No es tiempo de Marte.

Visitando las alcantarillas.

Cuando los aliens llegaron estos estaban muy enojados porque ellos habían intentado comunicarse con los humanos de mil y un formas posibles, al parecer les querían dar un mensaje sobre el planeta y gracias a los hombres de negro el mensaje nunca fue escuchado. Los hombres de negro junto a otras fuerzas especiales comenzaron una guerra sin dejar que aquellos seres dialogaran.

 

El padre de Makoto junto con algunos colegas de trabajo fueron a exterminar a esos seres; ellos formaban parte de esas fuerzas especiales que nadie conocía hasta ese momento. Derrotaron a la mayoría pero aun así quedaban vivos 6 más incluyendo al comandante de estos. Makoto no sabía por qué pero tenía el conocimiento de eso, era algo extraño sin explicación pero al cerrar los ojos ahí estaban ellos; su ubicación y lo que hacían. Ella supuso que era por la medicina que su padre le había dado, aún en los últimos momentos del señor la había protegido.

 

El señor abrazo a su hija y le pidió con lágrimas en los ojos una disculpa por no poder protegerla más. Cuando la alejo de su cuerpo en seguida le presiono el dorso de la nariz y le metió un muy extraño polvo verde fosforescente a la boca y por supuesto Makoto no opuso resistencia alguna; ese polvo le provoco sueño y cansancio extremo, poco a poco comenzó a cerrar los ojos hasta perder el conocimiento pero antes de perderlo por completo escucho decir a su padre que no se preocupara ya que con eso que le había dado esos seres pensarían que estaba muerta. No supo más hasta que despertó en su ahora desconocido planeta lleno de escombros.

 

Ella terminaría lo que su padre estuvo a punto de acabar, así no lo defraudaría. Pero ya era de noche y no podía comenzar una batalla; si se llegaba a encontrar con un alien sería difícil hacerle frente en la oscuridad y aunque al cerrar los ojos ella los viera prefería ser precavida. Se sentía estúpida y llena de melancolía; la noche, la Luna era tan hermosa entre un cielo lleno de estrellas, el cielo y la noche nunca habían sido tan hermosas, era la primera vez que podía contemplar algo así pero no podía seguir disfrutando de esa vista y tuvo que meterse en una coladera para proseguir su camino por ahí. Lo hizo de esa forma ya que según ella así seria menos probable un encuentro con esos seres y así no estaba a la vista.

 

Mientras caminaba adentrándose más y más en las cloacas escucho unos ruidos; mezcla de murmullos, gemidos y sollozos. Se puso en alerta y saco una de esas extrañas pistolas con su extraño y raro diseño, Makoto no sabía cómo funcionaba pero si había alguien ahí ese alguien no podría saberlo o adivinarlo. Dejo de escuchar los ruidos haciendo que se relajara y soltara un suspiro de alivio. Había estado caminando a oscuras en la alcantarilla por seguridad, pero ya que había dejado de escuchar los ruidos ingenuamente decido sacar una pequeña lámpara de baterías y cuando estaba a punto de prenderla sintió un gran golpe en la nuca pero antes de quedar inconsciente escucho unas palabras.

 

—Eres un idiota, uno enorme. Es un humano. —Dijo algo exaltado con voz molesta y preocupada—. ¡Un humano!




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