Me desperté a la mañana siguiente con un mensaje de Darío contándome qué tal le había ido la noche. Se le notaba muy contento y eso me hacía feliz. Fuí a la cocina para prepararme un café y poner un poquito de música. Me encantaba empezar las mañanas así. Mientras fregaba los vasos y las copas de la noche anterior, sonó el timbre. Era Susi.
—¿Qué tal la os fué la noche? —me preguntó mientras se servía un café.
—¡Darío triunfó! No se si te lo ha contado que ha pasado la noche con Marta. No se si tendrán futuro o no, pero al menos ha disfrutado un rato. —respondí con una sonrisa. —Y se podría decir que yo también triunfé.
—¿Qué? Cuéntamelo todo tía, pero con pelos y señales. ¿A quién te has tirado? —no conocía a otra chica más cotilla que ella.
—No me he tirado a nadie, bruta. Pero me besé con Marcos y fué tan mágico y especial, que aún no me creo que haya ocurrido de verdad —suspiré.
—¡Pero qué cursi eres! No sabía que lo vuestro iba en serio. Creo que me he perdido algunos capítulos. —se sentó en el sofá y yo me puse a su lado.
—No sé, igual me estoy haciendo muchas ilusiones para nada, pero es que me he pillado mucho por él, y por lo que me dijo anoche también siente algo por mi.
—Es mejor que no tengas muchas esperanzas, apenas lo conoces y no sabes por donde te puede salir. No quiero que te vuelvan a hacer daño, cariño. —acarició mi mejilla.
—Ya, no te preocupes. No voy a dejar que me hagan daño. Por cierto, ¿Sabes quién viene el próximo finde? Mi hermano. —le conté para cambiar de tema.
—No me digas que el buenorro de tu hermano va a venir, entonces hay que celebrarlo. —levantó su café para brindar con el mío.
—Con esos comentarios a veces se me olvida que estás casada con uno de mis mejores amigos, por cierto, ¿Qué tal Alberto? ¿Se ha quedado jugando a la consola? —Me bebí el último trago de café y me levanté para coger un croissant.
—Ya sabes como es. Yo creo que quiere más a su consola que a mí, pero me ha dicho que ya tiene los billetes y el alojamiento para Roma así que se lo perdono. —dió unas palmaditas de felicidad.
—Lo vamos a pasar genial, ya verás. Además, había pensado también en irme unos días a Madrid cuando tenga vacaciones. Creo que es momento de seguir con mi vida y dejar atrás todo lo que ha pasado. —me dirigí hacia la ducha mientras Susi cotilleaba mis cosas.
—Pues lo veo bien, seguro que pasas página con Marquitos. Te dejo que te duches tranquila, luego te llamo.
—Vale —contesté, y me metí al baño.
Me pasé todo el día en casa descansando y viendo películas. Marcos me escribió un par de veces para ver cómo estaba y me propuso quedar para dar una vuelta, pero lo cierto era que me había bajado la regla y no me apetecía mucho salir, así que le dije que no me encontraba muy bien.
El turno de mañana me encantaba. De hecho, mi trabajo me encantaba. Poder cuidar a los demás me llenaba. Estuve hablando con Carla y Marta a la hora de comer, quería saber como le había ido todo.
—¡Qué buenos están los tallarines de la cafetería, eh? —dije mientras comía unos cuantos.
—Con hambre todo está bueno. —respondió Marta.
—Hablando de bueno, ¿Qué tal la noche? —levanté las cejas con curiosidad. Quería información y detalles.
—Estuvo muy bien, Azucena. Darío es encantador, pero no lo veo como algo más. Para alguna noche loca sí, pero nada más. Espero que lo entiendas. —aclaró Marta.
—Cariño, no me tienes que aclarar nada. Yo solo os presenté pero nada te obliga a tener algo con él.
En el fondo me daba un poquito de pena Darío, por lo que me había contado a él si que le había gustado mucho. Pero en fin, las cosas a veces son así. Queremos algo que no podemos tener.
Me despedí de las chicas y ya en el coche, decidí mandarle un mensaje a los chicos por un grupo de whatsapp que teníamos para hacer algo por la tarde. Todos estaban ocupados menos Marcos, que sí quiso quedar para tomar algo.
Fuí a casa, me cambié y me puse un pantalón vaquero y una camiseta básica rosa. Bajé las escaleras de la comunidad y ví a Marcos en el marco de la puerta. Me encantaba lo puntual que era siempre para todo. Al verme, sonrió y se acercó a mí para darme un abrazo.
— Hola Azucena, ¿te encuentras mejor? —dijo mientras cerraba la puerta del portal a mis espaldas.
—Sí, ya me encuentro mejor. Vamos a la heladería, ya que éstos no han querido quedar, por lo menos nosotros nos comemos un buen helado. —comencé a andar.
—Mejor, así tenemos un ratito para nosotros dos.
Nos sentamos en la terraza y yo pedí un cucurucho de turrón. Marcos pidió un granizado de limón. Me recordaba a mi hermano, que no le gustaba nada los helados.
—El otro día en tu casa me di cuenta de que te falta una cosa. —me dijo.
—Ah, ¿sí?¿el qué? —pregunté.
—¡Un libro en la estantería! Susi me dijo que te gustaba leer, así que te he comprado éste. —Marcos sacó de su mochila un paquete envuelto en papel de regalo.
—¿Me has comprado un regalo? ¡Pero qué mono eres! —Lo desenvolví con mucho cuidado —’Luces y Sombras’, he oído hablar mucho de este libro, dicen que está genial. Muchas gracias, Marcos. Eres un amor.