No dejes de buscarme

Capítulo tres: el bucle

Él está aquí, entre toda esta vegetación dispuesto a encontrarme. Dispuesto a correr cualquier peligro que este lugar pueda albergar. Solo para salvarme.

Una sonrisa se me escapa al darme cuenta de lo mucho que se preocupa por mí. A veces los seres humanos nos enfocamos en que nos digan las cosas con punto y coma, pero existen otros lenguajes a parte del habla.

Éste es el suyo.

Él demuestra que me ama.

Por un momento me quedé allí parada mirando cómo apuntaba con su linterna en todas las direcciones con tal de recuperarme y eso infló de amor mi corazón.

—¡Nathalie! —grita apuntando hacia una dirección, luego de no obtener respuesta se gira hacia otro lado—. ¡¿Dónde estás?!

He estado aquí todo este tiempo...

Ya no me importaba que hacía aquí o cómo llegué. Todo eso era lo de menos si podía tenerlo aquí al alcance, a punto de llevar a cabo mi rescate. Era lo único que importaba en ese momento.

Fue justo ahí cuando supe que no me había equivocado con él.

Al principio tuve miedo de dejarme llevar por lo que sentía. Todo parecía tan perfecto y tan en su lugar, que incluso me daba la impresión de que era un espejismo y que en cuanto me acercara más de lo debido, se iba a desvanecer. Tuve miedo de que el simplemente se aprovechara de mí, me usara y luego me desechara como si no fuera nada.

Pero me hizo cambiar de idea.

Convirtió todo mi temor y mis miedos en rebosante cariño, dispuesto a todo, dispuesto a entregar todo lo que tiene para ofrecer.

Ya no sentía miedo.

—¡Diego!, amor aquí estoy, viniste por mí —dije sintiendo mis mejillas y mis ojos húmedos. Quería gritar de la emoción, abrazarlo y no dejarlo ir nunca jamás.

El frío que recorría mis venas hace unos momentos fue reemplazado por emoción, felicidad y un corazón a punto de estallar mientras me acercaba con torpeza a él.

Fue como si mis pies no fueran lo suficientemente rápidos, mis ansias de ternerlo junto a mi eran más frenéticas. Él por su parte continuaba avanzando con paso firme, dispuesto hurgar en cada rincón de este lugar para encontrarme.

—Dieg....

Lo que vi me dejó helada de nuevo y me detuve en seco.

Diego se dejó caer sobre sus rodillas y la pequeña linterna cayó de sus manos rodando colina abajo. No entendí a qué se debía su comportamiento pero por alguna extraña razón me dejó sin habla. En su rostro se mostraba una expresión de horror que no le había visto nunca, mientras el corazón me latía con una rapidez tan intensa que creía que simplemente iba a saltar de mi pecho.

Quise abrazarlo, besarlo, decirle que todo estaría bien pero mientras lo miraba, la sensación de espanto me dejó totalmente petrificada. Incapaz de pronunciar cualquier palabra que aliviara su temor.

¿Qué le pasa?

Sus ojos lloraban sin control alguno y su boca estaba abierta como si tuviera la intención de decir algo y las palabras simplemente no salieran de su boca. Sin darme cuenta mis ojos se humedecieron y de alguna forma su temor, también se hacia mío.

—¿Amor qué suced....

Entonces sentí como algo dentro de mí se quebró cuando escuché un grito de pura agonía y dolor salir de su garganta, casi me hace apretar las palmas de mis manos contra mis oídos para mitigar el sonido.

Un escalofrío me recorrió toda la espalda y me arrodillé junto a él para preguntarle qué sucede. Levantó su teléfono para activar el sistema de emergencias, y tras darle la información a la persona del otro lado de la línea devuelve su teléfono al bolsillo trasero.

—¡Nathalie! —solloza antes de que pueda si quiera pronunciar una palabra y de inmediato se hecha a correr colina abajo, dejándome allí sin comprender nada y sintiéndome cada vez más confusa.

Me levanto nuevamente aturdida por lo que que acabo de presenciar pero al seguirlo con la mirada, lo comprendo todo.

Ya entiendo lo que me pasó.

Al final de la colina hay un rastro serpenteante de ruedas sobre la tierra y al final de ese camino está mi carro.

Estrellado contra un inmenso árbol.

La parte delantera del carro está destrozada, hecha añicos y no puedo evitar pensar que no hay forma de que el seguro me vaya a cubrir los daños. Las luces parpadean de una forma inusual como si todo el sistema estuviera dañado y el claxon no deja de sonar.

La puerta del conductor está abierta.

Lo comprendo totalmente.

La pesadez de mi cuerpo provocado por el impacto que se produjo al momento del choque... eso explica el dolor inmenso en mi pecho que me impedía incluso respirar. Y supongo que debo haber tenido alguna clase de conmoción que hizo que me costara saber dónde estaba y por qué había llegado allí. Debí haber camino sin rumbo, pérdida por el estado de choque en el que estaba sometida.

El porque me sentía tan aturdida...

Todo cobra sentido, las piezas encajando perfectamente.

El corazón se me parte en dos entendiendo lo que ha sentido Diego. Estaba tan sorprendido y sumergido en un estado de pánico que ni pudo escucharme solo al pensar que estaba que.... Exhalo con fuerza, volviendo la tranquilidad a mi cuerpo.

Tengo que explicarle que estoy bien. Tengo que decirle que estoy aquí, amándolo con más fuerza que antes.

Corro de nuevo hacia él mientras lo veo acercarse con sigilo al auto, como si temiera encontrarse con algo malo.

Pobre....

—Diego, estoy bien. Tranquilízate —le digo una vez que me acerco a él y lo veo casi hiperventilando con las lágrimas nublando toda su vista y su juicio—. Me duele verte así...

Nuevamente no parece escucharme y yo empiezo a perder la paciencia.

—¡Mírame! —le grito casi prácticamente en la cara—. ¡Estoy aquí!

—¡Amor! —por fin dice, reconociéndome.

Camina hacia el carro y me doy cuenta de que aún no es capaz de verme.

Sigue creyendo que no me salvé.



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En el texto hay: misterio, suspenso, paranormal

Editado: 16.07.2023

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