—Oye Alberto, —me acomodé en el hombro de Marcos —¿Está bien Susi? Es raro que no haya querido venir.
—Se empeñó en venir al viaje y eso que yo le insistí que no era buen momento, y ahora se está dando cuenta de que tenía razón. —lo miré por un momento. Conocía a Alberto de tantos años que ya sabía cuando mentía y cuando no.
—¿No estáis bien? —él me miró con confusión, como si tuviera un chimpancé con platillos en la cabeza.
—Después de lo que pasó el sábado, ¿Cómo vamos a estar? —le dió un trago a su vaso —Perdona, no quería hablarte así, es que he estado sometido a mucho estrés últimamente y tú eres la última persona con la que quiero pagarlo.
—¿Puedo decir algo? —intervino Marcos.
—Claro. —dijimos los dos a la vez.
—¿Por qué seguís juntos después de todo lo que ha pasado? —me giré hacia Marcos y él me miró abriendo los ojos, era una señal para que lo soltara.
—Pero cielo, lo que pasó no tiene nada que ver por que ellos tienen una relación abierta. —Alberto puso cara de confusión. ¡Sí! Mi intuición femenina no fallaba.
—¿Qué relación abierta? Nosotros no tenemos nada de eso.
—A ver, Susi me dijo que sí la tenéis, y que por eso cada uno se puede acostar con otras personas. —de repente, volvieron a llamar a la puerta y solo podía ser una persona.
Marcos se levantó para abrir y entró una Susi furiosa.
—¿Es qué no piensas venir o qué? —se encaró a Alberto que seguía sentado en los pies de mi cama.
—¿Tú no estabas cansada? —contestó él.
—¿Y eso te da derecho a dejarme sola? Desde luego, eres un marido horrible. —le reprochó ella.
—¿Para qué me dices que me perdonas la infidelidad si vas a estar todos los días recordándome que soy un marido horrible? —Susi se giró hacia mí para reafirmar que lo había escuchado. Ya estaba confirmado, Susi nos había mentido a Darío y a mi.
—¿Podemos ir a discutir a nuestra habitación? —ella intentó agarrarle del brazo pero Alberto se deshizo de él.
—¿Para que luego le mientas a Azucena diciéndole que tenemos una relación abierta? Tú con tal de no quedar mal con tus amigos eres capaz de inventarte cualquier cosa.
—¡¡¡¡Basta ya!!!! ¡ME TENÉIS HARTA! Desde que hemos llegado no habéis parado de discutir y de joderme mis vacaciones. —En ese momento exploté. Mi paciencia había llegado a su límite.
—¿Tus vacaciones? ¿Mías no son? —me dijo Susi.
—Eran nuestras y tú quisiste apuntarte, ¿Y para qué? ¿Para pasar el día discutiendo? Para eso es mejor que te vuelvas a España. —En cuanto acabé la frase me arrepentí de lo que había dicho. Quizá no tenía que haber sido tan brusca con ella, al fin y al cabo estaba pasando por un mal momento, pero miré a Marcos que no sabía ni qué hacer y me dió pena el pensar que estaban estropeando ese momento tan bonito con sus discusiones de pareja.
—Alberto, me quiero ir a casa. —le dijo Susi.
—Mañana por la mañana regresamos, voy a cambiar los billetes ahora mismo. —se levantó y se fué.
—Susi, lo siento. Yo no quería que esto terminara así.
—La culpa es mía. Tenía que haberte dejado tu espacio con Marcos y no haberme apuntado al viaje. —me levanté enseguida para darle un abrazo —Disfruta tú que puedes, y cuando vuelvas me cuentas.
—Quédate tú Susi, ya arreglareis las cosas a la vuelta.
—No te preocupes, pásalo bien. —se dió la vuelta y se fué.
Rompí a llorar. Me sentía muy mal por haberle dicho todo eso. Ella solo estaba pasando por un mal momento y yo había antepuesto mi felicidad a la suya.
Marcos me abrazó por detrás y me acostó en su regazo para calmarme. Era la primera vez que me veía llorar y me sentí indefensa.
—Venga cielo, tú no tienes la culpa de que su relación no vaya bien. —con sus dedos intentaba limpiar mis lágrimas que brotaban sin parar.
—Sé que no tengo culpa, pero aún así no dejo de sentirme mal por ellos.
—Mira, lo mejor es que les demos su espacio. Ya verás como a la vuelta los ánimos están más relajados, ¿vale? —me levantó la cabeza para mirar mi cara.
—Vale Marcos, te quiero.
—¿Qué has dicho? —su cara irradiaba felicidad y yo no sabía por qué, hasta que me dí cuenta de que era la primera vez que yo le decía te quiero.
—He dicho que te quiero. —me subí encima de él y comencé a darle besos por toda la cara y el cuello.
—Yo sí que te quiero.
Al día siguiente, una sensación agridulce me acompañó desde que abrí los ojos. Susi me había dejado un mensaje diciéndome que al final no se iban, pero que habían prometido comportarse. Por una parte estaba muy contenta pero por otra, tenía miedo de que volvieran a discutir.
—¿Preparado para el segundo día? —le pregunté a Marcos mientras me envolvía en un abrazo.
—Claro que sí.
—Ya estamos listos —dijo Alberto al llegar —Tengo un hambre que me comería un ñu.
—Me has recordado a Darío con esa frase. —Todos nos echamos a reír.