¡no debí, quedarme!

Capítulo 7

Evité bajar a desayunar con Micaela y los niños, no quise volver a toparme con ese muro de indiferencia que han levantado frente a mí.

La tonta de mi Micaela, no durmió conmigo. Pobre ilusa acaso cree que no tengo con quién satisfacer mis ganas y que voy  a rogarle que venga a la cama conmigo. Le he sido infiel, desde antes de casarnos, solo que al principio me preocupaba de que no lo notara, era más cuidadoso por decirlo de alguna manera.  Después empezó a no importarme, sobretodo cuando comprobé  que se hacía de la vista gorda, frente a lo evidente y cuando empezó a perdonarme, pues me importó menos, comprobé una y otra vez que sin importar lo que hiciera, ella permanecería a mi lado.  Además con dos hijos y divorciada, no es que sea el mejor partido para nadie.

Cuando bajo, Micaela y mis hijos, ya se han ido a la escuela, tomo una taza de café, que la chica del servicio me sirve.

Mientras tomo el líquido caliente, reparo su trasero apretado en el ceñido uniforme.

—¿Cómo que lo agarraron con las manos en la masa señor ?—Dice la chica en tono burlón.

— Así parece —Respondo, reparándola con descaro. 

—Tal parece que ha perdido su toque, ya que ahora lo atrapan con facilidad. 

—Yo no he perdido nada querida y cuando quieras te lo demuestro. 

—Ummm, suena interesante esa propuesta, claro que estoy ansiosa que me lo demuestre, señor.

—¿En tu cuarto o en el de mi esposa y mío? —Pregunto, de forma cínica.

—Aquí mismo si gusta.

—¿Estamos solos? —Pregunto.

—ujum

No pierdo el tiempo y la tomó allí mismo, sus gritos y jadeos llenan la cocina, mientras yo me sacio como un animal, del plato de comida que me acaban de ofrecer, no hay besos, ni caricias, mucho menos preámbulo, solo un entrega salvaje de dos cuerpos que ya se conocen de vieja data. Sí porque esta gatita, porque así aulla cuando la tomo, es una de mis distracciones y lo mejor es que la tengo aquí en casa y a mi merced. Ella ha sabido ser discreta y una buena mesada, la ha mantenido feliz y tranquila. Así deberían ser todas serviciales y coquetas. 

—Te sigues cuidando—Digo al terminar.

—¡Claro mi rey!

—Bien, muy bien —Digo dándole un beso exigente y húmedo.

—Te mereces un premio, voy a llevarte a mi apartamento, para que no tengas que cohibirte.

El ruido de la puerta de la entrada nos alerta y nos separamos, actuando cada uno, como si nada acabara de pasar. 

 

              ❤❤❤❤❤❤❤❤

 

 

Hoy debo llevar a los niños a la escuela, así que me levanté temprano. Anoche dormí en la habitación de mi hija, ya de nada sirve seguir guardando las apariencias, cuando ellos están enterados de todo. 

Mis hijos prácticamente ignoran a su padre. Dios es testigo que yo nada tengo que ver con eso. 

Esta mañana iré a casa de mi mamá, necesito tranquilizarla, que se entere que dentro de lo que cabe estoy bien. 

También debo hacer otra diligencia, que es sumamente importante.

Mis hijos y yo salimos de casa, rumbo a la escuela. Carlos no bajo a desayunar, cosa que agradezco.

Aprovechamos el camino a la escuela, para hacer bromas, contarnos chistes y compartir alguna anécdota, es un tiempo realmente lindo y que los tres disfrutamos.

—¡Mamá! —Dice David, mirándome, mientras está de pie junto a la puerta del auto. 

—Dime mi amor.

—No quiero que llores más y menos por culpa de mi papá. No tengas miedo, Naty y yo no te dejaremos sola. 

Las palabras de mi hijo, hacen que mi corazón retumbe fuerte dentro de mi pecho. Una sensación de euforia recorre cada parte de mi ser y siento como si en este momento fuese capaz de afrontar cualquier cosa. 

—Te prometo que ya no lloraré más mi amor.

—¡Te amo, mami!.

—¡Te amo hijo!

Salgo de la escuela con las lágrimas amenazando con brotar de mis ojos, pero en esta ocasión no es por dolor, es mas bien otra emoción la que las provoca.

Pensé ir primero a casa de mi mamá, sé que debe estar preocupada.

La casa de mi madre, queda cerca de la escuela de mis hijos, por lo que no tardo mucho en llegar. 

—¡Mi niña! —Dice mi madre, mientras de abraza, para luego tomar mi rostro entre sus manos y llenarme de besos —¿Estás bien?.

—Si mami, dentro de lo que cabe, estoy bien. 

—¿Y mis nietos? —Me partió el alma, verlos tan tristes. 

—Mis hijos son más fuertes de lo que yo pensaba, incluso creo que son más fuertes que yo —Digo con un amago de sonrisa.

—Mi amor, yo no quiero presionarte y menos que sientas que me entrometo en tu vida, pero el descaro de tu esposo es el colmo, ya no respeta nada ni a nadie.  

—Entiendo lo que dices mamá, pero no voy a tomar decisiones a la ligera. Haré algunas consultas y entonces decidiré qué hacer.

—¿Aún lo amas, hija?

—No se deja de amar de un día para otro madre.

—Tienes razón mi amor, pero hay amores que matan.

—Lo sé mamá, he estado sufriendo esa muerte lenta, durante mucho tiempo. 

—Solo tú, puedes decidir parar ese sufrimiento, nadie dice que será fácil, pero nos tienes a nosotros, a tus hijos, a tus amigas que siempre han sido incondicionales.

—Lo sé mamá, pero dame tiempo, necesito tener algunas respuestas, antes de decidir que hacer.

—Está bien mi niña.

Compartimos  un rato más, tomamos café y hablamos de otras cosas, sé que en el fondo la intención de mi madre era que me distrajera un poco.

—Debo irme mamá, antes de recoger a los niños, debo hacer otra diligencia. 

—Hasta luego, mi amor.

Salgo de la casa de mi madre y 

veinte minutos después, estoy frente a un lujoso edificio, que no es la primera vez que veo. En varias ocasiones he llegado hasta aquí, pero no he tenido el valor de bajarme y entrar.  Pero hoy sí lo haré, necesito hacerlo, quiero hacerlo. Repito en mi cabeza esas palabras una y otra vez, con la intención  de disipar cualquier vestigio de duda en mí. 

Estaciono el auto y entro a la recepción, mi caminar es inseguro, pero ya estoy aquí.



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En el texto hay: traicion, amor, odio

Editado: 01.06.2023

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