Es doloroso. Desapareciste sin decir palabra alguna.
Compulsive Bomber[1]
N-BUNA – YORUSHIKA
Creo que jamás pude hacerle un regalo que la dejara satisfecha, aunque recuerdo lo feliz que ella fue el Día Blanco. Harumi-san es popular entre los chicos, creo que lo he dicho antes.
En una ocasión por impulso, impotencia o falta de creatividad, como el protagonista de Compulsive Bomber, copié un regalo que creo que la hizo sentirse la novia más amada de Kioto, al menos por un momento.
Hoy, hace un mes, desapareció de mi vida. Sigue doliéndome, pero creo que hoy es uno de esos días en los que la realidad duele menos. Simplemente no siento nada. ¿Eso es normal? Creo que al anochecer me sentiré demasiado mal por mi monstruosidad y será tema de mi insomnio, eso o tendré una pesadilla donde seré de nuevo ese cuervo y ella mi víctima. Cualquiera de esos dos castigos es lo menos que puedo sufrir por desvalorizar este día, ¿verdad?
¿Harumi-san también lleva la cuenta de nuestros días?
Estoy limpiando mi futón. ¿Ella también estará viendo esa nube en forma de pájaro que estoy viendo a través de la ventana?
Antes de salir de casa tomo las pocas galletas que Fujimori-kun me regaló y las guardo en mi mochila. Monto mi bicicleta y me marcho.
Sinceramente, los días posteriores al sábado estuve pensando en esas galletas. Incluso volví a agradecerle a Fujimori-kun por mensajes.
Aún me siento raro. Es la primera vez que un amigo me hace un regalo. Fue especial. No lo sé, no tengo palabras para describir cómo me siento, pero supongo que todos lo llamamos “felicidad”. A pesar de que detesto comer, ese día tuve apetito por primera vez y creo que esos extraños sentimientos me impulsaron a ofrecerle galletas al profesor Hajime antes de comenzar las clases extra.
Antes de hablar sobre eso, me gustaría decir que Fujimori-kun me dio permiso de llamarlo por su nombre, así que empezaré a referirme a él como Akemi-kun. También le dije que podía llamarme Hachiro-san y tutearme.
Es lindo tener amigos.
Creo que pronto podré mirarlo a los ojos.
Perdón, es todo. ¿En qué estaba? Las clases extra, claro. El profesor Hajime desenvuelve mejor los temas y eso me agrada, siento que así aprendo más, pero me avergüenza tomarlas sin ningún tipo de remuneración para él.
Hoy es jueves. Llego a la escuela y bajo de mi bici para encadenarla en el estacionamiento. Miro a mi alrededor mientras camino hacia mi salón. Todos parecen estar ocupados en sus propios asuntos o conversaciones con amigos. Akemi me viene a la mente; me gustaría conversar con él de camino al aula.
Y las clases pasan volando.
En mi infernal hora libre, voy a las gradas de la cancha de voleibol para ver la vida pasar. Cuando menos me doy cuenta, siento la siniestra presencia de un grupo de personas cada vez más cerca de mí. Mi corazón se acelera y me pide a golpes que huya para dejar todos los asientos libres. Y tan pronto como me levanto, una voz me congela pronunciando mi apellido. No volteo hasta que escucho mi nombre completo dos veces. Es Susumu senpai.
Quiero ser una pulga de agua en este momento.
—¿Qué sucede?
—Yamada-kun, Haru-chan está demasiado deprimida.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Te lo explico en el camino. Por favor, acompáñame.
Decido seguirla ciegamente, como si Harumi-san aún fuera responsabilidad mía.
—No sé si te enteraste de que Haru-chan estaba saliendo con un senpai de Cardiología, Miyamura Naoto.
Apenas me da la cabeza para negar. Incluso mis ojos se abrieron de más, aunque no por la impresión de creer imposible mi rápido reemplazo, al contrario: era evidente que sería sustituido en un par de días… ¿Pero por él? Miyamura senpai no es cualquier persona, es su compañero de gimnasio, el sujeto con quien conversaba en el bus porque sus horarios eran similares 3 días a semana, nuestro objeto de discordia porque le dije más de una vez que me hacía sentir inseguro la forma en la que eran cercanos. Por la existencia de ese chico, ¿cuántas noches no dormí por preguntarme qué había de malo en mí o qué debía hacer para dejar de ser insuficiente para ella?
¿Cuánto habrán durado? ¿Cuándo comenzaron a salir? ¿Desde cuándo se gustan? ¿Por qué parece que siempre me interpuse en su romance? ¿Por qué fui capaz de creer que estaba al alcance de ella? Harumi senpai siempre ha sido para un perdedor como yo como el final del arcoíris que cuando éramos niños tratábamos de encontrar.
Susumu senpai me mira desconcertada y luego avergonzada. O tal vez siente una genuina lástima por lo patético que soy. Hace una espontánea y leve reverencia con su torso.
—Lo siento…
—¿Ella está bien? —susurro. Es lo único que mi boca es capaz de escupir.
—No. Ella ni siquiera quiere hablar conmigo. Solo me dijo que quiere verte.
El resto del camino la pasamos en silencio y nos detenemos frente a una de las aulas vacías de la facultad, ahí aguarda mi Elma.
Tengo miedo, demasiado miedo. Mi corazón quiere huir por mi boca, mi cuerpo pesa, tiembla y mi cabeza da vueltas. Poco a poco el oxígeno es demasiado privilegio para mí. Estoy aterrado. No creo poder confrontarla. No quiero verla. No quiero verla porque sé que hacerlo significará permitirle que me destroce una vez más.