No es a ti

Capítulo 2

 

 

 

 

—Micaela por favor ya para con eso, nunca conocerás a ese tipo. 

 

—Nunca digas nunca, y no es un tipo cualquiera, es un hombre de negocios que ronda los 60 años, es mi ídolo así que cállate, estoy a dos de pasar los malditos filtros para formar parte de su equipo de Training. 

 

— ¿Cuántas veces has intentado entrar a esa compañía? 

 

—Dos —dije en voz baja un poco avergonzada. 

 

Había intentado dos veces entrar a esa cervecera, una cuando tenía 22 y otra hace dos años cuando tenía 24, intentarlo demasiado era lo único en lo que podía pensar, intentarlo una y otra vez, pero después de todo no era tan brillante como creía, las etapas eran difíciles de pasar cuando había miles de personas más que querían formar parte de sus filas, hace un año empezaron con un programa de training para jóvenes menores de 28 y sí, mínimo ese filtro ya lo había pasado. 

 

Deseaba con todas mis fuerzas trabajar ahí, mi decepción era enorme cuando me llegaba el correo electrónico que decía: Hemos tenido que ajustarnos ya que se han registrado demasiadas personas, lamentamos informarle que esta vez prescindimos de sus servicios, sin embargo esta en la apertura de volver a postularse en futuras ocasiones. 

 

Las dos veces me habían permitido aprenderme de memoria esa leyenda que era dirigida a cientos de chicos más, que triste es la vida real, muy triste. Mi optimismo se había ido a pique, hasta que hace un año conseguí empleo aquí en una pequeña concesionaria donde me encargaba de las finanzas y que me ayudaba a adquirir un poco más de experiencia y nuevas vivencias que ayudan en la vida profesional de cualquiera, y aunque siempre me decía que podía lograr todo lo que me propusiera la realidad te hace ver que la vida está hecha de muchas más cosas que sueños estúpidos. 

 

Cuando miraba y leía artículos de Forbes, Fortune o Bloomberg me maravilla al ver como existía personas tan extraordinarias. Mujeres y hombres tan importantes que te hacían creer que podías llegar a un nivel similar a ellos, era lo más maravilloso que podía leer, pero era tan efímera la felicidad una vez que volvías la vista a la realidad. 

 

Mi hermana tenia razón debía dejar de soñar despierta, debía hacerme a la idea de que nuevamente en esta ocasión no sería elegida para el programa y lo que era peor, nunca conocería a Thomas Rukker, el hombre más rico de Europa, dueño de un emporio cervecero con más de 200 años de tradición, ese era y seguiría siendo mi sueño "guajiro" como decía mi papá, porque sí, mi papá es Mexicano y a mis hermano a mi nos enorgullecía ser latinos e ingleses, fue mi papá quien eligió mi nombre, mi mamá el de mis cuatro hermanos y es por eso que ellos si tenían un nombre inglés, nadie acostumbraba a llamarme por mi nombre completo, solo me llamaban Mica, pero siempre Micaela cuando se enojaban o querían hacerme entrar en razón, y solo mi familia hacia eso.

 

—Micaela volviste a divagar. —acuso mi hermana con su horrible tono de "hermana mayor"

 

Y nuevamente tuve un terrible y largo divague. 

 

—Lo siento, sabes que así soy, ahora tengo que irme mi hora de comer casi termina y tengo que entregar unos papeles a mi jefe. 

 

—Ve con cuidado hermanita, no pierdas ese trabajo, enfócate en el y no en lo que pudiera pasar. 

 

—Realismo ante todo. —dijimos las dos al mismo tiempo, yo en tono de fastidio y ella en tono conciliador. 

 

—Que bien que lo tengas claro ¿Mamá y Papá te han llamado? 

 

—Sí, hace dos días, todo bien, iré a casa si falta el viernes, necesito la comida de papá. 

 

—Yo también, entonces nos vemos el sábado, cuídate. 

 

—Tu igual hermana, me saludas a Antón. 

 

—Claro. 

 

Cada una tomo un rumbo diferente, mi hermana vivía con su prometido, nadie en casa lo sabía, solo mi hermano mayor y yo, nuestros padres pegarían el grito en el cielo si lo superan, ellos creían que vivíamos juntas, pero cada una siempre ha sido independiente y necesitamos de nuestro espacio, más ella con su amorcito, y quien lo diría, ella se la pasaba diciendo que el amor era un asco, pero en fin. 

 

Regrese a la oficina, con la rutina diaria, no era un trabajo aburrido, era un trabajo que me gustaba pero de vez en cuando quería un poco más de aventura laboral, y no, no en el mal y lujurioso sentido de la palabra, sino en el sentido profesional de ella. 

 

Prendí la computadora y el icono de mi correo personal saltaba dándome a entender que tenía un correo. Imaginaba de quien era, mi casera con la entrega puntual de mis facturas para pasar a pagarlas, los caseros deberían estar prohibidos son dañinos para la salud mental de uno. 




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