No Digas Adiós

10. ¿Tengo un porcentaje?

꧁༺ 10. ¿𝓣𝓮𝓷𝓰𝓸 𝓾𝓷 𝓹𝓸𝓻𝓬𝓮𝓷𝓽𝓪𝓳𝓮? ༻꧂

𝐊𝐀𝐓𝐄 𝐓𝐒𝐎𝐋𝐎𝐕

Las clases transcurrieron con demasiada tranquilidad, ya estábamos a finales de acabar el semestre y las vacaciones de invierno están cada vez más cerca.

Me emociona mucho esta época, no por nada es mi favorita. Ver películas viejas navideñas en la televisión mientras tomamos chocolate caliente con malvaviscos enfrente de la chimenea. De solo pensarlo se me calienta el corazón.

Desearía que este año fuera como los anteriores, en donde nuestras diferencias quedaran atrás y simplemente disfrutáramos de estas fechas como una familia normal y amorosa; sin embargo, algo me dice que eso no podrá ser posible.

Hay muchas cosas que se interponen entre mis planes y una de ellas es: Braxton Lake. Aunque por un instante me haya agradado por la forma tan única y cómica de rechazar a mi hermana mayor, no quita el hecho de que su llegada me haya tomado totalmente desprevenida. Aún sigo con sentimientos rencorosos contra mis padres por haberme ocultado aquella verdad.

Continúo jugueteando con mis dedos que están sobre la mesa de madera. El profesor Martí se le ocurrió la maravillosa idea de faltar hoy y hace menos de cinco minutos que nos avisó. Es mi última clase, pero no puedo simplemente irme, pues debo de esperar a Ariadna. A pesar de que nuestra madre está más que enterada sobre que nuestros horarios solo coinciden los lunes, le parece divertido que esperemos horas en la universidad hasta que la otra salga para que no se vaya sola.

Con el aburrimiento, escalándome desde los pies, inicio un nuevo juego. Ahora contaré los árboles que hay en el campus. Cuando llego a diez, los fuertes gritos se comienzan a escuchar cada vez más. Con la curiosidad en las pestañas, alzo un poco mi cuello para ver de dónde provenía el ruido, pero por más que estirara el cuello, no lograba ver absolutamente nada.

Con disimulo me pongo de pie junto con mis cosas y voy en dirección al escándalo, de algo servía ver eso para entretenerme para que el aburrimiento no me consumiera por completo.

—¿Qué sucede? —Escucho que un chico le pregunta a su amigo, ambos parecen apurados por llegar al lugar de los hechos.

—Al parecer un tipo de otra universidad destruyó el nuevo Corvette de Josué —le responde enseguida su amigo, que al parecer estaba enterado de lo que estaba pasando.

Al llegar al lugar, me meto entre la multitud quedando enfrente de todo el lío, veo a la lejanía dos chicos corriendo hacia nuestra dirección y antes de que yo pudiera huir del lugar mis ojos se encuentran con unos verdosos que para mi desgracia sabía perfectamente a quien le pertenecían.

Braxton.

Al instante en que sus ojos también se percatan de mi presencia, una sonrisa contornea su boca al mismo tiempo que estira sus brazos en el aire como si fuera a tomar a alguien entre ellos. Con agilidad me hago a un lado esquivando sus largos brazos, su cuerpo pasa de largo. Y cuando creía que ya me había deshecho de él, me imagino la historia más tétrica que pueda dentro de mi cabeza.

—Vengo con ella —dice al momento en que se coloca detrás de mi espalda, me muevo hacia un lado dejándolo sin escudo (eso es lo que parecía ser yo), pero sus manos se ponen arriba de mis hombros, devolviendo al lugar en que me encontraba hace dos segundos.

—Deja de mentir, ella ni siquiera tiene amigos —abro mi boca con asombro ante las crudas palabras que suelta Josué, uno de mis antiguos amigos.

Realmente no puedo creer que llame a esa persona uno de mis mejores amigos, cuando en realidad lo único que querían hacer conmigo era lastimarme y humillarme enfrente de todos.

—Guao, sí que los humanos son terribles, fueron amigos por más de siete años y dices todas esas palabras hirientes. En verdad que me impresiona la poca lealtad que se manejan unos humanos.

Todas las personas que recién estaban llegando para ver el alboroto, se quedan en completo silencio ante lo que dice Braxton, me muevo un poco al sentir que sus manos se tensaban sobre mis hombros, pero parecía que no percibía mis movimientos.

—¿Humanos terribles? —Suelta, Josué, con enfado, veo que se acerca unos cuantos pasos hacia nosotros e instintivamente mis pies retroceden; sin embargo, Braxton se mantiene firme en su lugar. Muevo la boca para decirle que fuera hacia atrás, pero ningún sonido se dignaba a salir de mi boca—. ¿Acaso fui yo quien rompió el parabrisas de un extraño? Acaban de comprarme el auto y tú vienes con un bate a destruirlo. ¿Quién es el terrible aquí?

Mis pasos se detienen al sentir que ya estoy arriba de los pies del chico que ¿hizo qué? Braxton, ¿destrozó qué cosa? Todos mis sentidos se duermen al ver cómo el puño de Josué iba en dirección a mi rostro; cierro mis ojos con fuerza afrontando mi destino.

—Ni se te ocurra ponerle un dedo encima —en cuanto abro los ojos, ahora yo soy la que está detrás de él—, y antes de que la puedas lastimar, me aseguraré de que tengas todos los huesos rotos.

El chico que inicialmente amenazaba con romperme cada uno de los huesos que tenía en la cara, ahora es él quien gritaba de dolor por lo que le estaba haciendo Braxton.

—Yo no soy un humano y si lo fuera, jamás entraría en esa lista tan terrible.




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