El pitido inicial marcó el comienzo del partido y, de inmediato, una corriente eléctrica recorrió las gradas. Los gritos, los tambores y las luces parecían sincronizarse con los latidos acelerados de mi corazón. Los jugadores se movían con una fuerza y precisión hipnótica, y cada vez que el equipo contrario robaba el balón, una oleada de tensión se apoderaba del estadio entero. Sentía esa desesperación vibrando en mi pecho como si también yo estuviera en la cancha.
Y, sinceramente, hasta ahí llega mi conocimiento sobre fútbol.
Han pasado treinta minutos de partido y seguimos cero a cero. Las animadoras hacen de todo por mantener el ánimo arriba, y debo admitir que lo logran: todos en las gradas gritamos a más no poder. Creo que esta noche me quedaré sin voz. El narrador aumenta aún más la emoción, describiendo cada pase con tanta intensidad que todos estamos al borde del asiento.
De pronto, veo cómo Aaron le arrebata el balón al delantero rival y gira sobre sí mismo para esquivarlo. Luego avanza, ligero, dejando atrás a los mediocampistas como si fueran simples obstáculos. En ese instante, los nervios se apoderan de mí. Todos en las gradas nos ponemos de pie, conteniendo el aliento, expectantes ante lo que está por suceder. La adrenalina me recorre de pies a cabeza y empiezo a gritar junto al resto el nombre de mi amigo. Aaron hace otra maniobra, supera a los defensas y ahora solo queda el portero. Es...
—¡GOOOOOOOOOOOL! —grité con todas mis fuerzas al ver el balón cruzar la portería.
El estadio estalló en gritos y saltos; la euforia era absoluta.
Los chicos celebran como locos, igual que las animadoras; todos en las gradas gritan sin parar. Ese movimiento fue simplemente épico. Mi corazón se detiene cuando veo a Aaron correr por la cancha, acercándose a mí con los brazos extendidos. Cada paso suyo hace que el aire se me quede atascado en el pecho.
Y entonces, sin decir una palabra, me besa frente a todos. Me pasa por encima de la valla, sujetándome firmemente de la cintura mientras el estadio entero estalla en gritos. Decido dejarme llevar; lo rodeo del cuello, intensificando el beso. Él sostiene mi muslo, haciéndome enroscar las piernas alrededor de su cintura. Una corriente eléctrica me recorre la columna y me hace temblar.
Nos separamos solo por falta de aire. Entre jadeos, él me sonríe y deja un pequeño beso en la punta de mi nariz antes de volver a la cancha. Yo regreso a mi lugar con el corazón desbocado. Las gradas vuelven a rugir; la energía es tan contagiosa que pronto todos saltamos, gritamos y celebramos sin medida.
En ese momento Norah se acercó a mí con esa sonrisa de lado llena de orgullo que dice «Esa es mi chica».
—Por lo que veo no te arrepientes de haber venido como las otras veces— dijo ella.
—Es cierto— susurré llevando mi mano a mis labios.
—Una de tus fantasías se cumplió— dijo ella— debo admitir que sé lucio.
—Si es cierto— divague en mi mente, solo pensaba una y otra vez en ese momento en el que me tomo, es sus brazos y me beso, fue realmente mágico.
—Bueno cuando vuelvas a la realidad, seguimos hablando— dijo Norah.
El partido continuo con normalidad mientras yo disfrutaba de la bella vista que me proporcionaban este partido de fútbol.
Al final ganaron dos a uno, estuvo de infarto ese partido. Esperamos a los chicos, en cuanto aparecieron parecían dos niños pequeños cargados de azúcar. Noah y Hunter salieron corriendo, gritando, y nos abrazaron con fuerza antes de dejarnos en el suelo. Luego, Aaron se acercó a mí y comenzamos a saltar y gritar de nuevo, celebrando el gran trabajo de los chicos. Este partido marcaba el inicio de la temporada, y ganarlo los colocaba en una posición destacada en la tabla.
—¿Qué te pareció mi dedicatoria? — dijo Aaron pasando su brazo por mis hombros con una sonrisa mientras nos dirigíamos hacia el estacionamiento.
—Me gustaría repetirla un par de veces más.
—Eres mi amuleto de buena suerte— soltó dejando un beso en mi frente.
Le devolví la sonrisa, llegamos a la camioneta de mi hermano, él y Norah se fueron al frente y yo me fui atrás en medio de Noah y Aaron.
—¿Y si vamos a celebrar? — soltó Noah.
—¿Y si mejor vamos a descansar? — respondí.
—Noah, mañana nos vamos— dijo mi hermano— y podremos celebrar todo lo que quieras.
—Bien— respondió Noah cruzando sus brazos como un niño chiquito— igual la fiesta que tenía en mente no estaba tan divertida.
—¿A qué hora nos vamos mañana por cierto? — pregunto Norah girándose para mirarnos.
—A las 7 de la mañana— respondió Aaron sin quitar su mirada de la ventana.
—Me están jodiendo, yo a esa hora no funciono— solté sorprendida.
—Y yo no tengo nada listo para el viaje— continúa Norah preocupada.
—Entonces, ¿En la noche les parece bien? — pregunto Noah.
—Nos parece perfecto— respondimos al unísono.
—Porque se querían ir tan temprano, ¿No están cansados?
—Si lo estamos Sa por eso queríamos irnos lo antes posible al lago— respondió Hunter mirándome por el espejo retrovisor — pero en la noche está bien.
—¿Y cuánto tiempo nos vamos a quedar? — pregunto Noah— Para saber cuántos trajes de baño sexis debo llevar.
Todos reímos ante su cometario tan idiota.
—Una semana— respondió Aaron poniendo su mano en mi rodilla.
—Esto se va a poner bueno— dijo Noah frotando sus manos.
—Llegamos.
Mi hermano se estacionó frente a la casa de los chicos. Nos despedimos y el resto del camino nos fuimos en silencio, yo iba recostada en el hombro de Aaron y estaba a punto de quedarme dormida cuando mi hermano se estacionó.
—Última parada.
—Gracias por traerme— dijo Aaron bajándose de la camioneta.
—No es como que nos quede muy lejos tu casa, vecino— respondió Hunter.
Aaron se paró junto a la ventana del carro del lado de mi hermano y le empezó a susurrar un par de cosas.