Tamborileo los dedos sobre su pierna, deseosa y ansiosa de verlo llegar, tenía cerca de veinte minutos de retraso y eso que ella había tardado un poco más de lo previsto en ir y volver de casa para cambiarse y arreglarse un poco. Por un momento pensó que quizá, tal vez, de último momento él se había arrepentido, que una vez más ella no era suficiente ni para una cita de amigos. Paseo sus ojos por los jardines de la universidad, le gustaba mucho el recorte que tenían los árboles, los arbustos formando las iniciales de la escuela y aquella vieja estatua de un cimarrón la mascota escolar, que daba sombra sobre la banquita donde ella permanecía sentada.
—siento llegar tarde—se disculpó.
Nada más verlo a Nuria se le iluminaron los ojos, negó con la cabeza haciendo que sus rizos se mecieran—acabo de llegar también—mintió.
—menos mal— suspiró, se dejó caer sentado a su lado con tanta torpeza que a ella le causó ternura.
—no hay cuidado, Carlos.— sonrió— ¿Querías que habláramos de algo? ¿o quieres que salgamos por ahí?—ante su última pregunta ella misma se sonrojo— no como cita, solo salir por ahí, como hacen los amigos… somos amigos— una risa nerviosa abandonó sus labios.
Él la miró sin comprender, frunció el cejo y ella palideció, obligándose a callar, no lo arruines mas, deja que hable, se dijo.
—podemos ir a comer si quieres—ofreció de pronto Carlos.
A ella el corazón le saltó de emoción.
—¡genial! hay un restaurante aquí cerca…
—no tengo dinero para restaurantes, Nuria, ¿te invito un café?—corto rollo.
Nuria quiso decirle que ella podía invitarle. Que no necesitaba pagar nada, solo que sabía que Carlos no tomaría bien un comentario así, y la idea de beber café junto a él, le pareció la cosa más maravillosa que podía pasarle.
—me apetece un café— respondió, poniéndose en pie de la banquita.
Lo vio asentir, parecía un tanto preocupado, lo vio secarse el sudor de la frente torpemente con el dorso de la mano y la ternura la envolvió de nuevo, Carlos era el hombre más descoordinado y poco varonil que conocía, sin embargo justamente eso le parecía atractivo, ingenuo y dulce.
Se dirigieron a una pequeña cafetería a dos cuadras del campus, mismas que recorrieron en silencio. Nuria tuvo que admitir que Carlos se veía bastante tenso. Decidió no obligarlo a hablar, asi que se limito a caminar a su lado, al entrar a la cafetería, le sorprendió un poco lel aspecto casero del lugar, no había mas de cinco mesas de madera con mantelitos de tela, sobre el mostrador una barra de postres y solo una camarera con un uniforme de un rosa espantoso que ella tuvo que contenerse seriamente de no ir a por el gerente de aquel local y sermonearlo sobre maltrato laboral, eso era tortura para aquella pobre chica.
—¿les puedo traer algo?—preguntó la camarera al acercarse a ellos que tomaban lugar en una de las mesas de la esquina.
—dos cafés, por favor— ordenó Carlos por los dos.
Nuria sonrió—uno con leche y cuatro de azúcar. Por favor.
Nada más decirlo, Carlos la vio boquiabierta— ¿cuatro?
Ella se encogió de hombros—me gustan las cosas dulces— explicó.
Como tú, pensó.
Él sonrió ajeno a sus pensamientos. —no se como decirte esto, Nuria…
Soltó al fin. A ella el estómago se le encogió ¿sería posible que al fin la notara?
Centro su mirar directo en los ojos de él, él se sonrojo bajando la vista ¡¿era acaso que por fin se había dado cuenta que ella…
No termino de formular la pregunta en su mente, en ese instante la camarera volvió con los dos cafés.
—un café negro— dijo colocando frente a Carlos una taza— uno con leche y cuatro de azúcar— puso delante de Nuria una humeante taza de café.
Observó como Carlos trataba de enfriar el suyo soplando, no quería presionarlo, pero tenía que saber si a ambos los atormentaba la misma situación, si de algún modo que desconocía su amor lo había alcanzado.
—tenias que decirme—le recordó, batiendo el contenido de su taza con una cucharilla.
Él asintió, sin embargo no habló.
—Carlos—insistió.
Finalmente suspiro. -- hice algo muy malo, Nuria. No se como solucionarlo— al decirlo sus ojos se cristalizaron por el llanto que luchaba por no dejar salir.
Ella sonrió disimulando su aire de desilusión—cualquier cosa que haya sido no puede ser tan mala—trató de consolar.
Él sorbió fuerte por la nariz. —el día que fuimos al arcade— balbuceo.
Nuria entristeció un poco al recordar que el la dejo botada en aquella ocasión.—¿Qué con ese día?
Aspiro hondamente antes de volver a hablar—aquel día vi al profesor Urreiztieta llevando a Valentina dentro de una cabina de fotos.
Aquella confesión hizo que a Nuria se le atorara el sorbo de café que acababa de beber.
++++
Sabía que no podía irse de la universidad sin Nuria. Después de todo habían acordado irse juntas. Sin embargo Nuria no llegaba y ella necesitaba además pasar por su departamento pues el plan un tanto exagerado de ambos hermanos Urreiztieta la había dejado comprometida de pasar los días siguientes en casa de los padres de ambos, cosa que no le disgustaba pero si la dejaba sin mudas de ropa, tenía que ir, debía urgentemente pasar por algunos objetos personales que sin duda necesitaría para una permanencia un poco mas larga en aquel sitio, además que tenia que asegurarse que su departamento estuviese a salvo ya que dentro de el se encontraba no solo todo lo que poseía en aquella ciudad si no su amado muñeco; aquel de un rabioso pelinegro, de ojos negros que le recordaba a un huraño profesor.
Sabía que Damian estaría en una junta de profesores, se lo había dicho horas atrás en su oficina, solo recordar los besos que se dieron entre aquellas cómplices paredes Valentina se sonrojo. Lo amaba demasiado al punto de conformarse conrobar momentos de besos fugaces en un lugar donde lo suyo estaba prohibido, lo amaba tanto como para quedarse en casa de sus padres solo para que estuviera tranquilo, y por eso mismo necesitaba ir por unas cuantas mudas, así que estaba sola en aquella enmienda que no podía dejar para después. Suspiro frustrada.
Pensó en llamar a Nuria, ver si aún le restaba mucho por volver, la sola idea de saberse ahí asustada sin poder moverse le llenó de rabia. ¿Qué carajo le pasaba? Ella era Valentina Roa, había pasado por cosas peores que ir sola a su departamento. No. No dejaría que aquello la detuviera, iría a por lo que necesitaba porque tenía que ser fuerte, honrar su nombre y ser valiente. Asio el tirante de su mochila al hombro, y se dispuso a ir a su departamento, pensando que en el camino enviaría un texto a Nuria para que esta supiera dónde encontrarla.