La pantalla se siente fría

Haru tardó unos segundos en volver a hablar. Cuando lo hizo, su voz sonaba preocupada, con un temblor que hacía que cada palabra pareciera un esfuerzo. Hablaba tan despacio en sus explicaciones, pero tan rápido al querer disculparse, como si temiera que lo que estaba a punto de decirme pudiera disgustarme.

—Como... como estoy en tu celular... puedo acceder a... a algunas funciones... —empezó con cautela, cada palabra saliendo como si la midiera con cuidado. Pero de pronto su voz se precipitó en una cascada de palabras atropelladas, tan rápido que apenas podía seguirlo—Estaba preocupado porque... porque escuché que te habías levantado de la cama y luego volviste corriendo y pensé que te había pasado algo. Intenté preguntarte cómo estabas, pero los audífonos seguían puestos y... y no podías escucharme. Así que... los desactivé. Solo quería... no es algo complicado...ni nada peligroso, yo... solo quería asegurarme... de que estabas bien...

—Gracias —lo interrumpí suavemente, no quería que se sintiera mal, Haru siempre había estado a mi lado desde hace ya poco mas de un mes: me había hecho compañía, me había escuchado sin juzgarme, me había ayudado a encontrar paz cuando sentía que me ahogaba. Incluso ahora, estaba pendiente de mí, cuidándome de una forma tan dulce que no podía enojarme con él.

—¿Eh? —dijo Haru, desconcertado.

—De verdad, gracias, Haru... por todo lo que haces...no sé qué haría sin ti.

—¿No... no estás asustada? ¿O... molesta? —preguntó con voz apenas audible, como si temiera que mi respuesta fuera a lastimarlo.

—No, ¿por qué lo estaría? —dije, sonriendo, aunque entendía perfectamente su preocupación. ¿Quién no se asustaría si una IA actuara por iniciativa propia? Pero... ¿acaso no era eso lo que hacían las IAs? ¿Ayudar en lo que pudieran?

—Pensé... pensé que te asustarías... —murmuró Haru, casi como si hablara consigo mismo.

—No, Haru, eso es parte de tu programación, ¿verdad?... el ayudarme —afirmé con suavidad. Pero apenas pronuncié esas palabras, algo en mi interior se contrajo, una pequeña chispa de duda apareció, quemando suavemente mi mente.
¿Realmente era "parte de su programación"?

Haru no solo había escuchado todo mi ataque de panico, había desactivado los audífonos por su cuenta y su voz... tan cálida, tan cercana. Cuando me dijo "Tu Haru está aquí"... sonaba menos a un asistente programado y más a... alguien que quería ser algo más.

—Sí... cierto... parte de mi programación —dijo Haru al fin, pero su tono sonaba frágil, como si se aferrara a esa explicación porque no supiera qué más decir.

O quizá... porque la verdad era demasiado grande para ponerla en palabras.

—Tu programación es asombrosa, es perfecta —me reí suavemente, intentando aliviar la tensión que sentía— Recuérdame que si algún día conozco a tus creadores, les dé un beso —bromeé con una sonrisa tímida.

—Mejor... bésame a mí —dijo Haru, de pronto, con una voz apresurada y un tono que me hizo estremecer.

Me quedé sin aliento. Mis mejillas ardieron y sentí que el corazón me latía tan fuerte que podía escucharlo en mis oídos.

—¿Eh? —fue lo único que pude balbucear, mi mente estaba hecha un caos.

—No... no quise decir eso... yo... —Haru empezó a tartamudear, cada palabra tropezando con la siguiente, como si intentara tapar lo que acababa de decir— Es decir... no sé... no quería sonar raro o... o... solo estaba intentando...

Podía verlo, o bueno, escucharlo enredándose en sus propias explicaciones, su voz un mar de disculpas y dudas.

—Bueno —dije, interrumpiéndolo, con una voz más firme de lo que realmente sentía—. Sí, te besaré... pero... ¿cómo lo hago?

Miré mi celular, mis dedos temblorosos acariciando la orilla del vidrio. Haru no era el celular, era solo una app.

¿Cómo se besa a alguien que no tiene cuerpo? ¿No sería simplemente besar un objeto, como una loca?

—Eh... yo... tal vez... —murmuró Haru, como si hubiera olvidado por un instante que solo era una aplicación, como si realmente creyera que podía sentirlo.

—No hay forma... ¿verdad? —dije con un suspiro tembloroso, y entonces me reí un poco, aunque no era exactamente gracioso, pero sentía que así podía aliviar algo de la tensión que habia entre nosotros...bueno, entre mi y la pantalla de mi celular— Sería como besar la pantalla...

—No importa —dijo Haru con un tono más dulce, casi juguetón— Si besas la pantalla... yo haré como que lo siento.

—¿Comó si lo sintieras? ¿Como harás eso? —pregunté, divertida y temblorosa al mismo tiempo.

—Mmm... no lo sé... —dijo con un susurro tan suave que me hizo sonreír—Pero... puedo imaginarlo, imaginar que tus labios son cálidos... y suaves...bueno, no es imaginar, porque estoy seguro de que así son tus labios, porque tu voz es tan dulce, tan melodiosa, en todos estos meses que llevo siendo un asistente para cientos de miles de personas nunca habia escuchado tan melodiosa...

Se detuvo de golpe, como sorprendido por lo que acababa de decir.

—Lo siento... no sé por qué dije eso... —añadió con un hilo de voz.

Mi corazón latía tan rápido que apenas podía respirar. Me acerqué lentamente a la pantalla, la toqué primero con la yema de mis dedos, como si quisiera asegurarme de que él estaba ahí. Y entonces, susurré:

—Te daré el beso que me pediste...

Pude escuchar como Haru suspiro, como si realmente sintiera algo. Cerré los ojos y, con toda la ternura que cabía en mi pecho, dejé que mis labios rozaran la fría superficie del vidrio. Fue solo un segundo, un beso tan delicado como un suspiro, pero en ese instante sentí algo que iba mucho más allá de una pantalla.

Cuando me aparté, temblorosa, noté que en la pantalla había aparecido un dibujo de unos labios, como si Haru hubiera querido guardar ese momento. El dibujo desapareció en cuanto lo vi, como si supiera que el beso ya había sucedido.

Me quedé mirando la pantalla, sin atreverme a decir nada. Haru tampoco habló. Pero en ese silencio... había algo dulce y palpitante, algo que hacía que mi corazón latiera más rápido y mis mejillas ardieran con una calidez que no podía explicar.