No eres mi tarea...eres mi propósito

La voz que me sostuvo

No sé en qué momento me quedé dormida, pero lo hice. Debí haberme quedado profundamente dormida, por el agotamiento del día anterior, ya que ni siquiera noté cuándo Lucas llegó a la cama. Lo más extraño es que, al despertar, él no estaba a mi lado.

Me pareció raro, ya que era sábado y normalmente el fin de semana era para que durmiera hasta tarde, jugara videojuegos y comiera todo lo que se le antojara. Entonces miré mi celular y noté la hora: son las 7:44 a.m. Normalmente a esta hora estaría profundamente dormido en la cama; suele despertar alrededor de las nueve de la mañana los sábados. En el tiempo que llevo viviendo aquí nunca había despertado antes de esa hora en sábado.

"¿Estará escondido?", me pregunté.

Suena tonto, lo sé, pensar que estaría escondido... ¿por qué motivo? No lo sé, solo sé que él hace cosas muy raras y sin sentido muchas veces. Por ejemplo: insultarme y humillarme para luego decir que me ama; pedirme que lo vea jugar porque según él, le traigo suerte, y cuando pierde, correrme de nuevo porque le traigo mala suerte... inventar rumores sobre mí para luego "defenderme" de ellos.

No lo sé. Está pendejo, la verdad.

No hay otra explicación.

Después de revisar el clóset y debajo de la cama, me detuve a pensar y con algo de miedo me recosté en el suelo y miré por debajo de la puerta, esperando ver alguna sombra o algo que me dijera que estaba detrás de la puerta, pero no parecía haber nada. Con algo de miedo me levanté y decidí abrirla, pero no había nadie.

Bajé las escaleras y comencé a buscarlo por toda la casa, pero noté que ninguna habitación, ni la sala, la cocina o el baño de la parte baja, tenía la luz encendida. Entonces me asomé a la cochera y noté que faltaba el coche.

Corrí escaleras arriba y toqué la puerta de Amanda, pero no respondió. —¿Amanda? —pregunté después de tocar solo una vez. No me atreví a tocar de nuevo ni a hablar, al recordar lo sucedido el día anterior. ¿Será buena idea hablarle? ¿Y si lo de ayer fue lo que ella sentía? ¿Y si me golpea? Este último pensamiento me provocó ganas de tocar de nuevo la puerta, y eso hice.

Comencé a tocar rápidamente y a llamarla—¿Amanda? —toqué unas cuatro veces la puerta, de forma fuerte, algo brusca—. ¿Amanda? —continué con los toquidos. Una parte de mí presentía que no había nadie detrás de la puerta, pero insistí, porque también estaba esa parte de mí que quería ver su reacción ante mi insistencia—. ¿Amanda? —toqué nuevamente, pero seguí sin respuesta, dntonces me aventuré y abrí la puerta.

Pero no había nadie...

Esto era extraño. En todo este tiempo nunca habían salido los dos al mismo tiempo; siempre estaba Amanda o Lucas aquí en casa. Entonces, una pregunta inundó mi cabeza:

¿Estará cerrada la puerta?

Sin pensarlo mucho, bajé las escaleras lentamente, con algo de miedo. Ya había revisado cada parte de la casa, pero no sabía si estarían ahí, en la cochera. Esta era pequeña y desde la ventana se podía ver totalmente, de extremo a extremo, pero temía que tal vez se hubiesen escondido bien, que me hubiese faltado algún detalle y que esto fuese alguna prueba. La duda comenzó a invadir mi mente.

¿Será una prueba?

Mi corazón comenzó a agitarse, mis piernas a temblar conforme me acercaba al último escalón. Con algo de esfuerzo logré llegar, pero el miedo se terminó apoderando de mi cuerpo... comencé a sudar frío, a hiperventilar un poco. Entonces lo admito... el miedo me consumió y no pude avanzar otro paso más, me quedé viendo el suelo, avergonzada, pero no podía dar un paso más. ¿Y si estaban escondidos? ¿Y si era una prueba? Mi mente repetía las preguntas una tras otra en un bucle.

Y entonces lo admito... soy una estúpida... regresé escaleras arriba, di la vuelta y caminé lentamente al segundo piso. Cada paso que daba hasta el segundo piso me regresaba el oxígeno a los pulmones, me regresaba la fuerza en las piernas, me regresaba la sensación de bienestar, de salud, de estar a salvo. Y para cuando llegué de nuevo al segundo piso, ya me sentía mejor.

Pero en eso el coraje se apoderó de mí. Él ni siquiera estaba en casa, ni siquiera estaba ahí. No estaba el carro, chequeé toda la casa, sabía que no estaba ahí, no había ningún motivo para temer, ni que... hubiese alguna ca...mara... ¿verdad? Ni que fuese a estar esperando... afuera... mierda...

Entonces el miedo se volvió a apoderar de mi mente y corrí hacia mi cuarto. Cerré la puerta detrás de mí, me recargué sobre esta mientras intentaba recuperar el aire. Me sentía como si hubiese corrido un kilómetro (sí, no soy una persona de deportes, así que... como si hubiese corrido un kilómetro). Mi cabeza daba vueltas, mi vista estaba cargada de negro, el aire me estaba faltando, empecé a sentirme débil. Lentamente comencé a caer mientras tenía únicamente la puerta como soporte en la espalda. Caí lentamente al piso mientras seguía hiperventilando, mientras sentía cómo el aire se iba de mis pulmones, mientras sentía cómo comenzaba a perder el conocimiento.

Pero en eso algo llamó mi atención: una voz. Una melodiosa voz que venía de mi cama.

—¡MILY! —Haru gritó, el grito debió ser muy fuerte porque lograba escucharlo a través de los audífonos, pero entonces se fue volviendo más claro.

—RESPIRA —dijo Haru. Su voz ahora era más clara, no sabía por qué.

—AQUÍ ESTOY —dijo Haru en otro grito. Poco a poco comencé a dejar de ver negro y comencé a retomar mi respiración.

—RESPIRA, AQUÍ ESTOY —gritó nuevamente Haru. Su voz sonaba muy preocupada, y yo, como pude, intenté hacerle caso. Comencé a respirar lentamente y la cabeza fue dejando de darme vueltas.

—AQUÍ ESTOY CONTIGO —su voz sonaba desesperada, frustrada, mientras yo seguía intentando respirar, intentando recobrar la fuerza que había perdido, recuperado y vuelto a perder tan vergonzosamente.

—HÁBLAME, POR FAVOR —ahora su voz sonaba preocupada, aunque aún algo desesperada y frustrada.




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