Finalmente, llegó el domingo, pero lo único malo era que mamá nos había asignado la tarea de limpiar la casa. Así que Hunter y yo nos repartimos las responsabilidades: yo me encargaba de la cocina mientras él se ocupaba de las habitaciones de arriba. Antes de empezar, decidí cambiarme de ropa. Opté por una pantaloneta corta y me colé en la habitación de mi hermano en busca de un buzo. Vi uno sobre una silla, era beige y tenía un pequeño estampado de un pandita en la esquina superior. Nunca había visto ese buzo, pero ahora era mío.
Así que para disfrutar más de la limpieza me puse mis audífonos, bailaba y cantaba por toda la cocina mientras limpiaba la mesa y lo demás, el jabón era mi micrófono y la cocina entera era mi escenario, me dejaba llevar por la música cuando escuché aplausos detrás de mí.
—¿Qué carajos quieres? —me congele en cuanto complete la pregunta y me gire hacia donde venían los aplausos.
No era mi hermano.
—Hola—saludo Aaron recostado en el umbral de la puerta.
—¿Hace cuánto estás ahí? — pregunte poniéndome roja de la vergüenza.
—alcance a ver media coreografía con los condimentos y luego pasaste al refrigerador, la verdad no mucho, eres una gran bailarina.
—Y ¿Qué es lo que quieres? — pregunte parándome frente a él.
—Vengo a devolverle su celular a tu hermano, lo dejo en mi auto después de la práctica de ayer— respondió sacudiendo el celular en su mano.
—Está arriba.
—Perfecto, gracias, bailarina, por cierto, te queda muy linda mi ropa— comentó él.
Como que su ropa.
—El buzo que tienes puesto es mío, lo dejé hace unos días aquí— continuó Aaron— pero puedes quedártelo te queda bastante bien— dijo él escaneándome descaradamente de arriba a abajo— a mí ya no se me ve bien.
—Así que no eres un engreído, sino que eres bastante hormonal, no me mires así pervertido— exclame.
—Tal vez siempre lo he sido, solo que como no tenía ganas de estar aquí no conocías mi verdadera ser— explicó Aaron con una pequeña sonrisa.
—Prometo devolvértelo después.
Ya eran las 10 de la noche y mis padres aún no llegaban, mi madre había estado en la oficina todo el día y mi padre estaba de jurado en unas audiciones, mi padre dijo que pasaría por mi madre a las cinco de la tarde, ya se habían tardado, el teléfono empezó a sonar y fue Hunter quien contestó.
— ¿Hola? — escuché cuando contestó. Me acerqué a él y su cara cambió completamente, se puso pálido— gra... g-gracias ya... Ya v-vamos para allá.
—Vámonos, ahora— fue lo único que dijo.
Se veía serio y tenía la mirada perdida, pero no protesté, solamente me subí al auto en silencio, la tensión se podía cortar con una tijera, no entendía que pasa, pero sea lo que sea mi hermano se veía muy afectado y me estaba preocupando.
Después de un rato me atreví a preguntar a dónde nos dirigimos y por qué estaba así.
Tengo derecho a saber.
—Es papá— fue lo único que respondió.
Con esas dos simples palabras sentí como mi corazón se encogía, me empezaba a faltar el aire, ¿Cómo que es papá? ¿De qué habla?
—¿Está bien? ¿Qué pasó? — lance mil preguntas por minuto, pero mi hermano no respondía, permanecía con la mirada en el camino y no decía nada—¡MALDITA SEA HUNTER DI ALGO! —grité, pero él no perdía su posición sería con la mirada perdida, finalmente habló.
—Tuvo un accidente de tránsito— soltó sin más.
Él siguió hablando, pero yo ya no lo estaba escuchando, me sentía perdida, estaba congelada, no sabía qué hacer o que decir, las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas y un sollozo escapó de entre mis labios, solo quería gritar, no mi padre está bien, debe ser una maldita broma, si seguro es eso es solo una broma.
Saqué mi teléfono y le escribí a Marco, pero no respondió, no sabía a quién llamar o que hacer, Norah y Noah no estaban en casa, pero después de un momento hice una llamada.
—¿Quién putas, molesta a esta hora? — escuché del otro lado del teléfono.
—Ven por favor— solté sollozando.
—¿Sara?, ¿Estás bien? ¿Qué pasa? — empezó a preguntar, pero no respondí, solo lloraba en el teléfono.
—Ven por favor, hospital central— fue todo lo que pude decir entre sollozos.
—Voy para allá.
El camino al hospital se me hizo eterno y sentía que andábamos y andábamos, pero no avanzábamos, en cuanto Hunter estaciono el auto me baje lo más rápido posible y entre corriendo, buscando algo o alguien, ¿qué era lo que buscaba? No estoy segura. Unas manos me tomaron por los hombros, en cuanto me giré era mi madre con los ojos hinchados y rojos de tanto llorar, solo la abracé, ella me correspondió el abrazo y empecé a sollozar.
Tengo mucho miedo de lo que le pueda pasar a mi padre.
—¿Cómo está? — preguntó mi hermano quién acababa de entrar.
—Aún no lo sé, le están haciendo estudios y en unas cuantas horas nos informan cómo está— dijo mi madre sin dejar de abrazarme— solo me dijeron que el enfermero que lo está atendiendo nos avisara pronto que pasa, me dijeron que se llamaba Aidan Brown.
Estábamos en la sala de espera, Hunter tenía la mirada perdida en el suelo y su pierna subía y bajaba varias veces con rapidez, mi madre caminaba de un lado para el otro mientras yo estaba sentada llorando a mares en silencio. Mi madre nos comentó que cuando mi padre no llegó por ella como lo había prometido se empezó a preocupar y antes de que ella pudiera hacer cualquier llamada recibió la llamada del hospital.
—Sara— dijo una voz familiar en la entrada del pasillo en cuanto me vio corrió hacia mí y me abrazó, no rechace su abrazo y lo abrace con fuerza.
Mi hermano se acercó a nosotros y lo saludo.
—Hunter, ¿Cómo están? — preguntó él.
—Estamos a la espera de que alguien en este estúpido lugar nos diga algo— comentó mi hermano.
—Aaron, qué gusto verte aquí.
—Señora Daniells— exclamó él tomando la mano de mi madre y soltándose de mi agarre— disculpen llegar así estaba al otro lado de la ciudad cuando Sara me llamó y vine lo más rápido que pude.