Siempre camino mirando el suelo
Así que no conozco el cielo azul.
Yoru Magai[1]
N-BUNA – YORUSHIKA
Harumi-san es del tipo de mujer deportista. Ama las rutinas, pero es muy incongruente consigo misma; tiene demasiadas, aunque 8 de 10 son tan pasajeras como las nubes, quizá porque siempre le han gustado aquellas que le producen una especial satisfacción o resultados que hacen que la gente voltee a verla.
También le gusta cuidar su piel, ir de compras el fin de semana, salir con su mejor amiga cada que puede o hacer amigos en el gimnasio al que va todas las noches, aunque claro, nunca es el mismo; no le gusta permanecer en el mismo gimnasio por más de un mes.
A ella le molestaba que yo detestara ejercitarme, pero siempre he sido de la idea de que esas actividades, por más sanas que sean, no les gustan a todos. Sé que a la larga eso me hará daño, pero eso no significa que sea un ocioso al que le gusta desperdiciar su tiempo. Prefiero estudiar todo el día, como Amy escribiendo música. Solo espero que lo que me queda de la carrera no sea tan dolorosa como la suya luego de que Elma desapareciera.
Si andar en bici cuenta como hacer ejercicio, entonces sí me gusta un poco. Disfruto mucho dar paseos largos mientras pienso en la vida, la disfruto un rato y luego me abruma el futuro, así que regreso a casa. Sí, ahora que lo pienso, es una de mis rutinas, al igual que levantarme 2 horas antes de ir a la escuela para hacer mis actividades sin contratiempos y, por ejemplo, dejar mi futón limpio y oreándose. ¿He dicho antes que adoro la monotonía?
Tal vez soy más rutinario que Harumi-san. Sí, definitivamente lo soy más que ella. Me gusta.
Tal vez ser demasiado monótono hizo que se aburriera de mí.
En fin. No tengo buena condición física, es un hecho. Por más que me gusten los recorridos largos, siempre termino haciendo pequeñas paradas para descansar porque me mareo. Me he desmayado algunas veces; mi anemia es esa línea gruesa y de color rojo llamada Límite.
Otra vez estoy hablando de más, lo siento.
Volviendo al tema de mi despedida con Fujimori-kun, mis energías se drenaron tan pronto como volví a estar solo al final de mi propio camino. De todas formas, ya estoy en casa.
Antes de que pueda avisar que llegué, mi nariz se ve atacada por el delicioso aroma a carne proveniente de la cocina, que me hipnotiza y hace que deslice mi presencia hacia allá. Por cada paso que doy, mi estómago clama con fuerza que lo alimente. Supongo que fui tan ruidoso porque Hana-chan se acerca para sobarme el estómago.
—Parece que alguien tiene mucha hambre. —me muestra una feliz sonrisa—. ¡Bienvenido! Hoy llegaste más tarde. ¿Pasó algo genial? ¡Ah!, ya casi está la carne, ¿me esperas?
No espera por una respuesta y vuelve a subirse al banco. Al poco tiempo gira los trozos de carne y enseguida voltea a verme de reojo.
—Regresé con un amigo, aunque te contaré de él más tarde. Perdón, pero subiré a terminar una tarea. Tú come tranquila.
Me sirvo agua y bebo grandes tragos. Puedo sentir como un par de dragones de agua se escapan por las comisuras de mis labios hasta que me la acabo. Tras bajar el vaso, limpio el camino húmedo de mi barbilla con mi dorso.
—¿Cuánto quieres que te sirva, Hacchan?
—Déjalo. Yo bajaré a servirme. Provecho.
Antes de abandonar la cocina, me acerco a mi hermana menor y despeino su cabello con la debilidad de un somnoliento. Ella cierra los ojos y suelta un quejido de molestia.
—¿Hablaste con los abuelos sobre el taiko?
—Me dijeron que lo buscarán otra vez en el ático.
Luego subo las escaleras hacia mi habitación y me dejo caer sobre la silla que está frente a mi escritorio. Poco después enciendo mi PC y tecleo “X”. El primer lugar que veo es el borde izquierdo. Hay un punto azul en la zona de mensajes. Los primeros tres chats son de mi universidad y los ignoro; mis compañeros deben estar sufriendo por alguna tarea, seguramente. El cuarto es de Fujimori-kun, quien minutos atrás me mandó un saludo y se lo devuelvo. En espera de una respuesta, abro el archivo de mi tarea y empiezo a trabajar.
Característico del sueño que llega amenazando con poco tiempo de antelación y secuestra a sus presas cuando menos se lo esperan, no soy la excepción. Poco a poco voy cediendo ante lo atractivo que es y termino dormido en el teclado. No sé cuánto tiempo tuvo que pasar para que Hana-chan, bastante molesta, entrara a mi habitación con una bandeja de comida. No hace falta decirlo, pero lo que me despertó fueron sus pasos acercándose a mi puerta.
—¡Hachiro!
La pronunciación de mi nombre basta para despegar mi cara del teclado. Me giro hacia ella para verla, aunque solo consigo distinguir los colores de mi panorama. Puedo sentir las teclas marcadas en mi mejilla y la forma en la que mi corazón grita temeroso.
—¿Qué pasó?
—¿Cómo que “¿Qué pasó?”? ¡No bajaste! Y mira como tienes el escritorio: todo lleno de papeles desordenados, cuadernos y libros. ¿Dónde te dejo el plato? Espera… ¿Te dormiste en el teclado?
—Sí… ¿Puedes dejarla en mi cama?