómo vas a arreglar el hecho de que mi mamá lloró toda la noche? —Pregunta David.
—Niños por favor—Dice Micaela —Esto em entre papá y yo, ustedes no deben involucrarse.
—Lo siento mucho mamá, pero todo lo qie te haga llorar nos importa a nosotros.
—David, yo estaré bien, todo estará bien.
—Creo que papá, debe irse con su otra familia dice Naty—Son mirarme.
—Yo estoy de acuerdo, nosotros nos quedaremos con mamá y tú te vas con esa señora y su hijo —Agrega David.
—Yo no quiero irme —Respondo, mientras trago grueso.
—Pero tú le haces daño a mamá, la haces llorar, por eso es mejor que te vayas —Agrega Naty.
—Chicos dejen que su padre y yo decidamos eso, por favor.
Naty y David, se ponen de pie, para salir del lugar.
—Cuando ese niño nazca, yo no quiero conocerlo—Dice David.
—Tampoco yo —Responde Naty—Tú siempre serás mi único hermano David.
—Y tú mi única hermana —Dice David, mientras la toma de la mano, para salir rumbo al jardín.
—Seguramente tú, los envenenaste en mi contra.
—No para nada, soy incapaz de hacer algo como eso, supongo que al darse cuenta de todo, sacaron sus propias conclusiones Carlos.
Dice mientras se pone de pie y se encamina a la cocina.
—No te hagas la tonta Micaela, mos hijos son mi vida y ni tú, ni nadie va a quitarme su cariño —Digo mientras la sujeto fuerte, por el brazo.
—Me estás lastimando —Dice asustada.
La suelto, al darme cuenta de lo que estoy haciendo.
—Lo siento, yo…
—Yo no involucré a mis hijos en esto, fue tu amante la que provocó todo este caos —Si a alguien quieres reclamar, vé y reclamale a ella —Dice saliendo del lugar.
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Salgo de la casa, rumbo al jardín donde están mis hijos, al verme corren en dirección a mí y me abrazan.
—Los amo mucho—Digo mientras los abrazo con fuerza.
—Y nosotros a ti mamá — responden al unísono.
—¿Están bien?.
—No, responde Naty —Estoy muy triste, pero también enojada, mamá.
—¿Enojada conmigo?.
—No mamá, estamos enojados con papá —Responde David —Lo que hizo fue algo muy malo.
—Eso no le toca a ustedes juzgarlo. A pesar de todo, sigue siendo su papá.
—Si pero se supone que los papás, no te lastiman —Dice Naty—Y él nos está lastimando con todo esto.
—A ve es lastimamos a las perslnas que amamos, sin querer — Digo mirándolos.
—Pero tú nunca nos has lastimado mamá —Dice David.
Suelto el aire que tengo retenido, mientras pienso como buscar la forma de que mis hijos entiendan que aunque su padre cometió un error, ellos no deben juzgarlo.
El problema es que no encuentro las palabras para justificar lo injustificable.