No en esta vida (trilogía Tres Vidas I)

Capítulo 2

Antes de nada, me gustaría aclarar que, ya que sale más adelante, un potrirco es un guardimal (explicado en el tercer párrafo del capítulo). Éste tiene forma de caballo, sólo que algo más grande y con ciertas propiedades mágicas. La palabra se me ha ocurrido juntando dos (potro + patriarca = potrirco). Es como una forma de decir que es el "rey" de los caballos, aunque es tan enérgico como un potro, con ganas de jugar y el mismo brío que ellos. Además, pienso que es de cachorros cuando un animal (humanos incluidos) coge cariño a una persona, por lo que quiero representar también esa relación.

Ahora sí, disfruten del capítulo.

   —Entonces, a ver si lo he entendido bien, ¿me estás diciendo que me tengo que ir de la ciudad a yo que sé dónde para hacer nadie sabe qué por orden de la reina?

   Evelyn asintió y sonrió, como si estuviera orgullosa de que lo había entendido a la primera. En seguida borró la sonrisa, dándose cuenta de que lo que acababa de pasar no era nada bueno.

   No iba a ser la primera vez que esto pasaba. La reina ya había enviado a varias jovencitas de alta cuna al Exterior –como lo llamábamos entre los nobles– por sus despectivos y altivos comportamientos. No pasaba nada, ninguna chica corría peligro, todas estaban a salvo, ya que siempre iban acompañadas de alguna figura protectora, ya fuera de algún guardia, algún guardimal –o traducido: un animal guardián–, o del mismísimo Segundo Príncipe. El problema era que ninguna de aquellas chicas volvía. Bien porque habían encontrado al amor de su vida, o porque había descubierto que su sueño era abrir un negocio en algún otro pueblo o simplemente porque les había gustado tanto viajar que se iban a dedicar toda su vida a ello. Yo no quería terminar como ellas. No quería que, al irme, me gustara todo aquello y decidiera quedarme para siempre. No era justo ni para mí ni para mis padres ni, mucho menos, para mis hermanas. ¿Qué sería de ellas sin la guía de una hermana mayor? Esmae era demasiado reservada para triunfar y las gemelas eran una explosión de problemas cuando estaban juntas. Tenía que estar allí con ellas para controlarlas. Con suerte, en menos de dos años, que era cuando debutaría Esmae, yo ya estaría casada y podríamos contar con la protección del título de mi marido. Aunque después de haberse roto mi compromiso, mi lista de pretendientes disminuiría.

   —¿Y qué quieren que haga fuera de la ciudad? —iba a saber cómo arreglármelas sin estar rodeada de lujos gracias a cuando todavía era una White, puesto que mi antigua familia pertenecía la clase media baja. Gracias a ellos, sabía lo que era vivir con lo que se podía y trabajar duro por lo que se quería—. ¿Y quién me va a acompañar?

   —Mi querido Raiden ha intentado librarte de eso, pero sólo ha conseguido que la reina acceda a que te acompañen no uno, sino dos guardimales, y su hermano pequeño.

   Fruncí el ceño.

   —¿Caspian va a acompañarme? En ese caso, sería más bien yo la que estaría protegiéndole —sólo con Eve era capaz de sincerarme de esta manera—. Ya sabes como es.

   —No, boba. El Segundo Príncipe es quien va a acompañarte.

   —¿El Príncipe Misterioso?

   El segundo hijo del rey, y primero de la actual reina, era un hombre que pasaba muy poco tiempo en palacio. A pesar de ser joven –no superaría los veinticinco años–, el príncipe odiaba estar rodeado de la alta sociedad, por lo que, siempre que podía, lo evitaba yéndose de viaje. Acompañar a las chicas que la reina mandaba fuera era tan solo una excusa para no pasar tiempo en la Corte.

   Sinceramente, no me hacía nada de gracia ir acompañada de dos animales con los que no tenía ninguna conexión y de un hombre al que jamás había sido presentada. Había escuchado hablar de él, le había visto en algún que otro evento de la Familia Real, pero nunca había hablado con él. Nadie nos había introducido, y él no se había mostrado muy receptivo. Tenía pinta de ser una persona difícil.

   Incluso después de todo lo que había pasado con Caspian, lo prefería a él antes que al Príncipe Misterioso. Y nos referíamos a él así porque llamarle Príncipe Ermitaño era demasiado irrespetuoso.

   —Sí, junto a sus dos guardimales. Personalmente, pienso que el castigo es excesivo, pero, oye, he visto al príncipe y no está nada mal.

   Me llevé una mano a la cabeza y la pasé por todo mi rostro, lamentando el momento en el que decidí hacerme amiga suya.

   —No ayudas nada de nada, Eve.

   —Ay, lo siento. Yo también protestaría, aunque si fuese mi querido Raiden me iría con él de cabeza...

   —¡Evelyn!

   —Lo siento —murmuró.

   Volví a poner los ojos en blanco. La mayor parte del tiempo que pasaba con ella, mi color de ojos era ese, porque Eve no paraba de decir tonterías. La quería muchísimo, pero conseguía sacarme de quicio como muy pocas personas conseguían. Sólo había dos personas que lo lograban, aparte de Eve, y esas eran las gemelas.




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