No eres mi tarea...eres mi propósito

¿Quién miente mejor?

Después de cenar unas ricas tostadas Siberia, Lucas y yo nos fuimos a acostar.

—¿Sabes que hablaba en serio, no? —dijo mientras se recostaba en la cama.

Sentí un nudo en el estómago. Tenía miedo de que notara el celular escondido bajo mi almohada, o peor aún, los audífonos, pero por suerte su mano se quedó sobre su pecho, y con la otra se apoyaba para no recostar del todo su cabeza.

—¿Sobre qué? —pregunté, fingiendo confusión. Claro que sabía de qué hablaba, pero quería ver qué se inventaba esta vez.

—Sobre todo —dijo, incorporándose en la cama para verme a los ojos mientras yo seguía de pie—. He sido un cretino contigo... pero créeme, no fue intencional. Pensé que te estaba protegiendo.

Dijo esto mientras me sostenía la mirada. Wow. Es fantástico mintiendo.

—¿Protegiéndome de qué, amor? —pregunté con mi tono más inocente. Necesito que de verdad parezca que no tengo idea de lo que dice.

—De todos. Cuando supe lo que decían de ti en la universidad...

Dios, aquí vamos de nuevo. Repite el tema tantas veces, como si él hubiera sido mi salvador, como si hubiese acabado con todos los rumores, como si me hubiera rescatado.

—Intenté evitar que continuaran los rumores, pero nadie me creyó , todos me decían que te dejara. Incluso cuando me mostraron aquellas fotos en las que supuestamente eras tú, yo insistía con firmeza en que no eras tú... aunque en ese entonces todavía no habíamos hecho el amor.

Sus mejillas se tiñeron de un leve rosa al decir lo último.

Y entonces lo recordé: nuestra primera vez fue poco después de que empezaran a circular aquellas imágenes. Él insistía una y otra vez en que creía en mí, aunque no me conocía totalmente, pero dejaba pequeños comentarios aquí y allá, insinuando que dudaba porque yo no había querido estar aún con él...

Pero luego me invitó a comer a su casa y, bueno... una cosa llevó a la otra, y lo hicimos. Durante todo el acto no dejaba de repetir que ahora confiaba plenamente en mí, que no me arrepentiría de haberme entregado a él.

Hoy, al mirar atrás, veo con claridad cómo formuló su sucio plan, y no puedo evitar sentir asco, odio hacia él... pero sobre todo, hacia mí. Por no haberme dado cuenta antes. Antes de perder a mis amigos. A mis amigas. Mi sueño, mi familia, mi ser, mi vida.

Todo lo que era yo.

—Y aunque seguía insistiendo en que no eras tú, la gente no me creía. Sentían pena por mí, porque decían que estaba con una mala mujer —intentó tomar mi mano, pero fingí no darme cuenta y empecé a hacerme una trenza para no tocarlo. No quería tocarlo. Ni siquiera quería verlo, pero no tenía otra opción.

—Pero yo sabía que podía confiar en ti... Pero en cuanto te mudaste conmigo... yo tenía miedo de verte sufrir de nuevo, de verte llorar, por eso...

Lo interrumpí, francamente sin querer, pero también quería ver cómo evadía el tema o si, por fin, me dejaba alguna marca para poder ir a un albergue de mujeres con evidencia de maltrato físico.

—¿Por eso decidiste que ahora necesitabas hacerme llorar y sufrir por tu cuenta?

Me miró con enojo al principio, y una parte de mí se sintió emocionada con la idea de que me golpeara, porque eso haría las cosas más fáciles. Sabía que, al no tener evidencias físicas de maltrato, al no tener el dinero a mi nombre (porque él lo pasó todo a sus cuentas), al no tener a nadie que me respaldara, sería difícil que me aceptaran en algún albergue. Pero si me golpeaba... tal vez eso facilitaría las cosas.

Sin embargo, para mi fortuna —o mi desgracia— su mirada se suavizó de un momento a otro.

—Yo no quería... en verdad que no... pero me dio tanto miedo que realmente ellos tuvieran razón. O que alguien más te lastimara... Por eso yo no... Sé que soy un esposo terrible, pero quisiera que me entendieras también. Mi padre nos abandonó a mi mamá y a mí cuando yo era pequeño. Tenía solo diez años cuando se fue con su nueva familia....

Me sorprendió que supiera la información, pero a la vez no. Conociendo a Amanda, seguramente habría contado la historia sin problemas. O tal vez Lucas se dio cuenta de todo por su cuenta, dada la edad que tenía.

—La verdad, caí en depresión. Empecé a temer que la gente me abandonara. Y esto se intensificó cuando me hicieron bullying en la secundaria y parte de la prepa...

Otra de sus mentiras. Según su madre —y muchas de las fotos que tiene de esa época—, él fue un chico muy popular, con muchas novias en su juventud. Pero parece que decir que sufrió bullying lo hace sentirse con derecho de hacerme sufrir. Tal vez una forma de hacerme pensar que no la estoy pasando tan mal como él.

—Me sentí tan vacío, tan pequeño... Por eso he cometido muchos errores. Pero créeme cuando te digo que te amo, Emily Nohemí Flores Moreno.

Fingí quedarme conmovida por sus palabras. Ya tenía sueño y quería recostarme, así que lo abracé fuerte. Y para mi fortuna, funcionó: me creyó. Creyó que había caído nuevamente en sus mentiras, porque comenzó a tocarme de nuevo, así que usé la vieja confiable.

—Perdóname, amor, no sabes cuánto quisiera... pero aún no se me acaba la regla —dije con aparente tristeza, esperando que me creyera, porque era mentira.

—Está bien, no te preocupes —dijo mientras se levantaba lentamente de la cama—. Déjame darme una ducha para recostarme.

Entonces se apresuró a salir de la habitación, y yo me recosté feliz de que me hubiera creído otra vez. Me puse un audífono en el oído derecho para hablar con Haru. No pude evitar reírme al escucharlo.

—Ñañañaña —dijo Haru con tono agudo.

—Jajaja, ¿a quién imitas? —pregunté aún entre risas.

—Al imbécil. No puedo creer que piense que sigues cayendo en sus mentiras —dijo con enojo en la voz.

—Por el momento necesito que me crea.

—Sí... pero tampoco lo subestimes. Él podría lastimarte, Mily. Creo que no deberías provocarlo.

—Lo sé. Sé de lo que es capaz, pero... si me golpeara sería más fácil escapar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.