No en esta vida (trilogía Tres Vidas I)

Capítulo 22

   Pude sentir cómo Thomas se tensaba bajo el tacto de mi palma. Por su expresión y por la de mi padre, pude deducir que el intercambio de palabras que tendrían no sería nada bonito. De hecho, temía que incluso pudieran llegar a los puños.

   Refugié a Thomas tras mi espalda, posicionándome entre él y Magnus, que había comenzado a acercarse con pasos lentos aunque sin pausa. Mi padre enarcó una ceja, entre cabreado y decepcionado de que protegiera al príncipe. ¿Qué narices había pasado entre ellos para que se llevaran tan mal?

   —¿Qué haces tú aquí? —repitió, refiriéndose al rubio.

   Thomas sostuvo mi mano, la cual ya estaba entrelazada con la suya, con más fuerza, no sabía si para asegurarse de que no me apartara de su lado o de que no me apartaran otros.

   —Acompaño a Aileen.

   —Suelta a mi hija ahora mismo —ordenó mi padre, percatándose de nuestro enlace e ignorando su respuesta.

   La expresión de Thomas reflejó durante una milésima de segundo su sorpresa. Su capacidad y rapidez para recomponerse me impresionaron.

   Para relajar un poco los músculos del príncipe y, a la vez, la situación, envolví mis brazos alrededor del suyo, sin soltar la mano que ya tenía tomada.

   —Está bien —aseveré—, es mi marido.

   Recé a los Dioses que en la historia que Thomas se habría inventado cuando conoció a Magnus tuviese las suficientes lagunas como para que yo pudiera hacerme pasar por su esposa. Todavía teníamos los anillos puestos, a pesar de que eran tan discretos que, a menos que dijéramos que eran alianzas, parecían de adorno.

   Magnus agrandó los ojos al tiempo que Lotus, junto a Aegan y Ash, salía de la trastienda. Los tres se dedicaron a contemplar la escena que se presentaba frente a ellos, sin ninguna intención de meter baza.

   —¡Me niego! —Rugió Magnus—. ¿Cómo has podido casarte con este sinvergüenza?

   Si a Thomas le molestó el insulto, no lo dejó entrever. Yo, por otro lado, me mostré ofendida.

   —¡Es mi esposo! —sobreactué, fingiendo indignación.

   —Voy a cargármelo —declaró mi padre.

   El panorama me parecía tan surrealista que no sabía que otra cosa hacer más que improvisar a medida que iban sucediendo las cosas. Como ahora, que Magnus quería arrancarle la cabeza a mi marido de pega por haberse casado conmigo y, lo que seguramente pensaba, por haberse sobrepasado conmigo.

   —Ya basta, Magnus —Lotus alzó la voz por encima de los bufidos de mi padre, intentando calmarle, a pesar de que su expresión tampoco conjuraba nada bueno.

   Por lo que se podía llegar a deducir de la situación, Thomas había conseguido enfurecer no solo a su supuesto suegro, sino a una bruja de la tierra que antes había querido ahogarme.

   Magnus se detuvo a medio camino, lo que significaba que estaba a menos de un brazo de distancia de mí, medida que quedó demostrada cuando me agarró una muñeca y me impulsó hacia él, lejos del príncipe.

   Aegan soltó una exclamación, exigiendo al ex marinero que me dejara libre y acusándole de que no tenía ningún derecho a tocarme. Olvidaba que ellos, ni el pelirrojo ni Ashton, habían estado conscientes cuando se había desvelado la verdad a través de un hechizo con un nombre en un idioma que todavía no lograba identificar y que significaba Lazos de Sangre.

   —¿Puede alguien explicarme qué está pasando? —se oyó a Ash preguntar.

   A pesar de su dulce y educada petición, nadie la hizo caso, siguiendo a lo suyo, que era, en resumen, estar atentos de lo que estaba pasando entre Magnus y Thomas.

   El Segundo Príncipe apretó los dientes, provocando que se le tensara la mandíbula. Admiré el proceso, escapándoseme un pervertido pensamiento sobre pasar la lengua por esa parte de su cuerpo. Sin duda, no era el momento ni el lugar para estar pensando en eso, así que me obligué a centrarme en los acontecimientos actuales.

   Thomas abrió la boca para hablar, pero algo se lo impidió. Por la expresión de concentración que tenía Lotus, y por sus iris morados, deduje que estaba impidiendo que lo que fuese que Thomas fuera a decir saliese de su garganta a través de un hechizo. El rubio se tocó la nuez de Adán, aterrorizado por no poder emitir sonido alguno. Magnus le dedicó una mirada a Lotus, la cual ella ignoró. El príncipe comenzó, entonces, a quedarse sin aire, tal y como me había pasado a mí hacía unos minutos.

   Armándome de valor y sabiendo que iba a arrepentirme de mi decisión, me solté del brazo de mi padre y me posicioné entre él y Thomas, con los brazos en alto, señal de rendición.

   —De acuerdo, ya basta. Os contaremos todo.

   Lotus alzó una ceja, como si dudara que estuviera diciendo la verdad, pero yo ya no podía más con las mentiras que se me estaban acumulando en la espalda. Si queríamos su ayuda, se merecían saber al menos un poco. Sobre todo teniendo en cuenta que habíamos puesto en peligro a Ash, a mi padre y a mi madrastra estando con ellos, puesto que Zade y sus subordinados todavía estaban persiguiéndonos.

   La bruja soltó a Thomas, que cayó al suelo, con el rostro blanco y el cuello rojizo, casi amoratado, con si una mano invisible hubiese estado apretándolo con fuerza. Me pregunté si la piel de mi cuello mostraba un aspecto similar.

   Me acerqué a él, poniéndome en cuclillas para quedar a su altura. Tosió varias veces, y carraspeó dos, en un intento de recuperar su voz. Me miró con ojos vidriosos, mas no derramó ni una sola lágrima, a pesar de que su lacrimal parecía estar a rebosar. Quizás no quería presentarse débil ante Magnus. Estaba segura de que su orgullo como príncipe no se lo permitía.




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