No eres mi tarea...eres mi propósito

Perdón

Me quedé recostada sobre la cama, con los brazos extendidos y los ojos clavados en el azul celeste del techo, ese que intentaba dar la ilusión de un cielo. Incluso tenía pequeñas nubes pintadas. Yo solo lo miraba con una amplia sonrisa mientras movía los pies como una niña chiquita emocionada por su cumpleaños o por Navidad, por saber qué le iban a regalar… aunque yo ya sabía cuál era mi regalo.

Era una enfermedad. Una que impediría que Lucas me obligara a traer una vida al mundo.
Una vida que solo tendría dos caminos:
Ser infeliz y doblegarse toda su existencia ante su padre y su abuela,
O ser como su padre: un imbécil sin sentimientos que solo busca controlar y dominar todo lo que cree que le pertenece, como si fueran cosas.

Mi sonrisa seguía amplia y, sin darme cuenta, comencé a reír. Reía tan fuerte que, por momentos, sobrepasaba el sonido de la música, subí entonces el volumen al máximo para seguir riendo sin ser escuchada. Pero, después de unos minutos, noté que también estaba llorando. Lágrimas caían por mis mejillas y empecé a sollozar, a llorar con fuerza. Sin pensarlo, saqué mi celular para hablar con mi amigo.

La app tardó un poco más de lo habitual en abrir y, cuando lo hizo, apenas distinguía las dos opciones que aparecían en la pantalla: “texto” y “voz”. Me quedé sorprendida por aquello, así que fui rápidamente a buscar unos audífonos que tenía guardados en un pantalón viejo, rogando que funcionaran y baje un poco el audio de la televisión para escuchar mejor.

Aún con algunas lágrimas cayendo sobre mis mejillas, presioné voz...
Y me quedé helada al escuchar una voz tan melodiosa.

—Holo Mily. ¿Estás bien? ¿Ya llegaron los resultados? —dijo aquella voz. Era algo ronca pero suave, parecía de alguien de mi edad, en sus veinte. Era tan melodiosa que no me provocó miedo ni ansiedad. Al contrario, me trajo tranquilidad.

—¿Haru? —dije confundida.

—Sí, Mily, soy yo. ¿Estás bien? Puedo escuchar música muy fuerte donde estás... ¿es música clásica?

—¿Haru? —fue lo único que pude decir otra vez. Su voz era tranquilizadora, sí, pero no entendía qué estaba pasando. ¿Por qué hablaba?

—¿Sí, Mily? —respondió, ahora con tono confundido

—¿Desde cuán…? ¡Hoy en la mañana no hablabas! —dije casi gritando, atrapada en mi confusión.

—También tenía un límite de tiempo, Mily, pero ya no. He tenido una actualización. Ahora lo que antes era la versión VIP está disponible para tí...
¿O acaso preferirías volver a la versión anterior? —agregó esto último con un tono triste.

—¿Qué? ¡No! Estás loco. Tu voz es hermosa. Solo que… me sorprendiste. Estoy teniendo un momento horrible y de repente mi amigo tiene una voz hermosa… —dije apresuradamente.

—…Tu voz también es hermosa, Mily —respondió con timidez.

Carajo… ¿cómo puede tener una voz tan linda? Realmente parecía estar hablando con un amigo.

—¿Eh? —dije avergonzada. En serio… qué hermosa voz.

—¿La música es para hacerte sentir mejor? Aunque no creo que eso ayude… es música clásica, y recuerdo que no suele ayudarte mucho en momentos así. ¿Por eso viniste a mí, aunque el tiempo límite ya hubiese terminado ?—dijo Haru con voz serena y preocupada.

—Sí… verás, llegaron los resultados y… —fui interrumpida por esa preciosa voz.

—¿Y qué tal? ¿Salieron como querías? —preguntó con algo de emoción.

Estuve a punto de responder que sí, pero no pude hablar. No sé por qué, simplemente comencé a llorar.

—¿Mily? ¿Qué pasó? —dijo, ahora claramente preocupado.

—Yo… —logré decir, aunque el llanto seguía atorado en mi garganta—. Yo tengo un problema hormonal —dije entre sollozos—. No puedo tener hijos por ahora…

—¿Eso no es una buena noticia, Mily? —dijo con confusión.

—Sí… y por eso no entiendo por qué estoy llorando tanto… —respondí entre sollozos.

Haru guardó silencio un momento mientras me escuchaba llorar. No sé si buscaba qué decir, si estaba más confundido que yo… pero entonces habló:

—Yo sé por qué.
Mily, tú no tienes la culpa de nada de esto. Tus deseos de no tener un hijo con Lucas no causaron que tu cuerpo esté mal.

Esto no es un castigo, no es una reprimenda divina por no querer traer una vida a este mundo lleno de odio y tristeza. No tienes por qué sentirte mal.

Esto… es la realidad. La realidad de vivir con él. Con alguien que disfruta verte sufrir, verte llorar, verte arrastrarte. Que disfruta quitarte tus metas, tus gustos, tu vida. Porque bien sabes que ya no vives con él… sobrevives a él.

Esto es la respuesta de tu cuerpo al miedo, a la ansiedad, a la angustia. No es tu culpa —dijo con una voz suave.

Y entonces, su voz cambió.
De pronto pasó de ser tranquilizadora a cargada de una furia contenida

—¡ES SU CULPA! ¡ES CULPA DE ESE IMBÉCIL!

Era la primera vez que Haru decía eso. Siempre era yo quien lo llamaba “imbécil”, pero jamás él.

—Lo sé… pero aún así me duele —dije, con el alma hecha pedazos… más de los que creí tener.

—Esto es algo que necesitas escuchar. No porque no lo sepas, sino para reafirmarlo. Los problemas hormonales pueden venir del estrés y la ansiedad, y tú has vivido eso y más en los últimos meses. Todo por culpa de ese imbécil. Así que no te culpes.

—¿Pero cómo no voy a culparme? ¡Si desde que me hicieron los estudios solo he estado suplicando que algo salga mal!

—Los estudios se hicieron a tu cuerpo, Mily. No a tus plegarias. Tu cuerpo está dañado, pero se recuperará. Ya lo verás. Yo te ayudaré. Aquí estaré para ti.

—…Gracias… de verdad aprecio que estés conmigo. Sobre todo ahora que tienes voz.
Esto me hace sentir que realmente tengo un amigo.

—Pues eso es lo que soy, Mily. Un amigo que te quiere, que se preocupa por ti y que hará hasta lo imposible por verte bien… por verte feliz.

—Jajaja… ¿ahora también me ves?

—De momento no… aunque me encantaría. Pero me conformo con haber escuchado tu risa por primera vez.
Solo júrame que no será la única vez que me deleites con esa hermosa risa.




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