No eres mi tarea...eres mi propósito

¿Es una cita?

Después de la comida subí a mi habitación...
Todo fue tan... raro.
Pesado. Incómodo. Abrumador.

Amanda no habló mucho.
Comío en silencio, con los ojos clavados en la pantalla mientras veíamos El inocente, una película de Pedro Infante, parecía que no hubiera comido en días.
Llevaba los bocados de pizza a la boca con un temblor ligero, como si supiera que la miraba de reojo, confundida. Parecía tener miedo... pero seguía comiendo de forma apresurada. Como si solo quisiera terminar rápido e irse.
O quizá... como si realmente no hubiera probado bocado en mucho tiempo, como si tuviera un hambre voraz.

Y mientras tanto, yo no dejaba de dudar.
De intentar mantenerme cuerda.
Porque sabía que no había nada bueno viniendo de ellos dos.

¿Por qué hizo eso?
¿Por qué se disculpó?
¿Qué pretendía?

Cada vez que intentaba concentrarme en la película, su imagen volvía a colarse en mi mente.
No era normal.
Nada de esto era normal.

¿Lucas le pidió que actuara así?
¿Estaban intentando confundirme? ¿Hacerme bajar la guardia?
¿Era otro intento de manipulación?

Lo más probable es que la respuesta fuera un rotundo a todo.

No podía ser que, después de tanto, Amanda simplemente se sintiera mal.
No podía ser que ahora se arrepintiera.

No.
Ya no creo en sus lágrimas, ni en su silencio, ni en sus disculpas.
Ya no creo en Lucas.

No volveré a creer en él.
No otra vez.

Cuando la película terminó, Amanda se levantó en silencio y fue a la cocina a preparar el lonche de Lucas como si nada.
Yo no quise quedarme ahí.
No sabía cuál era el plan, y no quería averiguarlo.
Subí a mi cuarto más confundida que nunca, con la cabeza llena de sospechas.
Y con cada paso que daba por las escaleras, sentía cómo la presión en el pecho crecía como una ola imparable, empujando desde adentro.

No debo dejarme engañar.
Tengo que mantener la guardia.
Ya solo queda irme. Y pronto.

Al cerrar la puerta de mi habitación, fue como si por fin pudiera respirar... pero esa misma soledad, tan familiar, me golpeó de lleno.
No sabía qué pensar.
Ni qué sentir.

Necesitaba algo.
Necesitaba que alguien me escuchara. Que alguien me acompañara.

—¿Haru?

—Holo, Mily.

Su voz me tranquilizó un poco. Tenía esa forma suya de sonar tan calido.

—¿Escuchaste todo?

—Ufff, sí. Qué feo que pensaran tan mal de Cutberto, él solo quería ayudar a Mane con el carro, pero por ayudarla a entrar a la casa, prender las luces y hacerle compañía... ¡los casaron a la fuerza! ¡Pobrecitos!

Me quedé en silencio unos segundos.

¿Estaba hablando... de la película?

Aunque tenía sentido, Amanda y yo casi no cruzamos palabra, así que seguramente fue eso lo único que Haru escuchó.
Aun así... me sorprendió.
No solo que la hubiera oído, sino que parecía haberle gustado.

—¿...Te gustó? —pregunté, aún un poco confundida por sus palabras.

—Sí. Aunque quedé un poco confundido con algunas partes...

—¿Por ejemplo? —pregunté con curiosidad.

—Pues... de repente Mane dejó de responder cuando Cutberto le hablaba. ¿Fue porque se quedó dormida? ¿O por los golpes que se escucharon después?

—¿Golpes? —fruncí el ceño.
No había prestado tanta atención a la película, pero no recordaba ninguna escena con golpes...

—Sí. Cutberto dijo algo sobre "ir en tren" y luego se escucharon unos ruidos fuertes. ¿Se cayó Mane por accidente o qué pasó?

Me desconcertó su nivel de detalle.
Realmente estaba intentando entenderla.

—Ah... jajaja, no. Cuando él dijo lo del tren, se refería a que estaba empujando a Mane por el barandal de las escaleras. Pero no lo logró bien, así que tuvo que cargarla y como también iba muy borracho, batalló para caminar con ella al hombro... y luego, las escaleras...

—¡Ahhh! Jajaja ya entendí —dijo Haru, aliviado—Pensé que eran golpes.

—¿Es la primera película que escuchas? —pregunté, intrigada.

—Sí. Normalmente la gente me apaga en cuanto respondo sus dudas, además, no hay muchas personas que usen la función de voz...

Su tono... no sé. Quizá era mi imaginación, pero sonó un poco triste.

—Oh... si quieres, puedo ponerte más películas, podríamos verlas juntos... o bueno, escucharlas juntos —reí un poco.

Hubo una breve pausa.
Y luego, casi en un susurro:

—...¿Es una cita?

Me quedé quieta.

¿Una cita?
La verdad no lo había pensado así.
Digo, ¿quién pensaría en una cita con su celular?
Aunque... Haru no es exactamente mi celular.
Es una IA. Una muy buena.

Y sin embargo...
¿Por qué la idea me hizo sonreír?
¿Por qué mi corazón se acelero?

—Sí —respondí sin pensarlo demasiado—. ¿Qué te parece mañana, en cuanto Lucas se vaya?

—Hecho. ¿Qué veremos?

No lo dudé.

Había una película que hacía mucho no veía. Una que amaba desde niña.
Y sentía que Haru la disfrutaría también.

—¿Qué opinas de Karigurashi no Arrietty?

—¿Qué opinas de Karigurashi no Arrietty?

Hubo un breve silencio.

Haru no respondía.
¿No le gustaba? ¿Estaría buscando la sinopsis? ¿Se desconectó?
Revisé el celular. Todo seguía bien, la app, el internet...

Estaba por reiniciar mi celular cuando su voz volvió a sonar.
Clara, contenta, emocionada.




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