¿Sabes dónde encontrarlo?

—Esa historia es bastante fuerte, Tiff. ¿Por qué nunca me habías dicho nada? Yo también pensé que lo de la vecina había sido un accidente.

—Es que no quería que Brad me hiciera algo a mí y pues decidí que ustedes siguieran pensando que fue un accidente.

—¿Sabes dónde encontrarlo?

—Por supuesto, abuela, él vive cerca de la casa. Por eso fue el único que me acompañó en Halloween.

—Debes ir a buscarlo, Tiff. Tal vez él sea quien te está protegiendo e impidiendo que el vudú te mate, y si es así, tenemos una buena ventaja.

Me quedé un momento con la mirada pensativa.

—¿Y si es él quien me está haciendo ese trabajo?

—¿Tuviste algún problema con él?

—No, no tuvimos ningún problema... solo me alejé lentamente de él porque me dio miedo su amenaza de la última vez.

—¿Y tienes miedo de ir? Puedo acompañarte si quieres o...

—Tal vez podría empezar enviándole un mensaje o llamándolo. Al menos ver cómo suena su voz.

—Es buena idea. Te daré espacio, llámalo cuando quieras.

Mi abuela dejó el pedacito de tabaco que le había quedado y salió de la habitación. Tomé el celular, mirándolo un momento con una expresión de preocupación y mordiendo una de mis uñas. ¿Me contestarás?

Dejé el miedo y finalmente marqué el número.

—¿Sí?

Me respondió de inmediato como si hubiera estado esperando mi llamada, o como si hubiera estado pegado al celular.

—¿Brad?

—Obvio que soy yo, tonta. Si llamaste a este número es porque quieres saber de mí, ¿no es así?

—Primero que nada, deja de llamarme tonta y segundo, quiero hablar contigo sobre algo importante...

—Sí, yo también quiero hablar contigo sobre algo importante. Estuve esperando tu llamada.

—¿Y por qué no me llamaste tú?

—Porque sabía que estabas más desesperada por saber de mí que yo de ti, así que solo esperé a que dejaras el miedo ridículo que me tienes.

Abrí los ojos como platos, aunque sabía que no me podía ver.

—¿Miedo ridículo? Utilizaste una muñeca vudú para matar a una persona y me dijiste prácticamente que me anduviera con cuidado, a pesar de que siempre he sido buena onda contigo.

—Y aquí viene la sangre...

Me respondió el muy imbécil, sabiendo que estaba a punto de llorar, y las gotas de sangre cayeron sobre mi vestido.

—Tienes razón, y tu abuela tiene razón, esto es algo realizado con maldad. Ven a mi casa y te explico los detalles de lo que está pasando y sobre quién lo está haciendo.

—¿De verdad harías eso por mí?

—Claro que lo haría, babosa. Si no quisiera hacerlo, no te diría que perturbaras la comodidad de la cama en la que me encuentro.

—¡Babosa es tu abuela!

Me callé de inmediato y mi corazón se aceleró. Había dicho algo que seguramente desataría los mil demonios de Brad.

—Baja tu respiración. Eso no me ofende; de hecho, mi abuela sí es babosa. Se llena de baba cada vez que duerme.

Solté una risa sarcástica y frustrada.

—Jajá, muy gracioso, pero no es tiempo para tus bromitas, ¿voy o no?

—¿Debo repetírtelo dos veces? ¡Ven de una vez!

Colgué el teléfono y fui a buscar a mi abuela.

—Necesito que me lleves a la casa de Brad. Me dijo lo mismo que tú. Esto es realizado con maldad.

—¿Por cierto, cuántos años tiene ese chico?

—Creo que ya cumplió los 18, abuela...

—¿Y cómo es que un chico tan joven puede ser tan siniestro en la magia negra y el vudú?

—No lo sé, pero creo que de generación en generación, su familia lo practica.

—Qué miedo... Bueno, no puedo hablar mucho, mi religión también requiere de cosas que a muchos les da miedo. Vamos a su casa.

Salimos de allí después de despedirnos de Yanet, la amiga de mi abuela, y marchamos a la casa de Brad.

Al llegar, él me estaba esperando en la puerta sin camisa puesta y con algunos collares colgando en el cuello.

—Maldito sexy, sabe que está rico y se atreve a pararse así en la calle.

—Bueno, saca la información de lo que tienes y aprovecha para conquistarlo.

—Abuela!

—¿Qué? Es un divino rubio de ojos marrones. No es algo que se vea todos los días.

—Ash, te llamaré cuando vengas a recogerme. Intenta mantener ocupada a mi madre y dile que estoy en casa de una amiga o algo.

—Cuenta con eso...