Llegamos a la casa y me sentía aliviada de por fin estar en la comodidad de mi cuarto y mi cama y no en la camilla dura sin sábanas del hospital.
—Creo que voy a escuchar música. Me dije a mí misma mientras buscaba mis audífonos color rosa, pero justo cuando iba a abrir el cajón una fuerza invisible me detuvo, es algo que no puedo explicar hasta el día de hoy, algo que ni siquiera sé cómo ocurrió. Diría que fue algo sobrenatural, o una presencia maligna.
Sentí como si una chispa blanca hubiera atravesado mi cráneo, porque por un momento me quedé ciega, no podía ver nada y solamente veía el blanco, no me podía mover, tenía las manos todavía apuestas sobre el pequeño cajón donde tenía los audífonos y de allí no podía mover los dedos, los tenía doblados y me estaban comenzando a doler los huesitos.
—¡Mamá! Intenté llamar, pero era un llamado débil que obviamente nadie iba a escuchar, nadie más que yo misma.
Mis ojos comenzaron a llorar sangre. Solamente podía ver cómo las gotas caían sobre el suelo y yo ni siquiera estaba triste, solamente estaba asustada, pero las lágrimas se me salían solas de los ojos, como si ellas fueran las que mandaran en mi cuerpo y no yo.
Cuando por fin sentí que aquella fuerza invisible me soltó, me caí en el suelo lastimándome la nariz.
—Debo contárselo a la abuela.
Marqué el número de mi abuela, la que me contestó de inmediato con una voz de preocupación.
—Qué bueno que me llamaste mija, justamente iba a hacerlo. Yo también necesito que te llevemos a donde mi amiga. Alguien te está haciendo brujería.
Puse los ojos en blanco ante su comentario.
—Abuela, ya hemos hablado de esto, sabes que no creo en esas cosas y... Mi mamá es cristiana, no me va a dejar ir.
—Tiffany, entiende una cosa. La maldad existe, cariño, por favor debemos ir para que te hagan un trabajo. ¿No has sentido nada extraño últimamente? ¿Por qué me ibas a llamar?
Suspiré y le conté a mi abuela cada detalle, la que me escuchaba sin interrumpirme, hasta que después suspiró y por fin contestó.
—Mi amiga dice que es una maldad, una magia negra que es muy fuerte y que debe ser tratada lo antes posible, porque puede llegar hasta matar a una persona. Tiffany, por favor, por primera vez en tu vida hazme caso. Vayamos, eso no es normal, las lágrimas están empezando a controlarte, están empezando a salir solas y cada vez es más sangre. Entiéndelo, cariño... Esto no es de hemolacria.
Mi abuela tenía razón, esto ya no era nada médico. Es que tenía que hacer alguna especie de hechicería o brujería como ella la llamaba, pero ya una enfermedad no era ahora. Mi pregunta es ¿De verdad es eso o simplemente es una maldición que tengo desde que nací? No recuerdo que mi madre haya dicho que sea desde pequeña. Así que creo que la primera opción es la mejor.
—Ven por mí, abuela. Estaré lista en 15 minutos, solo debo bañarme y salimos.
—Ya voy, espérate allí.
Peiné mi cabello blanco y me limpié el rostro de las manchas de sangre. Escuché cuando mi abuela sonó la bocina del auto.
—¡Ya voy!
Miré hacia todos lados asegurándome de que mi mamá no me estuviera viendo y para mi suerte estaba dormida, así que pude escaparme con la abuela.
—Será un poco incómodo y seguramente lo que más huelas es humo de tabaco.
—Está bien, abuela, yo aguantaré un poco, solamente quiero saber qué carajos tengo, ya esto me está preocupando.
La abuela asintió y nos pusimos en marcha hacia la casa de la santera.
Editado: 25.04.2025