No dejes de buscarme

Capítulo uno: el despertar

Poco a poco fui abriendo los ojos encontrándome con una noche oscura. El césped acunaba mi cuerpo y vi como los árboles inclinaban sus ramas hacia mi. Por un instante fui incapaz de moverme, sentí una pesadez inmensa y mi cuerpo no respondía a mis mandatos. Estaba confundida y cuando por fin pude componerme, miré a mi alrededor.

¿Qué ha pasado?

Tardé unos segundos en reaccionar pues no sabía dónde estaba ni cómo llegué ahí. Intentaba recordar qué había sucedido en las últimas horas pero es como si tuviera una laguna mental que me impidiera averiguarlo. Sea cómo sea, empezaba a sentir miedo.

La noche era silenciosa y reinaba una serenidad inquietante. Aún era incapaz de reaccionar completamente, todo se sentía muy extraño. No sé cómo explicarlo pero mi cuerpo se sentía... ligero, casi ajeno a lo material de este mundo pero a pesar de ello, una gran angustia crecía en mi pecho y no tenía idea de cuál era la razón.

¿Cómo he llegado aquí?

A unos pocos metros logro visualizar una carretera y corro en su dirección. Pero pasaba el tiempo y no hubo rastro de ningún auto. Podría caminar por la carretera hasta toparme con alguien, aunque a lo lejos no veía ninguna señal de vida, estaba completamente sola.

La esperanza me inundó cuando por fin pude ver a lo lejos las luces de un vehículo. Casi salto de la alegría porque eso significaba que ya regresaría a casa. Tal vez no se cómo llegué aquí pero algo era seguro, no voy a quedarme por mucho.

—¡Oh gracias a Dios!

Me paro al borde de la carretera y extiendo mi brazo, indicándole al conductor que se detenga y por un momento creí que así sería. El vehículo disminuye la velocidad al pasar junto a mi y suelto un suspiro sintiendo un alivio por mi rescate, pero logro visualizar en los pasajeros una expresión de horror antes de acelerar con estruendo el carro y marcharse de allí.

—¡No! ¡Por favor ayúdenme, por favor!

Lágrimas caen por mi rostro mientras observo las luces del vehículo perderse en la oscuridad hasta no dejar rastro.

¿Por qué no se detuvieron?

No entiendo cómo es posible que me hayan ignorado, sin darme la oportunidad si quiera de pedirles ayuda. ¿Por qué no me ayudaron? No puedo creer que vaya a permanecer más tiempo en este lugar.

En la oscuridad, mi mente se vuelve paranoica. Me vuelvo consciente del sonido de los grillos, me percato del crujir de las ramas cuando el viento las remueve, del frío creciente que inunda poco a poco mi cuerpo haciéndome sentir aún más vulnerable y empiezo a escuchar todo tipo de ruidos que no hacen más que aumentar mi temor. Sollozo mientras cubro mi rostro con las manos.

La angustia sigue creciendo en mi pecho y no puedo evitar sentirme pérdida y sin esperanza alguna. Porque más que no saber dónde estoy, no puedo recordar lo que hice antes de estar aquí y eso me llena de frustración.

—¡Ayuda! ¡Ayuda por favor! —grito aunque sé que nadie podrá escucharme.

Siento una sensación extraña en mi pecho, una opresión que no puedo describir pero me dificulta respirar. A pesar de que puedo notar como mi tórax se expande con cada respiración es como si no fuera capaz de obtener suficiente aire. Llevo una mano a mi pecho sin comprender que me está pasando, pero se que no esta bien.

Algo no está bien en mi.

Tras unos minutos trato de calmarme y mantener la cabeza fría para encontrar alguna solución. Si dejo que el miedo se apodere de mis sentidos, no será posible encontrar una forma de salir de aquí. Así que despacio tomo una respiración que infla mi pecho para luego soltar el aire por la boca despacio y repito esto un par de veces. Miro a mi alrededor y cerca del sitio en el que había despertado, me pareció ver un destello de luz.

Era mi teléfono en el suelo.

Voy corriendo hasta el, y puedo sentir mi corazón latiendo desbocado ante la posibilidad de regresar a casa. Pero una vez que tengo el dispositivo en mis manos, es cómo si fuera incapaz de tomar acción.

¿A quién debo llamar?

Diego.

Aquel nombre resuena en mi cabeza y arrugo mi frente ante un recuerdo fugaz.

—¿Crees que podrás escapar de mi tan fácilmente? —me dice con una sonrisa maliciosa en sus labios.

Trato de esconder tras de mí la hoja donde le hice un pequeño retrato.

—Puedo intentarlo —digo mirando a una dirección preparándome para correr.

Diego alza una ceja y enseguida empiezo a correr en dirección contraria a él mientras una risa escapa de mis labios. Mientras corro miro sobre mi hombro para verlo siguiéndome desde muy cerca hasta que finalmente envuelve mi cintura con sus brazos y caemos sobre el césped verde del parque.

Ambos reímos a carcajadas mientras Diego me aparta el pelo de la cara.

—Buen intento nena —me dice antes de rozar sus labios con los míos y besarme—. Y ahora...

Despacio me quita de la mano la hoja con su retrato y la examina. Siento mis mejillas arder porque no estoy acostumbrada a mostrarle mi arte a nadie. Es una pequeña parte de mi que aún no me atrevo a exhibir.

Indago en su rostro en busca de alguna señal de desaprobación.

—Es un trabajo precioso Nathalie.

—¿Lo dices en serio? —el asiente mientras me dedica una sonrisa honesta y no puedo evitar apartar la mirada avergonzada—. Gracias.

Diego empuja con gentileza mi barbilla con su dedo índice, obligándome a mirarlo. Me da un beso que hace que mi corazón retumbe con fuerza en mi pecho antes de incorporarse y ayudarme a hacerlo también.

—Vayamos a tener nuestro picnic —dice la última palabra de forma exagerada y rio divertida.

Claro, Diego es mi novio.

Al deslizar la barra de notificación noto que tengo 3 llamadas pérdidas de él, además de un par de mensajes preguntándome dónde estoy y si me pasa algo.



#721 en Paranormal
#2787 en Thriller
#1481 en Misterio

En el texto hay: misterio, suspenso, paranormal

Editado: 16.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.