꧁༺ 04. ¿𝓤𝓷 𝓬𝓱𝓲𝓬𝓸 𝓭𝓮 𝓲𝓷𝓽𝓮𝓻𝓬𝓪𝓶𝓫𝓲𝓸? ༻꧂
𝐊𝐀𝐓𝐄 𝐓𝐒𝐎𝐋𝐎𝐕
Los nervios consumen mi cuerpo por completo, retengo la respiración e intento con todo mi autocontrol no salir corriendo como si me estuviera a punto de corretear un perro callejero.
—Vez por la pizza —me ordenan de repente.
—¿Pizza? —Inquiero, inclino mi cabeza hacia un lado para ver el largo pasillo solitario que mostraba el interior de la casa, el timbre no había sonado.
En ningún momento vi a alguno de los invitados hacer una llamada, todos han permanecido en su lugar, ¿pero ahora me dicen que vaya por la pizza? ¿Acaso ya se pueden pedir por telepatía? Regreso mis ojos a los individuos que seguían teniendo sus ojos sobre mí, sin entender muy bien lo que me estaban diciendo entre líneas, me adentro a la casa.
Al estar completamente dentro de la casa, vuelvo a respirar con normalidad, recargo mi mano contra la barrita para sujetarme. Antes de que pudiera aclarar mi mente del todo, el timbre suena. Muevo mi cabeza rápidamente hacia la puerta que da acceso al patio trasero para ver si alguien venía, pero solo estaba yo.
El timbre vuelve a sonar, apresuro mis pasos para llegar a la puerta; con la puerta abierta visualizo a la persona que se encontraba enfrente de mí y no era un repartidor. Cierro más de la mitad de la puerta, solo dejando mi cabeza a la vista; jamás lo había visto. ¿Acaso era nuevo en el vecindario?
—¿Se te ofrece algo? —Le pregunto con amabilidad. Sujeto con fuerza la manija por si tenía que cerrar la puerta de golpe. Uno nunca sabe cuándo alguien está dispuesto a atacar a otro; siempre hay que estar prevenido por si las moscas, como dice mamá.
Sus ojos se poseen arriba de mi cabeza y una mueca invade su rostro, sin darme cuenta de lo que hacía. Llevo mi mano sobre mi cabeza para eliminar lo que sea que esté provocando aquel disgusto en este chico. Entonces, sus ojos recorren toda mi cara hasta detenerse en mis ojos. Por alguna razón, sentía la necesidad de sostener la mirada (nunca hago eso, no soy muy fan del contacto visual). Muevo mi cabeza hacia otro lado en cuanto puedo salir de su encanto.
—Así que eres tú —murmura en voz baja que apenas y lo puedo escuchar, pero no estoy muy segura de que si he oído correctamente lo que ha dicho.
¿Estaba hablando de mí?
—¿Qué? —Mi poca comprensión no me está ayudando en lo absoluto ahora mismo.
—¿Cómo se llama tu padre? —Da un paso hacia adelante e intenta ver lo que hay dentro de la casa. Meto más mi cabeza mientras sigo haciendo más pequeña la brecha.
—Estoy segura de que eso no es algo que te incumba. Si no tienes nada más que decir, cerraré la puerta.
Al ver que no dice nada más, cierro la puerta con seguro, y solo por curiosidad me asomo por la mirilla. Comienza a hablar, pero parece como si se estuviera quejando con alguien. Intento ver un poco más allá para ver si logro ver a otra persona; sin embargo, no hay absolutamente nadie con él. ¿Está alucinando? O ¿está loco? Me separo de la puerta con violencia al escuchar la ruidosa musiquita del timbre.
Ha tocado nuevamente.
—Es mejor que te vayas, no voy a abrir.
Pego mi ojo a la mirilla para ver qué es lo que hace, sigue discutiendo con la nada. Se pasa la mano por el cabello con desesperación, apunta su dedo a la puerta y después a él como si intentara explicar su punto. Agudizo mi oído, pero soy incapaz de escuchar lo que está casi gritando.
—Si planeas robar mi casa solo te aviso que hay ocho hombres allá afuera —intento sonar amenazante, aun sabiendo que si ese chico raro se mete a robar ellos no moverían ni siquiera un dedo por venir a ayudarme.
Refriega ambas manos por su cara, ya perdiendo la paciencia, y sigue señalando la puerta, pero ahora con más enojo.
—Abre la puerta… por favor.
Ese por favor no suena muy convincente. Hago caso omiso a lo que me ha dicho, puedo parecer demasiado ingenua y en algunas ocasiones tonta, pero no lo soy tanto.
—Que irrespetuoso de mi parte, me presento, soy Braxton Lake, el chico de intercambio.
¿Intercambio? Abro la puerta con brutalidad, no puede ser eso cierto.
—¿Un chico de intercambio? —La incredulidad resuena en cada una de las sílabas que salen de mi boca—. Creo que la familia que estás buscando está a la siguiente cuadra. Mi familia ya no acoge personas. Si me disculpas, me retiraré.
Mis padres solían hacer eso, pero ya no.
—¿Esta no es la familia Tsolov? —Mi piel se eriza por completo al escucharlo pronunciar mi apellido.
Nunca tuve buenas experiencias con las personas que mis padres aceptaban para que se quedaran en casa y estoy segura de que esta no será la excepción.
—No es aquí, debes de estar equivocado.
—¿Entonces tú no eres Katherine Tsolov?
Vuelvo a abrir la puerta, la sonrisa que sostiene en su rostro no es de amabilidad, más bien pareciera como si hubiera acertado en algo muy importante. Como si hubiera ganado.
—¿Cómo sabes mi nombre?