La sujeté por los hombros, obligándola a que me mirara. Su mirada esquivaba la mía y sentí un nudo en el estómago, como si estuviera a punto de perderla para siempre.
—Por favor, hablemos —supliqué, con la voz cargada de urgencia—. Si después de escucharme quieres seguir enojada, lo aceptaré... pero necesito entender qué pasó, qué hice mal. Solo háblame.
Por un segundo pensé en besarla para detener aquella tormenta, pero después de lo ocurrido con Marco, hacerlo ahora hubiera sido cruel, hasta egoísta.
Ella soltó un suspiro que me rozó como un hilo helado en la piel, cargado de miedo y desconfianza. Ese sonido quebrado me atravesó más que cualquier grito.
—¿Y cómo esperas que reaccione? —su voz se quebró un poco—. Un día me dices que me amas y al siguiente resulta que ya tienes novia... Y para colmo, me dicen que le dijiste lo mismo a ella. Exactamente las mismas palabras.
—Espera... ¿novia? —reí con incredulidad—. No, Sara, yo no tengo novia. ¿De verdad crees que me enamoro de cada chica que pasa por mi camino? —mi mano buscó su mentón, obligándola a mirarme—. A mí solo me importas tú.
—Eso no es lo que Jessica dijo.
—¿Cuándo hablaste con ella?
La información que me estaba dando hacía que todo fuera aún más confuso.
—El día que fue a tu casa, ella estaba en tu balcón y me dijo que la habías invitado para presentarla a tu familia como tu novia— soltó ella y se sentó en un balde que estaba al revés cerca a la puerta.
—Ya sé de qué hablas— hable soltando una pequeña risa.
—¿Qué te parece tan divertido?
—El hecho de que ella fue a mi casa y paso completamente todo lo contrario a lo que te contó.
—¿A qué te refieres? — pregunto ella.
—Me refiero a que ese día fue a mi casa y terminamos toda relación que tuviéramos— explique—yo quería terminar cualquier relación que tuviera con ella y creo que es un buen momento para que sepas toda la verdad de mi relación con Jessica.
—Te escucho— comento ella.
Así fue como le compartí a Sara todos los detalles, desde la acusación de lavado de dinero por parte del padre de Jessica hacia mi padre, hasta el chantaje que utilizaron para que nuestro abogado abandonara el caso... Le describí cómo anteriormente ni siquiera podíamos ver a mi padre, pero ahora al menos logramos tener una videollamada al mes.
Nos vimos forzados a mudarnos una y otra vez; cada maleta a medio llenar era un recordatorio de que nunca estábamos a salvo. Dormir con la sensación de que alguien observaba desde la ventana se volvió parte de mi rutina, y la ansiedad me carcomía incluso en sueños. La situación previa era insoportable, con los guardaespaldas de Jessica vigilándonos sin cesar y lanzando amenazas para impedirnos tomar cualquier medida en su contra.
La única persona que estaba al tanto de nuestra ubicación era Jessica, quien se aseguraba de que no cometamos ningún error. Sin embargo, eso cambiará ahora con la intervención del abogado de la madre de Sara.
—Es una maldita— resoplo ella— creo que Jessica me vio la cara de estúpida y es una completa desalmada, como le pudo hacer eso a tu padre, a tu familia, creo que mereces una disculpa de mi parte me enoje contigo por una mentirosa— habló ella acercándose a mí y me abrazo— lo siento.
—No te preocupes por eso, quería hablar contigo, sabía que algo no estaba bien— expliqué y le correspondí el abrazo.
En ese instante quise abrirle mi corazón, pero el lugar nos traicionaba: un armario sofocante, con paredes impregnadas de humedad y el aire pesado que olía a trapos mojados. Cada respiración sabía a encierro, y el contraste con lo que quería decirle me resultó casi cruel.
Decidí que sería mejor esperar a otro momento y encontrar un lugar más apropiado. La casa del lago de mis padres parecía perfecta, especialmente con las vacaciones de mitad de año acercándose. Podría invitar a los chicos para evitar cualquier sospecha, aunque dudaba que Sara llegara a sospechar algo. Después de todo, ella solía ser bastante distraída.
—Lamento todo esto— soltó ella sacándome de mis pensamientos— prometo que no vuelve a pasar— continuo ella aferrándose a mi brazo.
—¿Trato? — pregunté.
—Por la garrita —continuó, ella mostrándome su meñique. —Es una promesa de corazón, no puedes romperla — dijo ella, entrelazando nuestros meñiques.
—Por la garrita— dije sonriendo.
—Nos vemos engreído— dijo para después irse dejándome ahí solo en el armario.
Mierda, el examen.
Más tarde ese mismo día los chicos me esperaban a la salida de la escuela y para mi mala suerte, Jessica también me esperaba, en cuanto la vi dirigí mi mirada a Sara, la cual me respondió con una sonrisa, así que me acerque a ellos, entrelace mi mano con la de Sara y juntos nos acercamos a Jessica.
—¿Me quieres explicar en qué estabas pensando al mentirle a Sara? — escupí las palabras con un temblor contenido; sentía la sangre hervir bajo mi piel, pero me obligué a mantener la voz firme, porque Sara apretaba mi mano con fuerza.
—¿Yo?, vamos Aaron, yo no le mentí, ella está inventando todo— se defendió.
—¿Te atreves a seguir mintiendo? — soltó Sara.
—Tú no tienes por qué estar aquí, vine a hablar con él, no contigo— respondió poniendo su mano en el pecho de Sara y empujándola ligeramente.
—Jessica ya basta de estupideces y acepta lo que hiciste. Lo que tengas que hablar conmigo, háblalo con ambos.
—Vamos Aaron, tú y yo tenemos más historia que tú y está aparecida.
Si la historia de como mandaste a mi padre a la cárcel.
—Te estás equivocando conmigo si crees que me voy a dejar insultar de una perra como tú— dijo Sara parándose frente a Jessica.
—¿Vas a dejar que me trate así? — soltó Jessica dirigiendo su mirada hacia mí.
—Tú misma lo provocaste, Jessica —respondí con firmeza, clavándole la mirada—. A partir de ahora quiero que nos dejes en paz. Lo nuestro terminó, y si queda algo por resolver, que sean los abogados quienes lo hagan. Tú y yo ya no tenemos nada.