Janna:
Iba camino a buscar unas cosas que me pidió mi madre. Ya estaba cansada de tener que ayudarla en lo que estaba haciendo, pero tampoco quería que Tiffany triunfara después de lo que su madre le hizo a la mía. Cuando de repente sentí un dolor en la pierna que me hizo caer al suelo.
—¡Ah! ¡Malditos calambres de mierda!
Intenté levantarme, pero el dolor era fuerte, no parecía un calambre, parecía más bien como si me estuvieran torciendo la pierna hacia atrás. Cuando una figura apareció frente a mí con una altura imponente y una sonrisa torcida, teniendo en su mano una muñeca vudú.
—¿Ibas camino a comprar más cochinadas para tu madre querida, Janna? ¿O déjame adivinar? ¿Ibas a ir a visitar a Tiffany para ver si estaba sufriendo la porquería que tú y tu madre le están haciendo?
Ese chico agarró una aguja, acercándola hacia el muñeco.
—A veces me gustaría acabar con esto de una vez por todas, porque si fuera por mí, ya hubiera metido a esta maldita muñeca en agua y mantenerla allí hasta que te ahogues como una imbécil.
¿Quién era? No lo sabía, su rostro estaba escondido por la oscuridad. Solamente podía ver que movía su pie como si estuviera disfrutando de la situación.
—¡Qué es lo que quieres! Te daré lo que pidas, pero por favor, detente con ese muñeco, es muy peligroso...
La figura se rió a carcajadas, poniendo sus manos en las rodillas.
—Me das tanta risa, Janna. ¿Tú vas a hablarme a mí sobre esto? Por favor, tú no eres ni la mitad de lo que he llegado a ser yo... La única que me supera es tu madre, por eso te necesito a ti. Así que te voy a dar una opción: puedes venir conmigo y cooperar, puedes simplemente salir corriendo, no te voy a detener. Pero ten en cuenta que esto es el inicio de tu castigo por lo que le hiciste a Tiffany.
Al mencionar a Tiff, supe de quién se trataba.
—¿Brad?
El chico salió de la sombra y se acercó a mí. Con esa sonrisa que tanto odio y tanto me causa escalofríos, la misma sonrisa con la que me ve en la universidad como si estuviera diciendo que no me acercara a él...
—Qué alegría que me conozcas cuando menciono a Tiffany, me hace sentir como si fuera su novio o su esposo, tal vez...
—Brad... escucha esto, lo podemos hablar, ¿ok? Mi madre es la que hace todo. Te juro que yo no hago nada.
—Janna, Janna. ¿Crees que soy estúpido? Conozco tus pensamientos, conozco hasta lo más profundo, hasta el secreto más oscuro que guardas en tu cabecita... Y créeme, no querrás que arruine tu vida, porque Tiffany no es la única persona a la que tú y la bruja de tu madre han embrujado, pues ¿acaso crees que no sé lo que hiciste con Madeline?
—Yo no sé de qué me estás hablando...
—No te hagas la desentendida conmigo, Janna... Sé que tú y tu madre mataron a Madeline, una chica que estaba en la misma universidad que tú y Tiffany... Y todo fue porque la chica no te quiso pasar la tarea, porque eres una psicópata enferma y creo que un psiquiátrico sería lo mínimo que tú te mereces.
—¡Eso no es asunto tuyo! ¡Tú estás aquí por Tiffany, no por Madeline!
—Pensándolo bien, tienes razón. Yo estoy aquí por una persona que me importa, no por Madeline, yo ni siquiera la conocía. Además, yo también hice algo parecido con una vecina, pero esa es otra historia que prefiero no contar. Ahora vengo a advertirte una cosa: detente... Solo es una advertencia que te doy, detente, dile a tu madre que todo lo detenga, porque si no, las cosas se van a poner peores para ti y para ella.
—A mi madre nadie la va a amenazar, y mucho menos un mocoso de dieciocho años como tú que no sabe ni siquiera lo que es la magia negra.
—¿Ah, no?
Brad tomó la muñeca que tenía en la mano y estaba a punto de romperle un brazo.
—¡No! ¡Espera!
—¿Sí? ¿Janna?
La sonrisa, la maldita sonrisa de Brad que te hace intimidarte. Y sientes como si no tuvieras opción delante de él.
—¿Entonces, Janna? Por cierto, ¿dónde está tu madre?
—¡Rompe la maldita muñeca! ¡HAZLO, CABRÓN! ¡SI TIENES HUEVOS PARA HACERLO, HAZLO! ¡PERO YO JAMÁS TE DIRÉ DÓNDE ESTÁ MI MAMÁ!
Brad no parecía molesto, de hecho, parecía ligeramente divertido. Hasta que me dio una patada en el estómago y luego una en la cara.
—Yo no acostumbro a golpear mujeres, pero tú estás entrando a un callejón sin salida, Janna... Un callejón que no te voy a perdonar...
Brad me empujó, haciéndome caer hacia un lado de la carretera donde estábamos, y con la muñeca aún en la mano, le dio un apretón en la cabeza, causándome un dolor espantoso.
—Lastimosamente no puedo ver dónde está tu madre, pero tú sí puedes decírmelo, así que tienes dos minutos para pensar... Y ya comenzaron a correr.
—¡Pero por qué hablas tanto, Brad! ¡Haz lo que tengas que hacer! ¡Hazlo!
—No puedo matarte, Janna... Aunque quisiera, no puedo. Tú eres la única que puede llevarme con tu madre.
Brad me tomó del brazo, arrastrándome hacia su auto y metiéndome en el maletero.
—Espero que no te asfixies. Suelo proteger mucho mi maletero para que no se abra fácilmente en caso de que deje mi auto solo.
—¡Sácame de aquí, Brad! ¡Hazlo ya!
Brad:
¿Y aún creía que la iba a dejar ir? No llegué hasta aquí para dejarla caminando como modelo en pasarela. Ponte idiota.
—No te preocupes, Janna, no soy un monstruo. Cuando lleguemos te daré de comer. Tengo unas apetitosas galletas que llevan un mes guardadas en mi alacena. Para alguien como tú deben ser perfectas... Rancias como tú.
Editado: 25.04.2025