No eres mi primer amor.

Capítulo 18. ¿Por qué estás enojada?

AARON

He pasado los últimos días con Sara. Lo que sucedió con Marco la dejó muy tocada, por eso no quiere quedarse sola en las noches. No me importa quedarme con ella; lo hago con gusto.

Aún no he logrado hablar con ella sobre la fiesta: no me parece el momento tras lo ocurrido. También he estado intentando poner todo en orden para que Jessica no vuelva a entrometerse. Hablé con la madre de Sara y dijo que su abogado está dispuesto a tomar el caso. Solo me falta hablar con Sara. ¿Cuándo lo haré? Ni idea. Tampoco sé exactamente cómo se lo diré. Al menos, otras piezas del problema están encajando.

Antes de hablar con Sara, me gustaría entender qué pasó, o más bien, qué nos pasó. Pensé que ella sentía lo mismo, que algo de lo que dije la había incomodado. Sin embargo, si fuera así, no me habría permitido quedarme con ella. Realmente, no lo entiendo.

Pero solo hay una persona que puede sacarme de esa duda, y es Valerie.

Salí de mi habitación en busca de mi hermana, pude encontrarla en la sala.

—Hola —dije, llamando su atención—. Tengo que hablar contigo.

—Te escucho, hermanito. Me encanta arreglarte la vida —sonrió, y me invitó a sentarme junto a ella—. ¿Qué pasa?

—Hay una chica...

—¿La de aquella noche? —alzó una ceja.

—Sí —contesté—. No entiendo qué pasó. Le dije lo que siento; fui sincero, y ahora me evita.

—¿Bebiste antes de declararte?

—Tal vez... un poco.

—Primero: aclara las cosas con ella. Siéntate y pregúntale qué le pasa, qué la hizo reaccionar así. Puede que los borrachos digan la verdad, pero quiero que lo sepa de ti sobrio —dijo, apoyando la mano en mi pecho—. Que sienta que lo dices desde aquí, y no como una borrachera.

Se levantó y empezó a pasear por la sala. —Seguramente pasó algo entre ese momento y la siguiente vez que se vieron —se volvió hacia mí y me señaló—. No agrandes el problema con suposiciones, y, por favor, no la obligues a escucharte.

—Ya intenté hablar con ella y no me quiere escuchar —le respondí.

Valerie volvió y se sentó a mi lado. —Entonces vuelve a intentarlo mañana. Si te dice que no, respétalo: déjala que tome su tiempo, pero que sepa que estarás listo cuando ella quiera hablar.

—Necesito ordenar mis ideas antes de hablar —confesé.

—Hazlo. Usa las palabras correctas —me aconsejó.

Tenía mil cosas en la cabeza: quería decirle que me gusta, pero era obvio que no era el momento. Primero debía arreglar lo que la molestó. Quería comprenderla, pedir perdón si hacía falta y que supiera que estoy dispuesto a todo para arreglarlo.

A la mañana siguiente me levanté y me arreglé para ir a la escuela, deseando que todo saliera bien. Aún no tenía claro qué decirle; me había quedado hasta tarde buscando las palabras correctas, pero nada parecía suficiente. Había demasiadas cosas en mi cabeza.

La vi a lo lejos, frente a su casillero. Caminé con paso firme. Me regaló una sonrisa fugaz y enseguida intentó alejarse, pero la alcancé, sujetando su brazo con suavidad. Sin pensarlo demasiado, la conduje hacia la primera puerta que encontré.

Genial. El armario del conserje. Entre trapos y cubos. No era mi mejor plan, pero ya era tarde para pensar.

Sara me miró molesta; yo sentí un nudo en el estómago.

—Aaron, esto no es gracioso —dijo, seria—. Tenemos examen. Déjame salir.

Mierda: el examen. Improvisar era la única opción.

—¿Podemos hablar de lo que pasó? —pregunté.

Sus ojos se abrieron y la expresión de su rostro se tensó: supo a qué me refería y, al mismo tiempo, revivió lo que la había herido.

—Aquí no pasa nada, Aaron. Si me permites, voy a clase —intentó empujarme, pero soy más alto y me impedía pasar.

—¿Por qué estás tan enojada conmigo? —insistí.

—No estoy enojada, y si lo estuviera no sería asunto tuyo. No somos pareja.

—Es verdad: no lo somos. Pero hay algo entre nosotros y tú lo sabes.

—No, no hay nada —exhaló con rabia contenida—. Y no quiero hablar del tema. No quiero escuchar promesas vacías, palabras que luego repites a otras veinte chicas.

—Te agradezco que me hayas ayudado con Marco —continuó, con firmeza— y que me hayas acompañado estas noches, pero no quiero ser una de tus conquistas. Lo que hiciste por mí lo haría cualquier amigo; créeme, lo que tenemos es amistad. Puedo conformarme con eso.

Hizo una pausa como si por fin sacara años de silencio. Me dolió escuchar todo lo que guardaba; su resentimiento no era de un día.



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En el texto hay: amor, amor adolescente

Editado: 24.10.2025

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