—¿Te ayudo a hacer las maletas? —le pregunté a Darío cuando Susi y Lucas se habían ido.
—¿Tú estás segura Azucena? Yo no quiero ser una molestia —dijo con tristeza.
—Claro que sí, sabes que te quiero y que haría cualquier cosa por ti. Además, nos lo vamos a pasar genial —le guiñé el ojo y él sonrió al instante. —Pero lo primero que tienes que hacer es hablar con Marcos, al fin y al cabo sigue siendo tu inquilino.
—Tienes razón, voy a llamarlo para que venga a cenar aquí. —se levantó para coger el móvil y lo llamó.
—Mientras hablar con él voy a ir preparando la cena. —fuí para la cocina y empecé a buscar en la nevera algo para hacer de cenar. Ví unas hamburguesas y se me antojaron.
—Ya está, dice que llega en media hora. —Darío entró a la cocina y empezó a ayudarme.
Cuando ya las teníamos hechas junto con unas patatas fritas, Marcos llamó a la puerta.
—Hola princesa, te he echado de menos. —me saludó con un abrazo.
—Hola Marcos, ¿Qué tal el trabajo? —le pregunté mientras nos sentábamos a cenar en el sofá.
—Buf, ha sido estresante. Nos han llegado un montón de coches para reparar y nos faltan mecánicos, pero todos los que llegan son aún novatos. Por lo demás, todo bien. —se metió un par de patatas a la boca.
—Oye tío, te quería comentar una cosa. —le interrumpió Darío. —Como sabes, me he quedado sin trabajo.
—¿Cuánto necesitas? —le dijo sin dudar.
—No, no es eso. No puedo seguir pagando el alquiler del piso y Azucena me ha ofrecido vivir con ella. —Marcos inmediatamente me miró a mí.
—¡Eso es genial! Pero, ¿Me vais a dejar aquí solo? —preguntó cómo un niño pequeño.
—Tú también puedes venir. —su cara de felicidad me respondió por si sola.
—¿Y vamos a dormir juntos o uno en cada cama? —Empezó a darme besitos por el cuello y a mi se me erizó la piel.
—¡Qué tonto! Pues depende de si te portas bien o no. —le correspondí con un beso largo.
—Necesito una novia ya. —dijo Darío, y a mi me dió por reír. A veces, cuando besaba a Marcos se me olvidaba todo lo que había alrededor, como si en ese momento solo existiéramos él y yo.
—¿No funcionó la cosa con Marta? —le pregunté mientras le pegaba otro bocado a la hamburguesa.
—La llamé el otro día pero me dijo que había quedado con su novio.
—¿Con su novio? A mi no me ha dicho nada de que tenga novio. —respondí.
—Eso me dijo.
Esa noche Marcos y yo volvimos a mi casa para dormir. Al día siguiente después de salir de la clínica fuí directa a casa de Darío para ayudarle a llevar sus cosas y las de Marcos a mi piso. Estaba segura de que estaríamos muy bien los tres juntos.
—Te he preparado ésta habitación, con la que sobra no sé muy bien qué hacer. Espero que te guste. —dije con una sonrisa.
—Me encanta Azukita, gracias por lo que has hecho por mi. —lo dejé solo para que pudiera ir colocando sus cosas y yo me fuí a mi cuarto a ordenar todo lo demás.
Estaba muy contenta, había pasado de estar triste por vivir sola, a tener a mi mejor amigo y a mi novio en casa. Y eso era genial. Los días pasaban y los tres nos estábamos adaptando muy bien. Darío seguía buscando un empleo y Marcos y yo estábamos muy ocupados con nuestros trabajos. Cuando me quise dar cuenta, ya era finales de octubre y tan sólo quedaba una semana para coger vacaciones, y en cuestión de 10 días nos íbamos a Roma.
Era sábado por la mañana y Marcos estaba en el trabajo así que decidí llamar a Susi para ir al centro comercial a hacer unas compras. La estaba esperando con el coche en marcha debajo de su casa, pero como siempre tardaba demasiado.
—Mira que eres presumida. —le dije mientras abría la puerta de mi coche.
—Lo siento nena, pero es que no encontraba el bolso. —se puso el cinturón y fuimos al centro comercial. —¿Cómo os va todo?
—Súper bien, vivir con dos hombres no es nada fácil pero nos lo pasamos genial. —reí —y con Marcos pues de maravilla… Nos llevamos genial y nos compenetramos a la perfección.
—Sí que estás pillada —contestó con sarcasmo.
—Hace unos meses te hubiera dicho que no, pero hoy te digo que estoy pillada hasta las trancas por él. —aparqué el coche y nos pusimos en marcha.
—Necesito un buen abrigo para Roma, porque todo lo que tengo es demasiado fino. —dije mientras miraba por los percheros intentando encontrar algo.
—Mira este, es tipo Parka pero abriga bastante. —me señaló uno color crema precioso.
—La verdad que sí, no está mal. —nos dirigimos a los probadores para ver lo que nos quedaba bien, pero cuando me quise dar cuenta Susana no estaba. —¿Susi? —de pronto la ví hablando con una chica con una cabellera negra super larga.
—¿Te acuerdas de Jennifer? Salía con Lucas hace un par de años. —me la presentó y entonces me acordé de ella. Siempre me había caído fatal.
—Ah, si, claro. ¿Cómo te va todo? —pregunté por cortesía.
—Muy bien guapa, como siempre de flor en flor no vaya a ser que se me pegue algún capullo. —se echó a reír junto a Susana.