No es lo que parece[completa]

Capítulo 27

—¿Están tardando mucho, no? —Mi madre no paraba de moverse de un lado para otro y su nerviosismo crecía conforme pasaban las horas y no nos decían nada sobre el estado de Mónica ni de la niña. 

La sala de espera estaba completamente vacía, y solo se escuchaba el ruido de las máquinas al que yo ya estaba más que acostumbrada.

—Tranquila mamá, el parto de una primeriza puede tardar horas. —insistí.

—No sé cómo puedes estar tan relajada, hija. —reprochó ella. 

—Porque ésto lo veo yo casi a diario en mi clínica, ellas van a estar bien, ya lo verás. Va a nacer de 35 semanas pero hay muy poco riesgo. —en el fondo estaba llena de nervios, pero no quería transmitir incertidumbre a mis padres, que ya de por sí estaban angustiados.

Tres horas más tarde, salió una matrona para informarnos de que la niña ya había nacido. 

—¡Qué alegría! —gritó mi padre —¿Cómo están las dos?

—Mónica está muy bien, cansada pero se recuperará muy pronto, pero Mireia es muy pequeñita y va a pasar unos días en la incubadora para asegurarnos de que está todo bien. —respondió la matrona.

—¿Podemos verlas? —preguntó mi madre. 

—Claro que sí, seguidme. —fuimos trás ella y entramos a la habitación de Mónica. 

Al verla, las palabras sobraban. La abracé con la suficiente fuerza como para hacerla saber que tenía todo mi apoyo pero sin hacerle daño.

—¿Cómo estás querida? —Mónica se echó a llorar. —¿Qué te pasa? ¿Te duele algo? —preguntó mi madre.

—La he fallado como madre, algo he hecho mal para que haya decidido nacer antes de hora. —esbozó Mónica entre lágrimas. 

—No digas eso, eres una madre ejemplar y seguro que Mireia está divinamente. Estás cosas pasan muy a menudo, te lo digo yo que he visto miles de partos prematuros. —me coloqué a su lado y la volví a abrazar. 

—¿Dónde está Miki? —preguntó mi padre.

—Está con la niña. —Tenía la carita triste y cansada. ‘Esto te espera cuando seas madre’ me dije a mi misma. 

—Podéis pasar a ver a la niña, pero de uno en uno. —informó una enfermera. 

—Entrad vosotros primero, yo me quedo con Mónica. —les dije a mis padres. 

Ambos se fueron para ponerse la bata esterilizada.

—Es tan pequeña, Azucena… —dijo Mónica.

—Y seguro que es preciosa. —le sonreí.

—Eso sí, ha sacado mi nariz y las manos de tu hermano. —dijo entre risas. 

Mi móvil vibró en el bolsillo. Al mirarlo, ví que era un mensaje de Marcos. 

—Marcos te manda muchos besos. —le dije a ella. 

—Dale las gracias de mi parte. 

Mónica se durmió al rato agotada de tanto esfuerzo y yo aproveché para mandarle un par de mensajes a Marco. Cuando me quise dar cuenta, ya había pasado una hora. 

—Ya puedes pasar Azucena, te vas a morir de amor al verla. —dijo mi madre.

Entré a la sala y cuando ví a mi hermano al fondo con mi sobrina entre sus brazos me dió un vuelco el corazón. Si sentía esto por ver a mi sobrina, ¿Cómo sería cuando fuese mi hija? La piel se me erizó solo de pensarlo. 

Me acerqué a mi hermano y no pude evitar que se me cayeran algunas lágrimas. Era tan pequeña, tan frágil…

—Madre mía Miki, es perfecta. —toqué su pequeña mano y ella apretó mi dedo. Era mucho más bonita de lo que hubiera imaginado. Su piel rosita relucía como el mismísimo sol. 

—Sí que lo es. ¿Quieres cogerla? —me ofreció.

—Sí, por favor. —Con sumo cuidado la cogí y el tiempo se detuvo. Tenía los ojos cerrados y un pelito rubio precioso. Supe en ese momento que el vínculo que tendría con ella sería especial.

Los días pasaron y ya hacía una semana que estaba en Madrid. Estos últimos días los había pasado en casa de mi hermano ayudándole con la peque. Aún seguía muy enfadada con mi madre por haberle dicho a Víctor donde vivía pero entendí que ese no era el momento de plantarle cara. Aún así, evitaba estar mucho por casa para no discutir.

Marcos no me contestaba a los mensajes desde ayer y supuse que estaba muy ocupado por el trabajo, pero me moría de ganas de verle, de besarle y abrazarle, y sobre todo de dormir con él. Se me hacía tan raro dormir sin que él no estuviera a mi lado y sentir su calor… 

Con mucha pena, me despedí de mis padres, de mi hermano, de Mónica y de mi sobrina. Pero estaba feliz porque en dos semanas volvería a verlos de nuevo. 

Le escribí un nuevo mensaje a Marcos para decirle que ya volvía a casa pero tampoco me contestó. Le envié otro a Darío para preguntarle si Marcos estaba bien pero me respondió que sí así que dejé de preocuparme. El viaje de vuelta se me hizo larguísimo pero cuando me quise dar cuenta, ya estaba de nuevo en la puerta de mi casa. 

Metí las llaves en la cerradura y al entrar, un silencio absoluto me recibió. Al fondo, escuché unas voces hablar entre susurros.

—¡Qué recibimiento más grande! —dije a Darío y a Susi con ironía —no esperaba que me recibierais con pompones pero por lo menos con un poco más de alegría. 



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En el texto hay: infidelidad, traicion, amor

Editado: 18.08.2022

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