No eres mi primer amor.

Capítulo 16. Largo.

Aaron

Estaba recostado, lidiando con la resaca. Había bebido demasiado, pero al menos mi hermana me trajo a casa y mi madre no tiene idea de lo borracho que estaba. Me libré del castigo y agradezco no estar soportando su charla ahora, con este dolor de cabeza. Aun así, no dejo de pensar en lo que pasó con Sara. Fui yo, la parte más vulnerable de mí, entregándole mi corazón a la chica que quiero, esperando que sienta lo mismo. Pero justo en ese momento apareció Jessica. Desde que le dije que ya no la quiero ver, que quiero hacer las cosas bien con Sara, no ha dejado de marcarme ni de "aparecer por casualidad" donde estoy. Incluso me ha amenazado un par de veces con lo de mi padre. No puedo decir nada... pero necesito hablar con alguien que de verdad me ayude con esto.

De pronto alguien golpeó la puerta, sacándome de mis pensamientos.

—Hijo, una señorita está en la puerta preguntando por ti— dijo mi madre recostada en el marco de la puerta.

—¿Es Sara? — pregunté con ilusión.

—No cariño— respondió mi madre— la chica me dijo que se llamaba...

—Soy yo cariño— dijo Jessica entrando a mi habitación como si estuviera en su casa.

—Creí haberte dicho que esperaras abajo en la entrada— soltó mi madre.

—No es necesario, suegra, ya sé que soy más que bienvenida en esta casa— respondió ella.

—Atrevida —susurró mi madre. Soltó un suspiro, atravesó la puerta dejándonos solos.

—¿Qué mierda haces aquí?

—Vine a verte cariño— dijo ella tratando de besarme.

—Ya te lo dije mil veces Jessica, no quiero verte más, no quiero nada que ver contigo, pero tu cerebro es tan pequeño que no lo entiende.

—¿Por qué ya no quieres verme? No recuerdo que en algún momento te disgustara —comentó ella con una sonrisa ladeada—. Y si mal no recuerdo, no es como si pudieras dejarme así como así.

—Lo que haya pasado no es asunto tuyo, es mi puto problema. Ahora largo— dije mientras me levantaba de la cama— ya veré como librarme de ti de todas las maneras posibles.

—Es por ella, ¿verdad?

—¿Por quién?

—Por la mosquita muerta que vive al lado— respondió ella.

—Y si así fuera a ti qué carajos te importa, eso es entre ella y yo, y por si no lo notaste tú sobras en ese orden de ideas.

—Solo quieres probar algo nuevo y después de eso volverás a mí como siempre— soltó ella acercándose a mí.

—Vuelvo a ti porque eres la única chica que conozco que me tiene amenazado con darle más años de prisión a mi padre —respondí con un tono frío—. No es porque disfrute pasar tiempo contigo, es porque no tengo otra opción.

—¿Qué tiene ella que no tenga yo? — pregunto con cara de pocos amigos— tengo dinero, tengo belleza, ¿Qué más quieres Aaron Miller?

—Ella lo tiene todo, y eso es lo que me encanta: que no es igual a ti. Ella me tiene a sus jodidos pies, pero yo a ella no, y si quiero que se fije en mí debo luchar, porque no merece menos —respondí.

—Vamos Aaron, ella no te merece— dijo jalando de mi brazo hacia ella.

—Yo no la merezco, pero aun así estoy haciendo el intento— respondí soltándome de su agarre para después sentarme en la silla de mi escritorio.

—Te vas a arrepentir de la decisión que estás tomando— respondió amenazante.

—Estoy seguro de que eso no pasara— respondí— y para finalizar esta charla iré a llamar un taxi para que te largues de una buena vez y me dejes en paz, seguramente también llame a un buen abogado que saque a mi padre de la cárcel y meta al tuyo.

El abogado que contratamos la primera vez para defender a mi padre fue sobornado por el padre de Jessica para inculparlo. Después de eso, ningún abogado que conociera a ese hombre quiso tomar el caso, porque tenía demasiado poder.

Después de eso salí de mi habitación y me dirigí al piso de abajo para llamar el taxi, me demoré alrededor de unos quince minutos.

Cuando subí a mi habitación, Jessica salía del balcón con una sonrisa en su rostro.

—¿Qué hacías ahí afuera?

—Eso dejó de ser tu asunto, ¿recuerdas? —respondió ella.

—Madura, ¿quieres?

—Solo estoy diciendo la verdad.

—Por cierto, el taxi ya está afuera. Largo.

—Como prefieras Aaron, pero me vas a extrañar en algún punto, ya lo verás y yo a diferencia de ti te estaré esperando cariño— dijo para acercarse a mí y dejar un beso en mi mejilla.

—Es mejor que esperes sentada— respondí— puede que te canses de esperar.

Me tiré en la cama a perder el tiempo, pero no lograba dejar de pensar en lo que había visto: cuando salí, Jessica parecía al borde del llanto; cuando regresé, tenía una sonrisa de oreja a oreja. Esa transformación repentina me heló la sangre. Conozco demasiado bien a Jessica: nunca sonríe sin un motivo, y cuando lo hace suele significar problemas. Sus impulsos siempre han sido peligrosos... y no podía dejar de preguntarme qué demonios había tramado desde ese balcón.

Me repetía que no era nada... aunque la duda seguía allí, molestándome como una espina bajo la piel.

Ya entrada la noche, el aburrimiento me venció y terminé escribiéndole a Sara.

Desde nuestro primer encuentro, justo antes de que su padre se marchara, vernos en los balcones se convirtió en nuestra terapia secreta. Ella casi nunca habla mucho, pero siempre está presente: a veces con dulces en la mano, otras con un libro abierto, lista para leer conmigo. Me encanta observar cómo se emociona cuando los protagonistas encuentran la felicidad o cómo frunce el ceño cuando las cosas salen mal. Ese momento compartido se volvió sagrado para mí. Sus libros son como una extensión de su alma, y que me deje entrar en ese mundo suyo... vale más que cualquier otra cosa.

Cuando llegó la hora, salí con la ilusión de siempre, pero el balcón estaba vacío. Le mandé un mensaje: "Ya estoy aquí". Esperé. La llamé varias veces, pero no contestó. Su luz seguía encendida, así que aguanté un rato más, confiando en que aparecería. Nunca lo hizo.



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En el texto hay: amor, amor adolescente

Editado: 24.10.2025

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