Hacía un calor insoportable.
Me levanté sudando de la cama y me metí directamente a la ducha. El agua fría caía sobre mí y me quitaba poco a poco todo el rastro de sueño que tenía, a pesar de que llevaba noches sin dormir bien.
Tenía el día libre y me propuse bajar a la playa, tomar algo con mis amigos, hacer cosas que antes me hacían feliz.
Estaba tranquila, ya que suponía que Marcos había vuelto a Houston después de la boda de su prima. Las cosas parecían volver a ser como eran antes. Sin Susi, claro.
Me puse un bikini amarillo y un vestido blanco por encima y me dirigí hacia la cocina. Tras prepararme un buen vaso de café y unas tostadas, me senté en la barra de la mesa a cotillear un poco las redes sociales. Cuando Darío salió de su habitación, nos dirigimos a la playa donde Lucas y Alberto nos esperaban.
Se hacía raro…
Cada vez éramos menos.
Alberto se abalanzó sobre mí y me dió un buen abrazo, Lucas me saludó con la cabeza como siempre.
—¿Qué se siente al ser la una chica del grupo? —Alberto cogió una lata de cerveza y le pegó un buen trago.
—Raro, supongo. Hasta que alguno de vosotros se vuelva a echar una novia.
—Conmigo no cuentes —dijo Lucas.
—Por cierto, ¿Cómo van las cosas con… eso? —pregunté a Alberto.
—Estamos en trámites de divorcio. —suspiró —Se ha ido a vivir a otro sitio, no sé a dónde.
—¿No sabes dónde se ha ido? —volví a preguntar.
—No. —respondió tajante —Tampoco me interesa saberlo.
—Alberto, no seas así. A pesar de todo ella ha formado parte de tu vida, de la de todos nosotros. Para bien o para mal. —me tumbé en mi toalla y el sol empezó a calentar mi piel.
—¿Cómo puedes no sentir rencor por nadie?
—Claro que siento —reí—y por muchas personas. Pero no quiero que el odio se apodere de mí.
—Azucena, perdóname. —interrumpió Darío. Yo lo miré atónita hasta que me di cuenta de a qué se refería.
—¿Qué hace él aquí? —Marcos se acercaba cada vez más a la zona donde estábamos nosotros con solo un bañador como atuendo. Su piel morena brillaba y resplandecía como siempre. Recordé la primera vez que lo ví en la playa hace casi un año. Estaba blanco por la temporada que había pasado en Alemania, pero ahora era distinto. Estaba bronceado del sol.
—Me pidió el favor para poder hablar contigo —lo fulminé con la mirada, pero no podía enfadarme con él.
—Deberías haberme preguntado antes.
—¡Tío! ¡Cuánto tiempo sin verte! —Alberto se levantó para estrecharle la mano, Lucas hizo lo mismo pero sin pronunciar palabra —¿Cómo te va todo por las américas?
—Bien, aunque me he mudado a aquí otra vez. —Todos nos quedamos callados, solo se escuchaba el grito de la gente que estaba en la playa charlando y bañándose.
—¿Por qué? —preguntó Darío.
—Por ella.
Mentiría si dijera que algo dentro de mí no se conmovió.
¿En serio Marcos había renunciado a su trabajo allí por mí?
No me lo creía…
Se formó un silencio incómodo, ninguno fue capaz de responder a eso. O quizá estaban esperando a que lo hiciera yo. Miré a Alberto con súplica en mis ojos y me entendió al instante.
—¿Y donde te has instalado?
—De momento estoy en un hotel. Mi prima se ofreció a acogerme hasta que encontrara piso pero me negué.
—Chicos, yo me voy. —me levanté de la toalla y comencé a meter torpemente mis cosas en el bolso.
—No te vayas, por favor. —me rogó Marcos.
—¿Por qué haces esto? —por un momento olvidé que mis amigos estaban a nuestro lado oyéndolo todo. En ese instante solo existíamos él y yo.
—No he dejado de pensar en tí ni un solo momento. Ni uno solo. He intentado odiarte cariño, pero pude. —le tembló el labio inferior y a mi me entraron unas ganas enorme de abrazarlo y decirle que todo estaba bien, pero las reprimí.
—No te creo.
—Confía en mí.
—¿Que confié en tí? ¡Tú no lo hiciste! En cambio, yo si. Cuando una amiga de Susi me dijo que no me fiara de ti, yo no dudé. Confié en ti ciegamente pero tú no lo hiciste.
—Perdóname. Cometí un gran error y quiero arreglarlo. —se acercó a mí y colocó un mechón de mi pelo detrás de la oreja, como solía hacer siempre. Me estremecí. Con él tan cerca mis fuerzas flaqueaban. —Por favor, dime qué tengo que hacer para que me perdones.
—Eso sería muy fácil. En una relación la confianza es fundamental y yo —suspiré — yo ya no confio en ti.
—He dejado el trabajo por ti, cielo. Por nosotros.
—Yo no te lo he pedido. Ni lo hice en su momento ni lo voy a hacer ahora.
Me giré rápido y eché a andar todo lo rápido que pude.
Ni siquiera me paré cuando Darío me llamó desde lejos, solo necesitaba huir. Como siempre, huir…