No es lo que parece[completa]

Capítulo 21

—Darío, Houston está en Estados Unidos. —me dió un ataque de risa que hasta se me caían las lágrimas.

—Ya sabes que la historia nunca fué lo mio. 

—Dirás geografía. —no podía parar de reír. —te he echado de menos tonto.

—Y yo a tí Azukita, y a tus tortitas. —me miró con ojos de corderito.

—Mañana te hago, ahora si me disculpas, voy a ver lo que hace mi novio. —le dí un beso en la mejilla y me dirigí a la habitación. Marcos estaba sentado en la cama con las manos en la cabeza. —¿Estás bien?

—Si cariño. —seguro que era por el trabajo.

—¿Has dicho que no definitivamente? —le pregunté.

—No.

—Entonces tomate un tiempo para pensártelo, pero sobre todo, mira por ti. —me senté a su lado y él me abrazó.

—Azucena, no te puedo dejar aquí. No puedo. Tú eres lo que más quiero y no me quiero separar de tí. 

—No nos tenemos por qué separar. A mi no me importa mudarme por un tiempo allí, sólo que yo iría más tarde porque quiero esperar a que nazca mi sobrina. —él me miró y vi la duda en sus ojos. Realmente se lo estaba planteando. 

—¿Serías capaz de hacer eso por mí? —me preguntó. 

—Por tí y por los dos. A mi siempre me ha gustado viajar y hacer cambios. Hace más de un año me mudé a 400 kilómetros de mi familia, por unos cuantos más no se van a quejar. —le sonreí y él me devolvió la sonrisa.

—Esta vez serían unos pocos más. —se levantó y se arrodilló en el suelo para quedar a mi altura —Azucena, no me voy a ir a ningún lado, ya lo he decidido.

—¿Por qué? 

—Soy feliz así, ya saldrá otra oportunidad. —observé sus ojos verdes que en tantas ocasiones me habían dejado sin palabras y suspiré.

—Recuerda que te apoyaré, por si alguna vez cambias de opinión. —nos dimos un beso largo y fuimos a cenar. 

Dos días más tarde, ya estaba preparando de nuevo la maleta, pero esta vez para ir a Madrid. Aunque en esta ocasión me iba sola ya que Marcos tenía que trabajar. Tenía muchas ganas de ver a mi familia pero unos nervios enormes por volver a ver a Víctor. Solo de pensarlo se me revolvía el estómago, pero no iba a dejar que ese capullo me afectara. Lo único que tenía que hacer era firmar unos papeles y seguir con mi vida. 

Tras un vuelo corto, bajé del avión y vi el moño de mi madre a lo lejos. Ella corrió al verme para abrazarme, parecía una escena de las películas que ponen los domingos por la tarde.

—¡Qué guapa estás hija! —mi madre me dió un gran abrazo y se apartó para mirar detrás de mí. —¿Has venido sola? ¿Y Marcos? 

—Él tenía trabajo y no ha podido venir. Hola papá, —me giré para darle un beso a mi padre —¿Qué tal todo por aquí? 

—Como siempre cariño, menos mal que has venido porque tú madre ya estaba muy pesada. —mi madre le dió un codazo suave. 

—Míralo, como si él fuera un santo. 

—Bueno, ya veo que todo sigue igual. —me eché a reir.

—Por cierto Azucena, has quedado con Víctor dentro de una hora en la cafetería donde íbamos siempre. —miré a mi madre con cara de pocos amigos.

—Joder mamá, anda que has tardado en sacarme el tema. ¿Y por qué tiene que ser ya? —dije.

—Hija porque él se va mañana. 

—-Vamos a casa anda. —contesté enfadada. Por una parte cuanto antes me lo quitara de encima mejor, pero es que ni siquiera me había dado a instalarme.

Después de dejar mi maleta en casa de mis padres, cogí el metro hasta la estación Tirso de Molina para llegar a la cafetería. Joder, estaba nerviosa y eso me ponía furiosa. 

Me senté en una mesa al fondo y pedí una coca-cola zero. Saqué mi móvil para mandarle un mensaje a Darío y así ponerle al día. De repente, un escalofrío me recorrió de arriba a abajo. Sin necesidad de verlo, sabía que Víctor había entrado a la cafetería. Podía distinguir su perfume entre miles de personas y eso hizo que me diera una punzada en el estómago. Levanté la mirada y allí estaba. En un año no había cambiado absolutamente nada, seguía llevando ese pelo perfectamente cortado, vestía un vaquero con una camisa y un abrigo que yo le había regalado hace un par de años. En ese instante, me miró, y por un momento el tiempo se detuvo. Sus ojos castaños buscaron los míos y me sonrió. Yo no cambié la expresión de mi cara en ningún momento, pero hacía demasiado tiempo que no veía esa sonrisa y algo se movió dentro de mí. Cuando me quise dar cuenta, ya lo tenía sentado enfrente de mí. 

—Hola Azucena, qué bien te veo. —su voz hizo que apretara los puños debajo de la mesa. 

—Hola Víctor, ¿Has traído los papeles?

—Sí, aquí los llevo. —sacó una carpeta azul y me la entregó.

—Vale, te los firmo y me voy. —abrí la carpeta y sentí como su mano tocaba la mía.

—Espera, antes quiero hablar contigo. —apartó la mano pero me sostuvo la mirada.

—No tenemos nada de qué hablar. 

—Hay muchas cosas que quiero explicarte. —dijo suavemente.

—Yo no quiero oír explicaciones. —saqué los papeles y comencé a leerlos. 



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En el texto hay: infidelidad, traicion, amor

Editado: 18.08.2022

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